lunes, 11 de enero de 2016

Meditación para escépticos (II)

Cuando me inicié en esto de la meditación mi nivel de espiritualidad era superior a nueve mil: hacía chi-kung, taichí y yoga, me encantaba el budismo y Confucio, aprendí a hacer cartas astrales, a leer las manos y a echar las cartas del Tarot. Lo que buscaba con la meditación era la iluminación. Hoy día, soy un escéptico que medita únicamente por sus beneficios tangibles respaldados por estudios científicos.

Les cuento todo esto porque mucha gente se echa para atrás al no estar interesada en la filosofía budista o las conexiones religiosas que rodean a la práctica meditativa. En principio, la meditación es un método de entrenamiento mental y, como tal, no tiene por qué ir ligado a ninguna religión o filosofía. Por tanto, se supone que es una actividad secular igualmente válida para agnósticos, ateos, escépticos y personas que no estén interesadas en nada que tenga que ver con lo espiritual.

Sin embargo, en la práctica no es tan sencillo. Por un lado, es algo complicado encontrar a un instructor que enseñe solo la parte técnica dejando a un lado la parte espiritual. Mi conjetura a este respecto es que quienes llevan muchos años practicando y están capacitados para enseñar comenzaron a meditar antes de que el mindfulness se pusiera de moda, por lo que sospecho que lo que les atrajo a dicha actividad fue el aspecto místico. Sospecho también que hay razones económicas por las que la meditación se enseña en centros de yoga y sitios por el estilo. Es posible que el público que busca el paquete completo sea más amplio.

Foto de Moyan Brenn
Por otro lado, lo cierto es que la meditación es solo una parte de ciertas tradiciones religiosas y, como tal, está muy ligada a inveteradas cosmovisiones y marcos epistemológicos. Siempre nos vamos a ver rodeados en mayor o menor medida de las raíces espirituales de la meditación porque, en la práctica, es muy difícil separar la actividad en sí de la filosofía en la que se basa o de los valores que trata de inculcar. Disciplinas como el taichí o el yoga, verbigracia, van ligadas a nociones de pureza o lo sagrado, algo fácil de comprobar en un retiro organizado, los cuales procuran llevarse a cabo en sitios recónditos de la naturaleza y donde la comida suele ser de origen biológico, a menudo vegetariana. Estos grupos pregonan, de forma explícita o implícita, valores como la compasión, el pacifismo y el respeto a la naturaleza.

A mi juicio, esto no es exclusivo de las tradiciones orientales pues algunas actividades menos controvertidas con las que estamos más familiarizados en Occidente también trasmiten ciertos valores. Pensemos en cómo métodos de entrenamiento puramente físico como el culturismo o el crossfit llevan aparejados su propia doctrina: trabajo duro, superación y constancia.

Hay personas que, cuando se les habla de meditación, visualizan la caricatura del místico hippy que recita sin parar afirmaciones positivas y frases de Paulo Coelho. Yo he conocido a unos cuantos de esos y reconozco que sus clases son difíciles de digerir para quienes no sintonizan con esa onda. Algunos hacen afirmaciones inverosímiles o sostienen teorías verdaderamente estrafalarias. Sirvan como ejemplo estos párrafos sacados de uno de los libros de Wong Kiew Kit, un maestro de chi-kung:

Otra persona que está viviendo una segunda vida gracias al chi-kung es Margaret. Tenía cáncer, erróneamente considerado por muchas personas como una enfermedad incurable, fatal. De hecho ha habido tantos informes de auténticas curas del cáncer por medios «no ortodoxos», como la meditación, la curación por la fe, que algunas personas se preguntan con razón por qué las organizaciones de investigación no han estudiado estos casos en detalle.
Margaret, como muchos de mis alumnos enfermos de cáncer, se recuperó de esta morbosa enfermedad practicando el chi-kung.
Los maestros de chi-kung han contribuido a sanar enfermos con más rapidez canalizándoles chi o energía; además, la velocidad de recuperación de los practicantes de chi-kung es más rápida que la de otras personas. Yo creo que la circulación armoniosa del chi por el cuerpo contribuye a devolver a la estructura del ADN su forma correcta, previniendo así la enfermedad y eliminando los daños fortuitos al ADN, lo cual tiene por consecuencia salud y juventud.
Aunque el autor toma la precaución de advertir que el chi-kung no es una panacea que garantice la curación de nadie ni sea aplicable a todas las enfermedades, el hecho es que el libro contiene varios hechos «milagrosos», como aquella mujer a la que sus oculistas dijeron que se estaba quedando ciega sin remedio y que se curó gracias a que Wong Kiew Kit le transmitió su chi a distancia, o aquel otro experimento en público en el que este maestro junto con su alumno dispersaron las nubes.

De manera que sí, personajes de estos haberlos haylos, y puede no ser fácil encontrar a un instructor con un nivel de misticismo tolerable según el criterio propio. Quizá con el paso del tiempo, si el mindfulness sigue popularizándose y haciéndose un hueco en el campo de la psicología, sea más fácil. Actualmente, ya existe una mezcla de mindfulness y terapia psicológica llamada Mindfulness-Based Cognitive Therapy (MBCT) que se usa en el servicio de salud del Reino Unido para tratar la depresión recurrente (aunque su rango de aplicación y su efectividad respecto a otros tratamientos es aún objeto de estudio). Este programa es bastante aséptico en lo que a la parte más espiritual se refiere, si bien incorpora algunas tesis de la filosofía budista.

Antes de dar por zanjado este tema debemos mencionar el hecho de que algunos estudios muestran que la práctica de la meditación hace que nos volvamos más espirituales, y que ese incremento en espiritualidad es el responsable, al menos en parte, de los beneficios de dicha actividad.

También cabe considerar el efecto que pueda tener el hecho de tomar solo ciertos fragmentos sueltos de una tradición coherente. Sospecho que para no pocos practicantes tradicionales la integración occidental de la meditación que está teniendo lugar es una aberración que desnaturaliza su disciplina. Puede que tengan razón. Quizá solo se pueda comprender el verdadero significado de la meditación si formamos parte de la comunidad que la emplea. Tal vez su efectos se deban no solo al tiempo que uno pasa sentado tratando de centrarse en la respiración sino a todos los rituales que la rodean, a su lenguaje, a su concepción del yo, a su forma de ver el mundo y de afrontar la vida.

Continuará.

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