Dos amigos míos, matrimonio, son ahora presidentes de su comunidad de vecinos. El edificio tiene un lugar común que quieren dividir para hacer trasteros individuales. Algunos vecinos apoyan la idea (parejas jóvenes con hijos que tienen que dejar el carrito en el coche, por ejemplo), mientras que otros se oponen (pensionistas que no están interesados en pagar esa especie de lujo). Parece que la idea se está llevando finalmente adelante, si bien está la discusión sobre cómo va a pagarse. No todo el mundo quiere trastero, por lo que no todos están dispuestos a subir su cuota a la comunidad. Mis amigos han ofrecido hacer trasteros solo a los que lo que lo pidan, pero los vecinos que no quieren pagar no están de acuerdo tampoco con eso. Se escudan en su escasa pensión: «Que lo paguen los jóvenes, que tenéis trabajo. Yo solo cobro 60.000 pesetas.», dicen.
¿Qué hacemos? ¿Hay que pagar la obra a partes iguales? ¿Deberían aportar más aquellos que más dinero ganan? ¿Por qué un vecino tiene que pagar algo que no quiere y no va a usar? ¿O hay que contribuir a la comunidad en todo momento, aun cuando no dispongamos del usufructo de lo construido?
Otra pareja, amiga mía también, tiene otro problema en su comunidad. Ocurre que en su edificio hay más casas que plazas de garaje, por lo que hay habitantes del portal que deben aparcar en la calle (el edificio está situado en el centro de Madrid, lo que convierte ese hecho en una pesadilla consistente en dar vueltas a la manzana y rozar parachoques). Los propietarios se reunieron para discutir si debían sortearse las plazas. Los que tienen plaza no quieren renunciar a ella, como era de esperar, así que estarían en contra del sorteo. Los que no tienen plaza tienen en dicho sorteo su oportunidad de rebajar su nivel de estrés diario. Tras una larga reunión, no se tomó ninguna decisión (un clásico).
¿Qué hacemos en este otro caso? ¿Deberían turnarse las plazas de garaje? ¿Cada cuánto tiempo? ¿Qué pasa con aquellos que tienen más de un vehículo? ¿Y con aquellos que solo tienen uno, pero no lo usan nunca? (Al parecer hay coches que llevan años estacionados) ¿Tiene todo el mundo la misma necesidad de una plaza? (Pensemos en familias numerosas con niños pequeños frente a solteros con una moto).
¿Cómo nos ponemos de acuerdo? Una solución que he visto en las reuniones de mi propia comunidad de vecinos es la de votar. Lo que diga la mayoría. Democracia y eso. Y si alguien no ha asistido a la reunión «por no se qué de la médula de su hijo», que se la pique un pollo.
¿Votamos entonces? ¿Mayoría simple, absoluta o cualificada? Si es cualificada ¿dónde ponemos el límite? ¿Dos tercios? ¿Tres cuartos? ¿Cómo elegimos ese límite? ¿Votando?
Tampoco es que votar sea la panacea. Enseguida podemos ver los problemas que conlleva «la dictadura de la mayoría». En el caso de las plazas de garaje, como ya he dicho, los que ya pueden aparcar cómodamente votarían en contra del sorteo. Dado que 23 de 27 portales tienen dicho lujo, el sorteo no saldría adelante. La mayoría va entonces contra los intereses de la minoría. Tal como se pregunta Adela Cortina:
«¿Es más justa la opinión de la mayoría que la de la minoría, de manera que la superioridad cuantitativa se traduce en mayor proximidad a la justicia?»Quizá podríamos otorgar vetos, pero creo que eso solo funcionaría si fuera posible llegar a un consenso. Cualquiera que haya tratado con humanos más de un minuto sabrá que eso es muy difícil. Entre vecinos es imposible.
Ahora aumentemos la escala. En lugar de treinta, sesenta o cien personas, consideremos los casi cuarenta y cinco millones de habitantes que hay en España. ¿Cómo se puede gestionar eso, si no hay forma de llegar a acuerdos con gente cercana?
Es muy fácil criticar al gobierno socialista por sus errores, pero es pasarse de listo. No pretendo defender aquí a Zapatero; lo que quiero decir es que no podemos juzgar alegremente, como la señora que insultó a mi amiga por votar al PSOE en las elecciones del pasado domingo. Para esa señora el PSOE es malo por la crisis que hay, mientras que el Partido Popular es bueno. Tan bueno que obligó a su hijo a votar por ellos, al parecer.
Al margen de ese comportamiento grosero, arrabalero e incivil, le diría a personas de esa estofa que su comportamiento da a entender una importante falta de lactancia intelectual (y si lo digo con estas palabras, igual yo parezco más listo). Por desgracia, no podemos saber qué hubiera hecho el otro partido durante estos años. Tampoco podemos pedir peras al olmo: un gobierno socialista hace (supuestamente) política social, que cuesta dinero. De algún lado hay que sacar el dinero para ayudar los parados de larga duración (si debe darse ese dinero es otra cuestión). El trabajo es importante, pero también lo es poder casarse (para los homosexuales), o decidir cuándo morir (para los enfermos terminales). ¿La suma de intereses grupales vale menos que la del interés general? En política (en la vida), las razones detrás de una decisión no siempre son obvias, algo de lo que ya hablé.
Alguien me decía, refiriéndose a Aznar: «el bigotes sería lo que fuera, pero en aquel entonces yo tenía trabajo». Es verdad que hubo una cifra de paro muy baja, pero también hubo «medicamentazo», privatizaciones, y corrupción (¿nos libraremos algún día de ella?). Igual que hacemos con las personas, atribuimos los aciertos y los errores de los partidos políticos a su «forma de ser», sin tener en cuenta las circunstancias (debe de ser más fácil gobernar cuando no hay una crisis crediticia mundial). Lamentablemente, no parece haber manera de hacer un experimento controlado para saber quién tiene razón.
A lo largo de la Historia hemos visto dictaduras, oligarquías, aristocracias, monarquías absolutas, repúblicas unipartidistas... y, después de cientos y cientos y cientos de años, parece que lo mejor sigue siendo aquel invento griego del siglo V a. C., aún con todos sus defectos. No hemos sido capaces de dar con nada mejor en todo este tiempo. ¿No nos hace eso un poco inútiles?