lunes, 27 de noviembre de 2017

Pues qué bien (I)

Siempre que leo un libro anoto los datos que me resultan curiosos, las anécdotas interesantes y cualquier cosa graciosa. Es de esa colección de donde salen los contenidos de artículos como el de la semana pasada. Por qué lo guardo y por qué se lo hago llegar, no estoy seguro de saberlo. Seguramente a muy poca gente le interese saber que los osos tienen (durante su hibernación) altos niveles de colesterol, tanto del «malo» como del «bueno», y que las enfermedades cardíacas son poco frecuentes en los plantígrados. De hecho, la reacción más entusiasta de quien acaba de conocer este hecho probablemente sea encogerse de hombros y murmurar para sí «pues qué bien». Pero a mí me encantó saberlo.

Foto de Victor Carreon
Que yo recuerde siempre he sido así, aficionado a pequeñas píldoras de conocimiento sin utilidad práctica. Uno de mis blogs favoritos de la década anterior era curiosoperoinutil.com, un entretenido rincón donde se publicaban explicaciones científicas a hechos cotidianos (por ejemplo: ¿por qué la ropa mojada transparenta?) y datos curiosos en abundancia. Similar en espíritu pero más actual es pictoline.com, donde la información se presenta de forma visual para una digestión más fácil. En ambos casos, como les digo, se trata de información inútil para la vida diaria. Saber por el mero placer de saber.

Ahora bien, recordar datos, hechos y explicaciones no equivale automáticamente a conocimiento. Consideremos el caso de los datos, esto es, las cifras crudas. Es costumbre periodística presentar informaciones (especialmente numéricas, aunque no necesariamente limitadas a este tipo) cuya precisión y veracidad no quieren decir nada relevante. Josu Mezo, el autor de Malaprensa, llama a esto anecdatos:

Uno de los peligros que acechan al periodista es el de dar a las anécdotas mayor trascendencia de la que tienen. Los fenómenos sociales, como los naturales, no siguen ritmos absolutamente regulares, sino que tienen rachas, o bandazos, periodos más o menos cortos en los que se acumulan casos de un determinado fenómeno, o por el contrario, escasean esos mismos casos, sin que haya ningún motivo particular que lo explique. Desgraciadamente, no es infrecuente que un sólo evento espectacular, o una pequeña racha sea tratada en los medios como si reflejara algún tipo de tendencia, sin reconocer que se trata de una simple anécdota.
La manifestación más habitual de los anecdatos son números absolutos pequeños que se comparan solo con el año anterior. Esto lleva a inferencias erróneas porque, como escribe Mezo, las cifras pueden oscilar considerablemente por mero azar. Si, pongamos por caso, el año pasado hubo cuarenta casos de lo que sea y este año solo ha habido cuarenta, sostener que hay una tendencia a la baja sería una afirmación demasiado atrevida (y probablemente incorrecta).

Los datos sin contexto son una de las formas más fáciles de mentir con estadísticas. Consideremos, verbigracia, aquel estudio que encontró miles de bacterias en los teclados de una universidad. ¿Significa eso que deberíamos empezar a teclear con guantes de látex? Sin ser experto en enfermedades infecciosas creo que, a menos que tengan un sistema inmune deprimido y se dediquen a lamer el teclado y comerse lo que sale de él cuando se agita boca abajo, están a salvo. Lo que quiero decir es que el número de bacterias por sí mismo puede ser cierto pero irrelevante, pues lo que nos importa realmente es saber qué riesgo para la salud supone un teclado lleno de microbios, y eso depende también (por lo que yo sé) del tipo de bacteria y de la facilidad que tenga de abrirse paso en nuestro organismo. Quizá se entienda mejor con un ejemplo a modo de broma: da igual cuántos millones de bacterias mortales moren en el teclado de ese compañero de oficina que dedica su jornada a tomar café, pues no tendrán la oportunidad de subirse al huésped.

Otro ejemplo de datos sin contexto. Es un hecho que hubo más víctimas mortales en accidentes aéreos en 2014 que en 1960. ¿Significa eso que volar es cada vez menos seguro? Como ya sabrán, para responder a eso debemos considerar también el número de vuelos que tuvieron lugar cada año, el número de kilómetros recorridos por cada aeronave, el número de viajeros, etcétera. En este caso lo que necesitamos son proporciones, no números desnudos:

Calculating proportions rather than actual numbers often helps to provide the true frame. [...] News reports showed that 2014 was one of the deadliest years for plane crashes: 22 accidents resulted in 992 fatalities. But flying is actually safer now than it has ever been. Because there are so many more flights today than ever before, the 992 fatalities represent a dramatic decline in the number of deaths per million passengers (or per million miles flown). On any single flight on a major airline, the chances are about 1 in 5 million that you’ll be killed, making it more likely that you’ll be killed doing just about anything else—walking across the street, eating food (death by choking or unintentional poisoning is about 1,000 times more likely). The baseline for comparison is very important here. These statistics are spread out over a year—a year of airline travel, a year of eating and then either choking or being poisoned. We could change the baseline and look at each hour of the activities, and this would change the statistic.
Número de muertes o heridos, personas infectadas, empleos creados o destruidos, días de espera para ser operado, hectáreas quemadas en incendios... todos los datos necesitan ser comparados (con otras poblaciones, con otros años, con otros números totales) para ser comprendidos.

Los datos sin contexto pueden llevarnos a conclusiones equivocadas. ¿Puede ocurrir lo mismo con otras informaciones? ¿Es posible hacer deducciones erróneas a partir de hechos ciertos? Ustedes ya saben que sí. De hecho, es una de las herramientas clásicas de la propaganda política: airear los logros y esconder los errores para generar una opinión favorable hacia nosotros y hacer lo opuesto para crear rechazo hacia el contrario. O mostrar datos y hechos simplemente para centrar la conversación en lo que nos interesa, a sabiendas de que lo que vemos es todo lo que hay.

Esto es tan conocido que no requiere mayor comentario. Sencillamente viene a confirmar que, para obtener conocimiento, necesitamos no solo la información en sí, sino también el contexto adecuado para procesarla.

Continuará.

lunes, 20 de noviembre de 2017

Más curiosidades

Hace más de un año que no publicamos un artículo con datos curiosos pero inútiles, de esos que solo pueden servir para dar conversación, resolver un crucigrama o ganar un quesito en el Trivial Pursuit. Trataré hoy de pagar esa deuda mediante las píldoras correspondientes en los párrafos que siguen.

Imagen de Roy Blumenthal

  • Originalmente, el aeropuerto George Bush de Houston tenía la recogida de equipaje situada al lado de las puertas de embarque. Después de que muchos pasajeros se quejaran de lo mucho que tardaban en recoger sus maletas las cintas transportadoras fueron alejadas del punto de llegada de los viajeros, de manera que estos tuvieran que andar unos minutos antes de poder recoger sus bártulos. Esto hizo que las quejas disminuyeran enormemente pues la gente percibía ahora el tiempo de espera como menor. [Fuente]

  • En Estados Unidos, un gramo de cocaína pura cuesta prácticamente lo mismo que hace dos décadas (alrededor de ciento ochenta dólares) a pesar de la destrucción anual de casi el cincuenta por ciento de las plantaciones de coca. Ello se debe en parte a las mejoras en la producción: mientras que anteriormente se necesitaba una hectárea de tierra en Colombia para producir 4,7 kilos de cocaína pura, actualmente se estima que la misma cantidad de terreno puede producir más de 7,7 kilos (un sesenta por ciento más). [Fuente]

  • Durante la navidad de 1981 las fuerzas de la ley de Estados Unidos interceptaron un avión sobre el cielo de Florida que portaba más de novecientos kilos de cocaína. Los traficantes arrojaron su carga al mar, parte de la cual fue encontrada más tarde flotando en las aguas del Golfo de Méjico por unos pescadores. Aquello les dio una idea a los narcotraficantes: en lugar de descargar la mercancía en el aeropuerto la lanzarían al mar para que fuera recogida más tarde por botes. Así, comenzaron a investigar las corrientes marítimas y a hacer envíos de prueba en las Bahamas, utilizando harina en lugar de cocaína. De esta manera pudieron perfeccionar el arte de envolver la mercancía de tal forma que no se rompiera al golpear la superficie del agua. [Fuente]

  • En octubre de 1982, Felipe González ganó las eleciones generales y fue elegido presidente de España. La celebración tuvo lugar en el hotel Palace de la capital y a ella acudió el conocido narcotraficante Pablo Escobar en nombre de la Cámara de Representantes de Colombia. [Fuente]

  • La fricción con el aire de un coche de Fórmula Uno es tan alta que el mero hecho de levantar el pie del acelerador genera la misma fuerza de desaceleración que una frenada de emergencia realizada en un Porsche 911 a toda marcha (alrededor de 1G). [Fuente]

  • En la salida de una carrera de Fórmula Uno los conductores tratan de reaccionar lo más rápido posible al apagado de las luces rojas que da inicio al gran premio. Para evitar que ningún competidor pueda anticiparse las luces no se apagan siempre en el mismo momento, sino tras un intervalo de tiempo aleatorio de hasta cinco segundos. [Fuente]

  • Los beneficios económicos de la Fórmula 1 provienen de fuentes diversas: derechos televisivos, patrocinadores, etcétera. La mitad de dichos beneficios va a parar a los bolsillos del Formula One Group y sus accionistas, y la otra mitad se distribuye entre los equipos participantes. Cuantos más puntos gana un equipo en el campeonato, más puntos recibe. Empero, esa no es la única regla vigente, ya que hay también acuerdos individuales. Así, en 2016 el equipo Ferrari obtuvo más dinero que Mercedes a pesar de que este último ganó el campeonato del mundo de constructores. Ello se debió a que Ferrari recibe un «pago Ferrari» mientras que equipos como Mercedes y Williams deben contentarse con un «pago histórico» de menor cuantía. [Fuente]

  • Solemos reírnos más por la tarde y por la noche, una tendencia más marcada entre los jóvenes. Las mujeres suelen reírse menos a medida que envejecen, pero no los hombres. Por otra parte, las mujeres se ríen más durante una conversación. Según un estudio del psicólogo Robert Provine, las mujeres que hablan con otras mujeres ríen el doble que los hombres hablando con otros hombres, y también se ríen más en conversaciones mixtas. [Fuente]

  • La principal fuente de financiación de los equipos de las grandes ligas europeas es el endeudamiento, que puede llegar a suponer más del ochenta y uno por ciento de los recursos financieros. Muy pocos clubes resultan rentables, y la gran mayoría son deficitarios a pesar de ser sociedades anónimas. Las deudas no solo se contraen para financiar costosos fichajes sino también para paliar el propio déficit, es decir, para pagar deudas viejas. [Fuente]

  • En Google, la búsqueda «sexless marriage» es tres veces y media más frecuente que «unhappy marriage» y ocho veces más común que «loveless marriage». [Fuente]

  • Las barras de progreso de las interfaces gráficas actuales fueron inventadas por Brad A. Myers en 1985 [Fuente]. Myers presentó su creación («percent-done progress indicators») en una conferencia dedicada a la interacción humana con los ordenadores. En su investigación pidió a cuarenta y ocho estudiantes que hicieran búsquedas en una base de datos y calificaran su experiencia. El sesenta y ocho por ciento de los encuestados dijeron que les gustaban aquellas barras, incluso aunque no fueran precisas: preferían ver una barra a no ver nada. [Fuente]

lunes, 6 de noviembre de 2017

El infierno

A veces encuentras perlas de sabiduría cuando menos te lo esperas. Por ejemplo, estás viendo un programa de humor sobre la convivencia y el actor y guionista conocido como Ignatius Farray dice:

Me parece que lo contrario de vivir no es morir; lo contrario de vivir es convivir. [...] Si estás solo es el tedio, si estás con gente es el sufrimiento. Ninguna de las dos opciones vale. O sea, no estamos equipados para la felicidad.
Para quienes carecemos de habilidades sociales la convivencia es, efectivamente, sufrimiento. A este respecto, el filósofo existencialista Jean-Paul Sartre es bien conocido por su afirmación «el infierno son los otros» (L'enfer, c'est les autres). Su filosofía y su obra literaria tratan con cinismo las relaciones interpersonales:

Sartre subraya la ansiedad que nos provoca la relación con los demás y la manera en que ésta puede coartar la autonomía del individuo. Si bien considera las relaciones sociales como enormes fuentes de conflicto y preocupación, Sartre destaca igualmente el hecho de que resultan esenciales para nuestro ser.
[...] Sartre destaca cómo los otros con frecuencia nos irritan y estorban, y afirma que las relaciones existentes entre los individuos son relaciones esencialmente “conflictivas”.
Foto de Kent Barrett
Su obra de teatro A puerta cerrada ilustra el lado oscuro de las relaciones personales. El personaje de Garcin es ejecutado por desertor y va al infierno. Allí descubre con asombro que dicho lugar nada tiene que ver con la imagen estereotipada de fuego y azufre. En lugar de ello, se trata simplemente de una habitación cerrada, sin ventanas y apenas decorada. Dos mujeres, Inés y Estelle, entran más tarde a la habitación. Ninguno de los tres puede dormir ni pestañear. No hay escapatoria ni descanso: se sienten los unos a los otros continuamente. Nadie es torturado y, aún así, todos sufren. La obra refleja que «la existencia es un infierno y el hecho de que haya que compartirla con otros es lo que la hace infernal».

De acuerdo con el análisis de Jennifer L. McMahon al que pertenece la cita anterior, Sartre ofrece tres motivos por los que los demás despiertan en nosotros sentimientos negativos. El primero es que las personas representan obstáculos potenciales para nuestra libertad (ibídem McMahon):

Según Sartre, sin la intromisión de los otros, el individuo está naturalmente inmerso en la existencia, en particular en la tarea de obtener aquellos objetos del entorno que desea y necesita. Más que pensar en su experiencia, está embebido en ella, por lo que actúa sin reflexionar. La aparición del otro, como explica el filósofo, saca al individuo de este estado original en el que está absorto. Y la aparición del otro no sólo resulta sorpresiva, sino también amenazante. Y los otros resultan una amenaza porque en la vida los individuos deben procurarse los recursos pertinentes para su supervivencia. Y debido a que no existe una cantidad infinita de los recursos por los que luchamos para sobrevivir y satisfacernos, los otros, esencialmente, nos resultan competencia, son competidores más que colaboradores nuestros.
La segunda razón es que los demás tienden a reducirnos a la condición de objetos en el sentido más básico de la palabra, esto es, una amalgama de carne y hueso. Eso choca con la forma en que nos vemos a nosotros mismos, más como una mente que como un cuerpo. Sería poco controvertido decir que preferimos que los demás nos consideren como seres pensantes y sensibles antes que como entidades físicas, pero la mayor parte de esa masa que llamamos «la gente» no está por la labor de darnos el gusto (ibídem McMahon):

Gracias a sus miradas y sus observaciones verbales, la gente nos recuerda —con frecuencia de manera hiriente— que somos seres tangibles, por ejemplo cuando critican nuestro peso, cuando opinan sobre nuestra estatura o miran con desaprobación la forma en que vestimos. (Dosificamos a la gente, en esencia, porque no tenemos —no podemos tener— la experiencia de sus mentes y sólo podemos percibirlos e interactuar con ellos, ante todo, como objetos. Y el hecho de ser un objeto es inquietante porque, saberse una cosa concreta, limita claramente la libertad que se tiene de ser o de hacer cualquier cosa y es característico de la conciencia humana el resistirse a todo tipo de limitación impuesta desde fuera.
La tercera razón que da Sartre es que los otros nos privan de nuestro sentido de dominio y primacía. No nos gustan quienes tienen creencias, valores y costumbres radicalmente diferentes de las nuestras. Tampoco nos gusta que se resistan a que obtengamos algún beneficio de ellos (no hay más que pensar en la cantidad de veces que criticamos el egoísmo de los demás). Los otros son desquiciantes de la misma forma que lo es ese hijo rebelde que nunca obedece.

Sartre reconoce que, a pesar del sufrimiento que nos generan, necesitamos a los demás. Nos hacen falta para desarrollarnos física y psíquicamente, para hacer florecer nuestro repertorio emocional, nuestra moral, nuestra identidad y nuestro lenguaje (ibídem McMahon):

[L]os seres humanos necesitan de los otros, no sólo en el evidente sentido físico, sino también en el sentido psicológico, de formas más sutiles, mas no por ello no menos importantes. Mientras que los demás generan ansiedad, también definen quiénes somos. Desde la infancia hasta la muerte, nuestras relaciones con los demás forman nuestra personalidad y ayudan a determinar el verdadero potencial que tenemos como individuos. Aún cuando los demás pueden hacernos rabiar, aprovecharse de nosotros e incluso ponernos en peligro, son también esenciales para nuestro ser. Nos ayudan a vernos tal cual somos y ese es un esfuerzo que, aunque a veces atroz, de hecho aumenta nuestra libertad al hacernos más conscientes. Sirviéndose de una metáfora médica, Sartre afirma que el mundo está “infectado” por los otros.
También necesitamos a los otros, añado yo, para alcanzar muchos de nuestros objetivos, dado el entrelazamiento de las actividades humanas en el mundo moderno. Como dijo el anterior presidente de los Estados Unidos Barack Obama en uno de sus discursos:

If you were successful, somebody along the line gave you some help. There was a great teacher somewhere in your life. Somebody helped to create this unbelievable American system that we have that allowed you to thrive. Somebody invested in roads and bridges. If you've got a business – you didn't build that. Somebody else made that happen. The Internet didn't get invented on its own. Government research created the Internet so that all the companies could make money off the Internet.

The point is, is that when we succeed, we succeed because of our individual initiative, but also because we do things together. There are some things, just like fighting fires, we don't do on our own. I mean, imagine if everybody had their own fire service. That would be a hard way to organize fighting fires.
No podemos olvidar tampoco que, como suele decirse, somos animales sociales. Se cree que la oxitocina y las neuronas espejo (cuya existencia está en entredicho, dicho sea de paso) son productos de la evolución para sostener y facilitar la coordinación y la cooperación de un grupo. También existen en nuestro interior circuitos de recompensa que se activan cuando nos relacionamos con otros seres humanos. Quienes mejor entienden esto son las personas extrovertidas, aquellas que segregan dopamina a raudales cuando están rodeadas de amigos. Hay amplia literatura psicológica respecto a cómo nuestras relaciones sociales influyen en nuestra felicidad. Por tanto, los otros son tanto el infierno como el cielo.

Si el infierno son los otros quizá las redes sociales y los sistemas de mensajería instantánea sean la negra barca de Caronte. Por un lado, facilitar las interacciones sociales aumenta las probabilidades de conflicto (¿alguien ha dicho Twitter?). Por otro, si bien es cierto que como individuos necesitamos la atención de los demás e interactuar con ellos, la observación constante de nuestra persona que es posible actualmente equivale a la situación en la que se encontraban los personajes de la obra de Sartre, aquella en la que no podemos escapar del escrutinio ajeno.

Tengamos en cuenta además, que, de media, la gente tiene más amigos en Facebook que en el mundo físico. Las listas de «amigos» en dicha red social tienden a estar pobladas de simples conocidos (antiguos compañeros de clase o de trabajo, amigos de la infancia a los que no hemos vuelto a ver, amigos de amigos de amigos con los que coincidimos un día en una fiesta). De acuerdo con Seth Stephens-Davidowitz, esas personas son las que más probablemente tengan puntos de vista diferentes a los nuestros. En otras palabras: la mayor parte de nuestros followers y contactos de Facebook son a nosotros lo que Inés y Estelle son a Garcin.

Afortunadamente, la participación en las redes sociales es, por ahora, voluntaria. Hasta que llegue el momento, mucho me temo, en que la presión social nos obligue a entrar en ese infierno virtual, so pena de ser tildados de raritos.