domingo, 30 de enero de 2011

Autoayuda


He sido lector de libros de autoayuda desde muy joven. Si no recuerdo mal, el primero que leí fue «El método Silva del dominio de la mente», un libro sobre PNL que mi madre guardaba en su estantería. Desde entonces, tengo la impresión de haber recorrido todo el espectro, desde los más ingenuos a los más científicos, pasando por los más populares. Desde donde estoy sentado escribiendo esto puedo contar treinta libros de este género en mis estanterías.

Cuando comencé a leerlos, creía que todos serían útiles, en mayor o menor medida. Durante mi etapa «mística» (tarot, runas, astrología) los libros de Paulo Coelho me parecían lo más. Tras recuperar el sentido común pasé a leer aquellos respaldados por la psicología, y últimamente solo me interesan los que están basados en pruebas experimentales.

Después de haberme tragado un buen puñado de este tipo de obras, soy escéptico respecto a su eficacia. Los experimentos que respaldan los consejos no dejan de ser, hoy por hoy, cimientos de barro. Las situaciones reales no siempre son reproducibles en condiciones controladas, los resultados de laboratorio no siempre son extrapolables, los efectos observados no siempre tienen la misma intensidad o no son estadísticamente significativos, los resultados podrían no ser aplicables universalmente... Además ¿cómo comprobar que funcionan? Si solo te observas a ti mismo es imposible, porque no hay grupo de control, ni es posible hacer un estudio doble-ciego.

Aún así, supongamos que los consejos mostrados son realmente eficaces. ¿Cumplirían con el propósito para el que fueron escritos? Con esta pregunta, que parece de perogrullo, quiero señalar una asunción implícita que podría ser falsa. Los libros de este género asumen que uno puede «tratarse» a sí mismo; de ahí el término auto-ayuda, al fin y al cabo (esto lo he deducido yo solito; cuando duermo mis ocho horas soy bastante espabilado). Pero ¿es eso cierto? Yo creo que no. Para cuando llega a nuestra conciencia, nuestra percepción de las cosas ya está deformada. ¿Podemos vernos a nosotros mismos de forma no sesgada? ¿Podemos ver los problemas que realmente tenemos, y no los que creemos que tenemos? ¿Podemos saber cuál es el mejor tratamiento para nuestro caso? ¿Podemos saber si realmente estamos progresando?

Personalmente, tengo la impresión de que estos textos no me han servido para mucho (por no decir para nada). Quizá no he practicado lo suficiente las técnicas publicadas. Quizá no he leído el libro adecuado. Quizá uno no pueda cambiarse a uno mismo. O quizá (y esto es lo que me temo) algunas personas no puedan, simplemente, cambiar.

domingo, 23 de enero de 2011

Deberialandia

Un amigo me hizo llegar un artículo con el siguiente titular:
«La inteligencia es mayor si eres guapo»
La fuente original parecer ser ésta, un estudio de Satoshi Kanazawa.

Este cúmulo de despropósitos es demasiado habitual. Por un lado, los periodistas hacen bastante mal su trabajo. Como es costumbre en estos casos, solo se publican las conclusiones de un estudio por sus jugosas conclusiones, sin contrastar ni verificar ni el método ni los datos. Peor aún es el tono de convicción del periodista: «se sabe que esto no es cierto y ahora hay un estudio científico que lo demuestra». Lo cierto es que muy poco puede probar un único estudio de este tipo.

Por otro lado, el trabajo de Kanazawa tampoco me parece muy bueno. Los métodos usados para medir el atractivo físico se me antojan, cuanto menos, dudosos: la persona es calificada subjetivamente por un único entrevistador. La muestra, aunque amplia, podría no ser válida: en el mundo hay miles de millones de personas que no son anglosajones que viven en sociedades industrializadas. Pero el error más grave, a mi entender, es asumir que la inteligencia es algo que podemos medir actualmente de forma fiable y universal. El cociente intelectual es una herramienta inútil para ello; es como utilizar un martillo para cortar tablones. (Parece que los humanos no empecinamos en usar alguna forma de medir, por mala que sea. En el mundo financiero, por ejemplo, tenemos CAPM y la ecuación de Black-Scholes, a las que se podría culpar -al menos en parte- de la crisis económica de 2008).

Juntas conocimiento incompleto con un mal trabajo y el resultado es otra idea falsa que añadir a la lista. Y luego, a ver cómo la sacas del «saber popular». Dado lo difícil que es corregir un aprendizaje incorrecto, más valdría esforzarse en prevenir que este tipo de cosas lleguen a millones de personas con tanta facilidad y frecuencia (me queda el consuelo de que pocos son los que leen, y menos aún los que van a la sección de «ciencia»).

Dudo que esté exagerando. Como escribí la última vez, creo que en lo pequeño y en lo grande debemos obrar bien. Eso incluye hacer todos nuestro trabajo lo mejor posible. Pero claro, «no vivimos en debería-landia».

jueves, 6 de enero de 2011

Obrar bien

«Obra según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal. »
Algunas de mis conductas ecológicas sorprenden a los que me rodean. Por ejemplo, cuando voy apagando las luces detrás de aquellos que se las van dejando encendidas.

Ocurre que solo tenemos un planeta, y lo tenemos hecho unos zorros. Las generaciones futuras pagarán nuestra irresponsabilidad, así como el resto de especies con las que convivimos (¿por qué iban a importar menos los insectos que el Homo Sapiens Sapiens?). ¿No es reprobable el hecho de no actuar contra el deterioro del ecosistema, solo porque "yo no estaré/tú no estarás" aquí para sufrir las consecuencias? (y ya veremos si nos libramos).

"No recicles", me decía un amigo. "Luego mezclan la basura", refiriéndose a que era inútil separar los residuos por tipo. Puede que sea así a veces, pero para eso están los inspectores, para comprobar que la basura se separa en los vertederos. Yo hago mi parte, que es separar vidrio, envases, papel, etcétera en el origen. Después espero de los demás que hagan la suya.

A menudo oigo que no voy a cambiar nada, o que no es importante lo que haga o deje de hacer una persona. Pero es precisamente la suma de los comportamientos individuales lo que produce resultados globales, buenos y malos. Teoría del caos. La mariposa que bate sus alas y eso.

Dentro de no mucho seremos más de 7.000 millones de personas. Un comportamiento multiplicado 7.000 millones de veces me parece que tiene un gran impacto. Por eso creo que hay que seguir la máxima kantiana que encabeza esta entrada en todo momento, aunque nadie nos observe, aunque no tenga recompensa, por nimio que parezca el comportamiento. Para mí, la ecología es una extensión de la ética.