domingo, 9 de diciembre de 2012

El oscuro pasajero

Dexter Morgan, el forense asesino experto en salpicaduras de sangre protagonista de las novelas escritas por Jeff Lindsay y la serie de televisión, se refiere a sus perentorias necesidades de matar como «su oscuro pasajero». Según sus propias palabras «es como un ser vivo dentro de mí que me dice qué hacer, que tengo que matar, sin dejarme otra opción». Buena parte de la serie se centra en la lucha de Morgan contra esa parte de su ser a la que se ve sometido sin remedio. Es algo que viene de antiguo. Ya la Medea de Eurípides (tragedia escrita en el 431 a. C.) se encontraba en una pugna similar contra sí misma. Cuando decide matar a los dos hijos que había tenido con Jasón se despide de ellos diciéndoles:
«¡No tengo fuerzas para dirigir sobre vosotros mi mirada, me vencen mis desgracias! Sí, conozco los crímenes que voy a realizar, pero mi pasión es más poderosa que mis reflexiones y ella es la mayor causante de males para los mortales».
El psiquiatra suizo Carl Jung describió el arquetipo de la Sombra como ese lado oscuro dentro de todos nosotros, el Venom dentro de Spiderman, el anillo único en el dedo de Frodo, el kyubi en Naruto:
«According to Jung, the Shadow represents those aspects of the self that are dark and that we try to deny. The Shadow is composed of all of our repressed motives and tendencies, our secret desires—those things we wish we could do but don’t because we realize they are socially unacceptable. For this reason, the Shadow is the part of ourselves that we prefer not to recognize. And, according to Jung in On the Psychology of the Unconscious, no matter how “good” or “bad” you may be, everyone has a shadow-side
Personalmente, mis ganas de matar no van más allá del ocasional deseo de arrancarle los riñones al imbécil de turno en la autopista. Mi oscuro pasajero se ocupa de otras afecciones del alma. Lo conocí hace unos once años, cuando estaba en la universidad. No lo reconocí en un primero momento, de modo que tomó el control con facilidad. Lo arruinó todo. Me costó varios años recuperar el mando. Con tiempo y trabajo las cosas volvieron a la normalidad y se mantuvieron ahí. Llegué a pensar que había conseguido echarle, que aquello era un capítulo cerrado que no volvería a repetirse. Pero ha resultado no ser así. Más bien parece que el muy cabrón solo ha estado dormido todo este tiempo. Otra vez noto su presencia en el pecho, en el estómago, en las piernas, en los ojos, en mi forma de pensar. Se ha despertado y ya ha arreado un par de empellones al volante que me han dejado con el susto en el cuerpo. Porque a diferencia del caso de Dexter mi oscuro pasajero es como los malos virus: su éxito acaba cobrándose al huésped.
Foto de mabelzzz

¿Qué se supone que debemos hacer con nuestro oscuro pasajero? ¿Debemos intentar traerlo a la luz para hacer que se desvanezca (si es que eso puede ocurrir)? ¿Debemos enfrentarnos a él directamente? ¿Anular su influencia a base de fármacos? ¿Aislarnos del mundo si no podemos controlarlo? ¿O debemos asumir esa parte de nosotros, convivir con ella y -tal vez- redirigir sus impulsos a fines más aceptables, como trata de hacer Dexter? A mi juicio, la respuesta depende de a quién le preguntes y de lo que tu sombra te impulse a hacer.

Yo soy reticente a los fármacos por razones filosóficas pero para monstruos de cierta naturaleza funcionan relativamente bien. Alumbrar la oscuridad para que así desaparezca es la estrategia que proponía Freud, no obstante el psicoanálisis deja mucho que desear. La iluminación es también el enfoque del budismo tibetano, según el cual centrar la atención en el oscuro pasajero llevaría a la comprensión de lo ilusorio y vacuo que es, lo que a su vez conduciría a su desaparición. Desde otro punto de vista dentro de la misma tradición el oscuro pasajero sería simplemente una nube negra que puede hacerse desaparecer cultivando la atención plena, dejando ver así el cielo brillante que constituye el verdadero yo. Por probar que no quede.

La siguiente opción, basada en lo que sabemos sobre la plasticidad cerebral (cuanto más pensamos en algo más recurrente se vuelve y más fuerte se hace dicho pensamiento), se basa en dejar morir de hambre al monstruo (el énfasis es mío):
«Let’s pretend that monsters cause our distress, occupying the mind and wreaking havoc on our emotions. What can we do to stop them? They seem so overwhelmingly powerful, we cannot stop them from arising in the mind, and we seem powerless to make them leave. Happily, it turns out that our monsters need us to feed them in order to survive. If we do not feed them, they will get hungry, and maybe they will go away. Therein lies the source of our power—we cannot stop monsters from arising or force them to leave, but we have the power to stop feeding them. Take anger, for example. [...] You may also find your mind constantly feeding the anger by retelling one or more stories to yourself over and over. If you then stop telling the stories, you may find the anger dissipating for the lack of fuel. Anger Monster needs to feed on your angry stories. With no stories to eat, Anger Monster gets hungry and sometimes goes away. By not feeding Anger Monster, you save mental energy and Anger Monster may leave you alone to play elsewhere.»
Hay técnicas cognitivo-conductuales para entrenarse en la detención del pensamiento, pero es una de esas cosas muy fáciles de decir y muy difícil de conseguir. Por último, otras técnicas cognitivas como la restructuración del pensamiento y el ABCDE pueden usarse en una confrontación directa contra ese indeseado pasajero.

Como dicen los ingleses: your mileage may vary. A mí me fue bien en su momento con las dos últimas estrategias que he mencionado, pero teniendo en cuenta lo que decía al principio de la entrada es evidente que su éxito dista de ser definitivo. Lo que es peor: parece que han dejado de funcionar. Tal vez sea que estoy utilizando armas romas; hace tiempo que no echaba mano de ellas y quizá necesiten ser afiladas de nuevo. O puede que mi oscuro pasajero haya aprendido a defenderse. Ahora se aprovecha de lo que hace mi lado no oscuro (que no es gran cosa, pero algo hay) para presentar sus alegaciones. Creo que se ha vuelto más listo.

En la primera temporada de la serie Dexter visita a un terapeuta que le asegura que todos nosotros tenemos un gran lobo malo en nuestro interior, una oscuridad que no queremos que nadie vea. Cuando Dexter le pregunta cómo maneja él su propio lobo, el terapeuta le responde que aceptó su existencia y se hizo su amigo. Eso es más o menos lo que Jung pensaba que debíamos hacer:
«Jung strongly believed that for a person to be mentally healthy, he or she must find a way to incorporate the Shadow into the whole psyche. If the individual simply tries to repress his dark side, the Shadow will find a way through the cracks in the psyche and often express itself in disturbing ways. As Jung stated, “Everyone carries a Shadow, and the less it is embodied in the individual’s conscious life, the blacker and denser it is.” [...] Therefore, according to Jung, a key part of the human experience is to find a way to deal with our Shadow in socially appropriate ways in order to limit its influence on our thoughts and lives.»
Es posible que me engañara al pensar que mi oscuro pasajero se había ido. Acaso deba hacerme a la idea de que siempre estará ahí, de que no hay ninguna solución definitiva y lo único a lo que realmente puedo aspirar es a controlar el daño. Sea como sea debo lograr que vuelva a dormirse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario