domingo, 24 de julio de 2011

La mala suerte

Hace unos días me tragué unos cuantos vídeos seguidos de Gomaespuminglish para preparar un futuro viaje a Dublín. Una de las lecciones estudiada fue la siguiente:

«Aprendemos las siguientes palabras:
Suerte se dice "luck".
Quemar se dice "to burn". 
¡¡Qué mala suerte!! ¡¡Burn the luck!!
Quema = Burn 
la = the 
suerte = luck
¡Qué mala suerte!! = ¡¡Burn the luck!!»
Conozco algunas personas cuya suerte está más que quemada. Más bien solo quedan cenizas. Una de esas personas fue paciente mía hace algunos años. La mujer en cuestión se llamaba Felicidad, y desde luego no hacía honor al nombre. Frisaría los ochenta años por aquel entonces, era viuda y sus hijos se habían marchado, así que no los veía. En los últimos años le habían quitado un riñón, el apéndice y una parte del hígado. Yo la estaba tratando de su segunda operación de rodilla (la primera fue en la rodilla de la otra pierna). Recuerdo a aquella mujer vestida de negro de los pies a la cabeza, tumbada en la camilla, llorando en silencio y cogiéndome de la mano mientras le supervisaba el TENS. Me quedé un rato sin decir nada, sosteniendo su mano con esa marchita piel que parecía papel. Aquella mujer me daba mucha pena.

Ahora mismo sé de cuatro personas concretamente que, en total, suman dos cánceres, cuatro abortos, tres ingresos hospitalarios por enfermedades graves, ocho millones de pesetas perdidos en una especie de estafa, una casa que nunca llegó a construirse, e incontables cicatrices por procedimientos médicos mal ejecutados. Todas ellas podrían describirse como «buenas personas». Dudo que nadie que las conozca crea que merecen tal castigo.

Pero ahí están, continuamente castigadas. Poco pueden hacer. Solo por azar, algunos viven una vida mejor que otra. Por ejemplo, he aquí cinco filas de cinco columnas de números aleatorios. Cada fila representa una persona, y cada columna un evento en su vida, significando 0 el suceso más triste posible, y 9 el evento más feliz y agraciado posible:


3 2 3 7 5
2 2 3 1 3
2 6 7 0 3
0 8 7 2 6
1 1 2 2 6


Las personas representadas por la segunda y quinta columna podrían corresponder a alguna de las mencionadas anteriormente. Y la causa es únicamente la mala suerte. (Hay que decir que, en la vida real, las probabilidades de los sucesos no siempre son independientes. Si alguien padece una enfermedad grave que necesita muchas pruebas invasivas o un tratamiento duro, es más probable que algo salga mal y entre en una espiral de intervenciones para enmendar el error cometido).

Ante casos como estos a menudo oigo «no es justo». Creo que eso es como decir que un perro «es malo»; simplemente, no es aplicable (a no ser, supongo, que se crea en un algún tipo de deidad o karma). En palabras de Sartre «la justicia es un asunto del hombre». Accidentes y catástrofes, pero también cosas buenas como la lotería, se distribuyen según ciertos patrones que nada tienen que ver con el concepto humano de justicia.

A estas horas, una de las personas a las que me he referido está de vacaciones en una bella isla, disfrutando por fin de un chapuzón veraniego acompañada de sus amigas. Quien le ha regalado tal viaje me dijo «se lo merece». Antes pensaba que eso tampoco tenía sentido. ¿Por superar un duro revés aleatorio mereces un premio? Solo recientemente he descubierto que sí que lo tiene, que realmente se lo merece. Porque, a mi juicio, los grandes regalos (materiales e inmateriales), los cuidados esmerados y el amor en todas sus formas son lo que tenemos los humanos para compensar esos terribles dolores debidos únicamente al infortunio. Es una de nuestras formas de hacer justicia.