lunes, 11 de abril de 2016

Seis cosas que quizás preferirías no saber

Me gusta leer libros sobre otras profesiones, aquellos en los que el autor relata sus experiencias en algún campo laboral diferente o llamativo, ya sea medicina, políticaWall Street, comandos de las fuerzas especiales o deportes profesionales. A través de dichas obras te das cuenta de que la propia no es la única profesión en la que suceden cosas que claman al cielo y que harían que el resto de la población se llevara las manos a la cabeza si las supiera.

Hoy les traigo un pequeño florilegio de trapos sucios de distintos oficios. Recuerden, antes de seguir leyendo, aquel viejo aforismo según el cual hay cosas que es mejor no saber cómo se elaboran, como las leyes y las salchichas.


Leyes hechas por empresas

Aseguran los políticos que hablar con los grupos de presión (lobbies) les ayuda a conocer en profundidad un tema sobre el que haya que legislar, y a tener visiones distintas sobre él. Argumentan que no pueden saber de todo ni conocer las consecuencias de cada aspecto de cada ley, así que se apoyan en empresas privadas para analizar los aspectos técnicos de una nueva ley. En la práctica, todos sabemos que ese loable objetivo acaba materializándose en desmadres como las tarifas de electricidad o las autopistas radiales de Madrid. Es el hecho que todo grupo de presión bien formado tiene línea directa con el gobierno y solo le preocupan sus propios intereses, aunque ello signifique un perjuicio de la sociedad en general. Sus tácticas no solo consisten en presionar directamente a los congresistas, sino también en manipular la opinión pública:

Una de las primeras frustraciones del Gobierno de Zapatero fue cuando tuvo que retirar la ley que controlaba el consumo de alcohol de los menores de 18 años y su publicidad en los medios de comunicación. Desde el momento en que el proyecto fue anunciado por la entonces ministra de Sanidad, Elena Salgado, una serie de sectores se levantaron en armas contra el proyecto. Sobre todo cuando el ministerio presentó una campaña con datos científicos contrastados, para tratar de convencer a la sociedad de que el consumo de alcohol en menores produce un retraso irreversible en la maduración cerebral.

«Una marca muy conocida de vino de mesa salió en tromba contra nosotros —relata José Martínez Olmos, quien pronuncia sin duda uno de los discursos más críticos y escépticos con respecto a la capacidad de los distintos Gobiernos para imponer sus criterios a los grupos de interés—, ya que la prohibición del consumo a menores les hacía mucho daño, porque éstos cuando consumen vino es fundamentalmente vino barato con Coca-Cola, calimocho. Utilizaron todos sus medios de presión para influir en las líneas editoriales de la prensa regional y nacional, arremetieron contra nosotros y dijeron que era una ley contra el vino.»

Consiguieron movilizar a la opinión pública con ideas fuerza como que el vino es bueno para la salud, y es cultura de nuestro país, y movilizaron también a los trabajadores diciendo que la ley iba a perjudicar económicamente al sector. Se presionó para que se sacara al vino de la ley, es decir, para que se prohibiera a los menores beber todo tipo de alcohol excepto el vino, por ser de baja graduación, cuando el alcohol, sea el que sea, perjudica igual, independientemente de su graduación.
Médicos de urgencia sin experiencia

En teoría, los médicos internos residentes (MIR) de primer año están supervisados por un adjunto en todo momento. Sin embargo, estos médicos que todavía no han aprendido a ejercer su profesión en la práctica se encuentran a menudo abandonados a su albur, atendiendo pacientes como buenamente pueden y aprendiendo sobre la marcha, rotando entre especialidades no relacionadas con la que eligieron. Para mayor escarnio, ocurre que la mayoría del personal de Urgencias está formado por residentes, lo que da lugar a situaciones como la siguiente:

Una vez, en la Urgencia de mi hospital, un niño que estaba en la sala de espera tuvo una reacción alérgica brutal y sufrió un broncoespasmo [los bronquios se estrechan y el aire no llega a los pulmones]. Se estaba ahogando, pero como allí no había Pediatría los propios adjuntos no sabían muy bien qué hacer y todos me miraban a mí, que soy de Familia, porque en ese momento estaba haciendo la rotación pediátrica en otro centro de la zona.
Yo temblaba como un descosido. En cualquier otra situación el problema lo habría resuelto un adjunto, pero los míos no estaban familiarizados con las dosis infantiles y toda la responsabilidad recaía sobre mí, que aparte de todo, no había visto un broncoespasmo en mi vida. Le dimos los broncodilatadores y todo salió bien, pudimos controlar la crisis y le remitimos a Pediatría, pero yo no pude dejar de temblar en lo que quedaba de guardia.
Fraude en la ciencia

Este asunto ya lo comentamos de pasada en su momento. La ciencia está hecha por personas y, a consecuencia de ello, a veces se violan códigos éticos con tal de destacar, obtener financiación o conseguir que un trabajo sea publicado:

In a 2000 survey of biostatisticians, half said they personally knew of research studies that involved fraud, and of that group, about half went on to say that the fraud involved the fabrication or falsification of data. Just under a third of all respondents admitted to having personally been involved in a project in which there had been some form of research misconduct. In a 2001 survey of hospital medical consultants, 56 percent said they had observed research misconduct, 6 percent admitted to having committed it themselves, and 18 percent said they thought they would commit it in the future. A 2005 survey of the authors of clinical drug trials reported that 17 percent of the respondents personally knew of fabrication in a research study within the past ten years, with 5 percent having been directly involved in a study in which there had been fabrication. In a study by the American Physical Society, 13 percent of young physicists said they had observed other physicists intentionally misreporting research. [...] Altman and colleagues examined a total of 190 published randomized drug trials and found that 65 percent of the findings associated with harm caused by a drug were not fully reported in the published results—a sobering thought for those taking any medication—but only 14 percent of the authors of these trials admitted to underreporting.
Agua potable desperdiciada

Recuerdo haber leído de pequeño que buena parte del agua potable se perdía en la propia distribución. Pues bien, el porcentaje parece ser nada desdeñable y quienes deberían poner de su parte para solucionar el problema no parecen muy preocupados al respecto:

En una de las entregas de chalets, estuve presente durante el control de la instalación de agua de la calle por el inspector de la compañía. Se cerraron todas las llaves de las casas y se abrió la general del vial; él miró su pantalla un momento y dijo: «Hay una fuga». Que es como el policía de aduanas que detiene al chico justo cuando creía que pasaba y le pide que abra su maleta. La urbanizadora debía romper toda la calzada buscando la pérdida mientras se paralizaba una entrega de viviendas para la que ya se había dado fecha a los vecinos, un auténtico desastre. Pero él parecía ajeno al problema; más bien parecía ajeno a todo:

—Entonces tendremos que abrir para buscar la fuga, ¿no?

Y me miró como si me hubiera vuelto loco:

—¿Abrir toda la calle para buscar una fuga? Eso es imposible. ¿Y si no la localizáis? Mira el contador, es pequeña. ¿Sabes cómo aparecerá? Por el blandón que saldrá en el asfalto dentro de cinco o seis años, estará debajo, es lo que tardará en lavar la base. ¿Tú crees que eso tiene importancia? Tío, en Madrid nos faltan los planos de toda la red de abastecimiento del siglo XIX, hay ramales que no sabemos dónde van a parar, más de un 20 % del consumo del Canal se pierde y no sabemos ni dónde, debe de haber cientos de acometidas soltando agua hacia ningún sitio. ¿Y vais a buscar una mierda de fuga?
Televisión sin escrúpulos

En mayor o menor medida, creo que los telespectadores son conscientes de que lo que ven en televisión es mentira: los telediarios están manipulados por los políticos, los realities versan acerca de ficciones inducidas y los programas del corazón son un gran circo. Junto a ellos se sitúan los programas de testimonios, otrora tan populares, que gustan de hacer espectáculo a base de sentimientos y dolor ajeno. Lo que no sospecha quien se ofrece a participar en ellos es el trato que va a recibir en realidad (mayúsculas en el original):

Tema [del programa]: No tengo complejos. Buscamos gordos y gordas felices, tullidos, feos incluso.

1. Cruzar límites. Jamás les dices a los gordos que van a exponerse. Vas a ir a buscar a los desacomplejados donde sea. Si hay que hacerle la envolvente a una asociación de discapacitados para que te dé dos o tres nombres de gente con problemas físicos, se le hace la envolvente. Luego llamarán al programa, para quejarse, pero ya será tarde. Tú habrás conseguido a la chica aquella que iba en silla de ruedas y buscaba novio.
2. Mentir. No le dices que te espanta su cuerpo, que te resulta vulgar, que detestas sus maneras y sus modos, tú, tan refinada. Le cuentas que el programa va a ser divertido. Y si ella te dice que le gusta bailar, ya lo tienes. La vas a convencer, desde el buen rollo para que se marque un bailecito sexy en plató, con sus michelines bamboleando, que en antena resultará patético a todas luces.

3. Rastrero. Imaginemos que no entra al trapo. No, no quiero bailar. No le insistirás, pero en plató rematas: suena la música y la presentadora dice, me han dicho que te encanta bailar, y entonces jaleada por el público, la chica no tendrá mas remedio que contonearse. Se lo pide LA TELE.

4. En la reunión de contenidos hablas de ellos como lo que son: pobre gente. Te ríes con tus compañeros de sus miserias, de sus frases absurdas, de sus cuerpos. A veces haces bromas hirientes.

5. La chica te contó medio llorando que antes sí tenía complejos, que un chico le hizo mucho daño, que la ridiculizó ante sus compañeros de instituto. Ella creía que le gustaba de verdad, un día él la citó en el gimnasio y la besó, y cuando estaba a punto de follársela, aparecieron los otros, muertos de risa, con móviles en la mano. Te dice que eso no quiere contarlo. Pero es que ESO es el TEMA. Así que en la reunión de contenidos lo sueltas. El tema se le apunta a la presentadora, que en plató dice: me han contado que una vez te hicieron mucho daño, ¿no, Marisa? Marisa balbucea, se queda un poco sorprendida. Luego, abrumada, se viene abajo, y ante la falsa condescendencia de la conductora del espacio, llora, y LO CUENTA. Y tú te regodeas en el control, para qué negarlo.

Picaresca con regalo en viviendas de nueva construcción

Uno de los múltiples sistemas para violar la ley sin que se note en las viviendas nuevas son las buhardillas ocultas. La trampa consiste en dejar un hueco tapado con escayola en una de esas típicas casas de urbanización de dos pisos. De esta manera el propietario obtiene una planta nueva que no computa en las escrituras con tan solo dar unos martillazos. El caso es que estas buhardillas ocultas a veces incluyen una desagradable sorpresa:

Lo más bonito de las buhardillas sin escalera era la intimidad que ofrecían: en un alto, a salvo de miradas indiscretas y acariciado por la brisa fresca. Eran el paraíso para ir a desahogar las necesidades físicas después de una buena pitanza. [...]

En fin, que en el tiempo en que quedaban abiertas hasta que cerrábamos el hueco de escayola se convertían en un sembrado de boñigas. He llegado a contar seis, siete en cuatro metros, lo que siempre me hizo dudar: entiendo al primero que sube allí a deshacerse del sobrante, pero ¿el séptimo?

Los que más lo sufrían y más nos lo harían sufrir eran los del proyectado. Las buhardillas ocultas, puesto que iban a ser utilizadas, se aislaban igual que el resto de la casa, pero se trataba de locales sin ningún tipo de ventilación ni luz, como una mina. Para colmo de males, cuando les tocaba subir, lo primero que se encontraban, a pesar de que se enviaba antes a un peón a limpiar, eran tres o cuatro mierdas esparcidas por el suelo. [...] Como iban a destajo, en vez de molestarse en avisar al encargado para que las retirasen, les enchufaban espuma y las cubrían: se quitaban de la vista, el olor y empezaban a trabajar. Ese siempre era el primer paso de su protocolo. Cuando salían de la buhardilla dejaban proyectadas las paredes y el techo y tres o cuatro bultos sospechosos de espuma por el suelo. El problema es que el aislante mantiene en perfecto estado la materia orgánica, como el aluminio. Lo que dejaban cubierto nunca se secaba.
Unos meses más tarde, los vecinos rompían el falso techo, subían a su buhardilla, descubrían la ventana y admiraban orgullosos los cincuenta metros cuadrados de vivienda que no computaban. Entonces se fijaban en los cuatro pegotes de espuma amarilla que afeaban el suelo, cogían la pala y se decidían a quitarlos. Y siempre recé porque usasen la pala, era mucho peor con la escoba.

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