lunes, 25 de julio de 2016

El tamaño importa (III)

Remontémonos en la historia de los homínidos y tratemos de imaginar (con algunas licencias narrativas) la vida de los neandertales. Pensemos en un neandertal que consigue comida. Otro neandertal que anda cerca, más alto y más fuerte, le quita el almuerzo a base de golpes. Entonces el primero, magullado, llama a su primo y ambos van a la caza, piedra en mano, del ladrón, que se lleva una buena paliza. Pero claro, el ladrón también tiene primos a los que recurrir. Comienza así un ciclo sobradamente conocido de «ojo por ojo, diente por diente, mano por mano y pie por pie; herida por herida, quemadura por quemadura». Un conflicto originalmente individual pasa a ser un enfrentamiento grupal. Ambos bandos se van haciendo cada vez más numerosos conforme más y más neandertales se unen a ellos, ya sea por la sed de sangre, la gloria o la protección que ofrece el grupo. Robert Nozick llamó a este tipo de organización una «asociación de protección mutua»:

En un estado de naturaleza un individuo puede, por sí mismo, imponer sus derechos, defenderse, exigir compensación y castigar (o, al menos, intentarlo lo mejor que pueda). Otros, a su llamada, pueden unírsele en su defensa. Pueden unírsele para repeler a un atacante o para perseguir a un agresor, ya sea porque tienen espíritu cívico, porque son sus amigos, porque fueron ayudados en el pasado, porque quieren que él les ayude en el futuro, o a cambio de algo. Grupos de individuos pueden formar asociaciones de protección mutua: todos responderán a la llamada de cualquier miembro en defensa o exigencia de sus derechos. La unión hace la fuerza.
Foto de Elan Magazine
Ser miembro de uno de estos grupos significa para cada individuo obtener protección, pero también implica apoyar a los demás en sus luchas. Esto conlleva tiempo y esfuerzo así que es lógico, en virtud de la división del trabajo, que solo algunos individuos se dediquen a proporcionar servicios de protección a tiempo completo. Pasamos así de asociaciones de protección mutua en las que todos colaboran a agencias de protección donde sólo algunos hacen el trabajo. Los neandertales pueden pagar a estas asociaciones de protección por sus servicios de la misma forma que se puede contratar a un guardaespaldas.

Nozick razonó que el número de agencias de protección se reduciría rápidamente a solo una que monopolizaría el uso de la violencia. Su argumento es que, desde el punto de vista económico, a las agencias les convendría más fusionarse o resolver sus disputas mediante la cooperación que luchando. Por otra parte, cuanto más grande sea una agencia mayor protección puede ofrecer y, en consecuencia, más clientes tendrá. Así es como surge, a través de una mano invisible, el Estado mínimo (ibídem Nozick):

De la anarquía, por la presión de agrupaciones espontáneas, asociaciones de protección mutua, división del trabajo, presiones del mercado, economías de escala e interés propio racional, surge algo que se parece mucho a un Estado mínimo o a un grupo de Estados mínimos geográficamente diferentes. ¿Por qué este mercado es distinto de otros mercados? ¿Por qué surgiría un virtual monopolio en este mercado, sin la intervención gubernamental que en otro lugar lo crea y lo mantiene? El valor del producto comprado, protección contra otros, es relativo: depende de lo fuertes que sean los otros. Sin embargo, a diferencia de otros productos que son comparativamente evaluados, no pueden coexistir unos servicios de protección máxima en competencia. La naturaleza de los servicios lleva a las agencias no sólo a competir por el patrocinio de clientes, sino que también las lleva a violentos conflictos entre sí. También, puesto que el valor del producto menor al máximo declina desproporcionadamente con el número que compra el producto máximo, los clientes no se mantendrán decididos por el menor bien y las agencias en competencia serán atrapadas en una espiral descendente.
La Unión Europea puede entenderse como una asociación de protección dominante. En el mundo actual todavía hay bandos más o menos delineados que luchan entre sí política, económica y militarmente. Es lógico, a consecuencia de ello, que en un «estado de naturaleza» global los países más pequeños quieran asociarse para hacer frente común frente a las grandes potencias. Esta es, según Jordi Molins, una de las grandes ventajas de la UE:

Pero a pesar de todo, «Europa» es una solución útil a un problema real. Y por lo tanto, es posible que tenga éxito. ¿Por qué es una solución útil? Por diversos motivos.

Primero, por una razón esencial que domina el mundo pero que, a menudo, no destacamos lo suficiente en nuestra opinión pública: la geoestrategia. Durante décadas, el mundo ha estado dominado por un poder monopolar: el mundo occidental, Estados Unidos y Europa Occidental. Pero como se puede morir de éxito, otras partes del mundo han copiado nuestros modelos de gestión (el capitalismo, el análisis de coste-beneficio, la democracia) y se han vuelto eficientes. En otras palabras, vamos hacia un mundo multipolar. China, la India, Rusia, Irán, Arabia Saudita, Turquía, Sudáfrica, Brasil, México... cada parte del mundo tendrá, cada vez más, un centro regional de poder, el cual no podrá ser ignorado por el resto.

Y, por lo tanto, las mesas de interlocución mundiales, donde se repartirá el pastel, cada vez importarán más. A los europeos nos falta una voz fuerte, nítida y, especialmente, con legitimidad, que no se pueda dudar que surge del pueblo europeo en su conjunto.
Si los europeos no hablamos con una única voz, sostiene Molins, las superpotencias negociarán con cada nación europea por separado, quizá enfrentándolas, para lograr hacer lo que mejor convenga a sus intereses. Si queremos evitar que los demás nos fuercen a hacer lo que no queremos hacer no queda otra opción que delegar parte de nuestro poder hacia una institución supranacional que pueda hacer prevalecer los intereses de sus miembros en los conflictos mundiales.

Adicionalmente, en el caso de Europa –continúa este autor– la unión económica abre la posibilidad de que el euro se convierta en una moneda de reserva a nivel mundial. Finalmente, algunos países europeos son demasiado pequeños para gestionar ciertos problemas (ibídem Molins):

Por ejemplo, la gestión de los puertos europeos no se puede realizar de manera eficiente desde un punto de vista únicamente nacional. Cuando nos enfrentamos con poderes tan temibles como China, debe haber una única voz que pueda hablar en nombre de todos los puertos europeos, desde Algeciras hasta El Pireo o Róterdam. Por ejemplo, cuando hablamos de infraestructuras energéticas, la decisión de qué nos conviene más, si el Nord Stream, el South Stream, Nabucco u otra solución —que requiere, por un lado, cruzar la geografía de varios países europeos y no europeos, y por otro, negociar con delicadeza pero con firmeza con países fuertes dentro de este mundo multipolar, como por ejemplo Rusia, Turquía o Irán—, no se puede tomar de manera aislada, desde un punto de vista estrictamente nacional, sino que hay que tener en cuenta una visión europea, e incluso, paneuropea.
Un Estado grande, o una unión de los mismos, puede verse entonces como un sindicato. A las empresas les interesa negociar los salarios individualmente mientras que los trabajadores tienen mayor poder de negociación cuando se unen y defienden sus intereses de forma común. Toda asociación mutua trae aparejada sus propios problemas de coordinación, eso es cierto, pero insistimos en ellas porque sabemos que la unión hace la fuerza necesaria para proteger nuestros derechos, defender nuestros intereses e integridad, exigir compensaciones o aplicar castigos.

Continuará.

lunes, 18 de julio de 2016

El tamaño importa (II)

Suiza: un país con una economía exuberante gracias al chocolate negro y al dinero negro. Suiza tiene el segundo mayor PIB per cápita nominal del mundo y ocupa el tercer puesto en el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas. No es miembro de la Unión Europea pero su gobierno ha firmado varios acuerdos bitalerales con la UE y participa en el Espacio de Schengen, el conjunto de países europeos que han abolido los controles en las fronteras comunes. Además forma parte de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA, por sus siglas en inglés) junto con otros países que prefirieron no ingresar en la Unión Europea.

Foto de Benjamin Stäudinger
Con una población ligeramente superior a los ocho millones de personas, se trata del segundo Estado Federal más antiguo del mundo después del norteamericano. Su sistema político se rige sobre la base del republicanismo y la subsidiaridad, tratando de establecer un equilibrio entre los intereses del Estado en su conjunto y los intereses de los Estados miembros, los cantones. Cada cantón tiene su propia constitución y, aunque la legislación cantonal debe respetar el marco normativo del derecho Federal, todas las leyes federales deben ser aprobadas por los cantones. Los ciudadanos pueden decidir a través de mecanismos directos y participativos sobre asuntos municipales mediante la convocatoria de asambleas comunales. Se podría decir que es un país gobernado de abajo arriba.

Suiza es para muchas personas un modelo a seguir por múltiples razones. Quizá su sistema de gobierno, uno de los más descentralizados de la OECD, sea la causa de su estabilidad económica y política, y de su éxito como país:

It is not quite true that the Swiss do not have a government. What they do not have is a large central government, or what the common discourse describes as “the” government—what governs them is entirely bottom-up, municipal of sorts, regional entities called cantons, near-sovereign mini-states united in a confederation. There is plenty of volatility, with enmities between residents that stay at the level of fights over water fountains or other such uninspiring debates. This is not necessarily pleasant, since neighbors are transformed into busybodies—this is a dictatorship from the bottom, not from the top, but a dictatorship nevertheless. But this bottom-up form of dictatorship provides protection against the romanticism of utopias, since no big ideas can be generated in such an unintellectual atmosphere [...]. But the system produces stability—boring stability—at every possible level.
Tal vez ese sea el mejor sistema: un conjunto de municipios autogobernados asociados entre sí. Esta organización, según Taleb, está más en línea con nuestros orígenes biológicos, es más estable a nivel global (aunque menos a nivel local) y evita todos los problemas típicos de los grandes estados centralizados que enumeramos en el artículo anterior. Desafortunadamente, un sistema así difícilmente funcionaría a gran escala (ibídem Taleb):

It is not scalable (or what is called invariant under scale transformation): in other words, if you increase the size, say, multiply the number of people in a community by a hundred, you will have markedly different dynamics. A large state does not behave at all like a gigantic municipality, much as a baby human does not resemble a smaller adult. The difference is qualitative: the increase in the number of persons in a given community alters the quality of the relationship between parties. Recall the nonlinearity description from the Prologue. If you multiply by ten the number of persons in a given entity, you do not preserve the properties: there is a transformation. Here conversations switch from the mundane—but effective—to abstract numbers, more interesting, more academic perhaps, but, alas, less effective.
Jared Diamond, autor de la conocida obra Armas, gérmenes y acero, discute cuatro razones por las que las sociedades formadas por cientos de miles de personas no pueden organizarse como una horda o una tribu, a saber: resolución de conflictos, toma de decisiones, razones económicas y problemas de espacio. Tal como escribe:

En una horda, en la que todos están estrechamente emparentados con todos, personas emparentadas simultáneamente con las dos partes contendientes se interponen para mediar en las disputas. En una tribu, en la que muchas personas siguen siendo familiares cercanos y todo el mundo al menos conoce a todo el mundo por su nombre, los familiares mutuos y los amigos mutuos median en las disputas. Pero una vez que se ha traspasado el umbral de «varios cientos», por debajo del cual todo el mundo puede conocer a todo el mundo, el creciente número de diadas se convierte en pares de extraños no emparentados. Cuando dos extraños luchan, pocas personas presentes serán amigos o familiares de ambos contendientes, con interés personal en detener la lucha. [...] De ahí que una sociedad grande que continúe dejando la resolución de los conflictos a todos sus miembros tenga garantizada la explosión.

[...] Una segunda razón es la creciente imposibilidad de tomar decisiones de forma comunitaria a medida que aumenta el tamaño de la población. La toma de decisiones por toda la población adulta sigue siendo posible en los poblados de Nueva Guinea de tamaño bastante reducido como para que las noticias y la información lleguen rápidamente a todo el mundo, para que todo el mundo pueda escuchar a todo el mundo en una junta general de la aldea, y para que todo aquel que desee hablar en la asamblea tenga la oportunidad de hacerlo. Pero todos estos requisitos previos para la toma de decisiones comunitaria llegan a ser inalcanzables en las comunidades mucho más grandes.

[...] Una tercera razón tiene que ver con consideraciones de tipo económico. Toda sociedad requiere un medio para transferir productos entre sus miembros. [...] En las sociedades pequeñas que tienen pocos pares de miembros, las necesarias transferencias de productos resultantes pueden organizarse directamente entre pares de individuos o familias, mediante intercambios mutuos. Pero las mismas matemáticas que hacen ineficiente la resolución directa de conflictos en lo que respecta a pares en las sociedades grandes hace que sean también ineficientes las transferencias económicas directas entre pares.

[...] Una última consideración que exige una organización compleja para las grandes sociedades tiene que ver con la densidad de población. Las sociedades grandes de productores de alimentos tienen no sólo más población en número, sino también una densidad de población más alta que las pequeñas hordas de cazadores-recolectores. [...] A medida que la densidad de población aumenta, el territorio de esa población con tamaño de horda de unas decenas de personas quedaría reducido a una pequeña superficie, donde cada vez más necesidades de la vida habrían de obtenerse fuera de la zona. Por ejemplo, no se podrían dividir los escasos 40 000 km2 de Holanda y sus 16 millones de habitantes en 800 000 territorios individuales, cada uno de 5 ha y que sirviera de hogar a una horda autónoma de veinte personas que quedarían confinadas de manera autosuficiente dentro de sus 5 ha, aprovechando ocasionalmente una tregua temporal para llegar hasta las fronteras de su minúsculo territorio con el fin de intercambiar algunos productos comerciales y novias con la horda siguiente.
De hecho, incluso Suiza ha tendido a la agregación en los últimos tiempos. En 1999, las autoridades federales reunieron a los veintiséis cantones en siente mancomunidades, siendo una de las razones para ello el hecho de que muchos problemas conciernen a la nación entera y algunos asuntos no se pueden delegar a las autoridades locales.

Parece, pues, que el propio tamaño de una nación determina (al menos en parte) su sistema político. Si queremos un gran país, de decenas o cientos de millones de personas, acabaremos con un gobierno centralizado y una burocracia grande y lenta. Por el contrario, un país pequeño puede evitar esos problemas gracias a un gobierno descentralizado, con la ventaja añadida de que los ciudadanos pueden participar de manera más directa en las tareas legislativas.

Por lo que hemos visto hasta ahora, un sistema político pequeño y descentralizado parece más ventajoso en teoría. Si dichos sistemas permiten organizarse de forma más estable y eficiente ¿por qué molestarse en un proyecto como la Unión Europea? (aparte, claro está, de para evitar más guerras en el continente). Si bien los estatutos de la UE impiden una centralización al estilo estadounidense lo cierto es que se tiende a la uniformidad legislativa, especialmente en asuntos fiscales. Como hemos visto durante la crisis financiera, Bruselas ejerce un gran poder sobre los ciudadanos de todos los países miembros. ¿Por qué renunciar a un gobierno cercano, descentralizado, ágil y de participación más directa en favor de uno supranacional, centralizado, burocrático y lejano?

Continuará.

lunes, 11 de julio de 2016

El tamaño importa (I)

No, no vamos a hablar de sexo ni de genitales humanos. En lugar de eso aprovecharemos que el brexit pasa por Europa para reflexionar sobre el tamaño ideal de un Estado, un tema infinitamente más interesante que el sexo. ¿Verdad?

Imagen de Guy Sie
La hipotética salida del Reino Unido de la Unión Europea, su causa y su desenlace, plantea interesantes preguntas sobre política, economía y democracia. Muchos creen que los ciudadanos de aquel país se han disparado en el pie votando a favor de la salida. Las razones para ello son variadas aunque las que más he visto repetirse tienen que ver con el fin del libre tránsito de personas y las consecuencias económicas. Sin embargo, hay también muchas personas que creen que el fin de esta asociación es buena cosa. Los argumentos de estos últimos son de corte liberal o anarquista y se centran en los problemas que supone una gran nación o conjunto de naciones, haciendo especial énfasis en dos áreas: eficiencia y libertad individual.

Para algunos, los Estados-nación actuales están abocados a su desintegración mientras que la pequeña ciudad-estado sería la forma natural de organización política. El reducido tamaño de las segundas les permite evolucionar más rápidamente, probar cosas nuevas a menudo y, en definitiva, progresar más rápido. Eso sería posible porque es más fácil poner de acuerdo a un pequeño conjunto de personas que a millones de ellas lo cual se traduce (teóricamente) en más agilidad burocrática y legislativa, más competitividad y mayor eficacia.

Para otros, el problema de las grandes naciones o supra-naciones es la concentración del poder político:

The concentration of power is a great enemy of liberty.Political power (if it exists) should be as decentralized as possible. The further away the power center from the individual, the harder it is to change it. If the centralization of power reaches a global scale, it becomes impossible to change.
Naturally, those who have a lust for power also have a lust for global government. Britain's vote threw a major monkey wrench into the scheme.
Porque ello limita la libertad de los individuos:

¿Por qué no una UE con un gobierno fuerte? ¿Qué riesgo puede haber en su deriva cada vez más intervencionista? La fusión de Estado y sociedad nos impide entender la peligrosa relación que hay entre la extensión del Poder y la preservación de la libertad del individuo (sociedad).

[...] la unificación política puede suponer un peligro para la integración de las sociedades a través de una tendencia hacia la cartelización de las políticas públicas y, por tanto, a través de la falta de competencia entre Estados, lo que agranda su intervencionismo y los vuelve más poderosos sobre el individuo (la sociedad).
En la Unión Europea ambos problemas son reales. Los ciudadanos votamos para elegir a nuestros gobernantes a nivel nacional pero luego estos representantes se asocian y trabajan con instituciones cuyos dirigentes no son elegidos democráticamente: el Banco Central Europeo, la Comisión Europea, el Consejo Europeo, etcétera. Así, hay quien sostiene que «la Unión Europea está gobernada por 2.000 personas que no son elegidas, y pasan de unos puestos a otros sin responsabilidad sobre sus decisiones, que afectan a millones de personas». A la falta de responsabilidad democrática se une el problema de la centralización del poder político, fenómeno que facilita el trabajo de los grupos de presión y suele desembocar en corrupción y malversación de fondos públicos. Finalmente, están los problemas de la eficiencia ya comentados: burocracias grandes y lentas, así como parálisis en las decisiones por falta de acuerdos.

Es posible que las dificultades mencionadas se deban a que los humanos no estamos diseñados por la naturaleza para funcionar en grupos muy grandes y diversos. Como todos sabemos, los conflictos interpersonales son inevitables incluso en grupos pequeños. Cuanto mayor es la sociedad mayor es también la cantidad de desencuentros, con la desventaja añadida de que los miembros de dicha sociedad no se conocen personalmente entre ellos. Esto hace que el prójimo se convierta en una idea ajena, abstracta, incapaz de activar en nosotros las emociones que provoca la empatía. Nos aleja del mal ajeno y anestesia nuestro sentido de la responsabilidad, fenómeno especialmente grave cuando se produce en los funcionarios que nos gobiernan. Tal como explica Nassim Taleb:

[B]iology plays a role in a municipal environment, not in a larger system. An administration is shielded from having to feel the sting of shame (with flushing in his face), a biological reaction to overspending and other failures such as killing people in Vietnam. Eye contact with one’s peers changes one’s behavior. But for a desk-grounded office leech, a number is a just a number. Someone you see in church Sunday morning would feel uncomfortable for his mistakes—and more responsible for them. On the small, local scale, his body and biological response would direct him to avoid causing harm to others. On a large scale, others are abstract items; given the lack of social contact with the people concerned, the civil servant’s brain leads rather than his emotions—with numbers, spreadsheets, statistics, more spreadsheets, and theories.

There is another issue with the abstract state, a psychological one. We humans scorn what is not concrete. We are more easily swayed by a crying baby than by thousands of people dying elsewhere that do not make it to our living room through the TV set. The one case is a tragedy, the other a statistic. Our emotional energy is blind to probability. The media make things worse as they play on our infatuation with anecdotes, our thirst for the sensational, and they cause a great deal of unfairness that way. At the present time, one person is dying of diabetes every seven seconds, but the news can only talk about victims of hurricanes with houses flying in the air.
Cuanto menos se parezcan las costumbres o formas de pensar de los otros miembros de la comunidad a las nuestras, más improbable es que los ayudemos. Esto no sería un problema si no fuera porque, como hemos visto durante la crisis financiera, en ocasiones los ciudadanos de algunos países se ven forzados a hacer sacrificios en favor de los habitantes de otras naciones cuyos problemas no conoce o no le importan. Sabemos de sobra que cuando hay que sacrificarse cada cual quiere llevar el agua a su molino. El economista austríaco Friedrich Hayek señaló este problema mientras los europeos aún se mataban unos a otros en la Segunda Guerra Mundial:

Se puede persuadir fácilmente ala gente de cualquier país para que haga un sacrificio a fin de ayudar a lo que considera como «su» industria siderúrgica o «su» agricultura, o para que en el país nadie caiga por debajo de un cierto nivel de vida. Cuando se trata de ayudar a personas cuyos hábitos de vida y formas de pensar nos son familiares, o de corregirla distribución de las rentas o las condiciones de trabajo de gentes que nos podemos imaginar bien y cuyos criterios sobre su situación adecuada son, en lo fundamental, semejantes a los nuestros, estamos generalmente dispuestos a hacer algún sacrificio. Pero basta parar mientes en los problemas que surgirían de la planificación económica aun en un área tan limitada como Europa occidental, para ver que faltan por completo las bases morales de una empresa semejante. ¿Quién se imagina que existan algunos ideales comunes de justicia distributiva gracias a los cuales el pescador noruego consentiría en aplazar sus proyectos de mejora económica para ayudar a sus compañeros portugueses, o el trabajador holandés en comprar más cara su bicicleta para ayudar a la industria mecánica de Coventry, o el campesino francés en pagar más impuestos para ayudar a la industrialización de Italia?

En realidad, el número y la gravedad de los conflictos no sería un problema si no fuera porque carecemos de buenos sistemas para resolverlos, un hecho que cualquier persona puede constatar en una reunión de vecinos o en un grupo de WhatsApp. La deliberación pública, aquella en la que todo el mundo puede escuchar a todo el mundo, así como hablar cuando lo desee, es impracticable a nivel nacional. Recordemos, además, que cuando las personas hablamos de política no buscamos la verdad, sino convencer al otro.
Continuará.