lunes, 26 de diciembre de 2016

Un año de libros (edición 2016)

Este año de lectura ha sido un tanto atípico por cuanto el grueso del tiempo lo he dedicado a libros técnicos relacionados con mi trabajo. Del resto, varios libros son demasiado áridos o pesados como para recomendarlos, por muy interesante que sea el tema del que tratan, y otros, entretenidos pero banales. Les dejo mis recomendaciones de este año recordándoles como siempre que la lista entera está disponible en nuestra estantería de Anobii.

Foto de Moyan Brenn


“The Master Algorithm: How the Quest for the Ultimate Learning Machine Will Remake Our World”, de Pedro Domingos. Tomen esta recomendación con precaución ya que, aunque se trata de un libro dirigido al público general, veo difícil que un lego en la materia pueda apreciar o comprender siquiera todo el texto. Domingos habla en esta obra sobre la búsqueda un algoritmo de machine learning universal que unifique los existentes hasta la fecha, el equivalente a la teoría de la unificación en física o el programa de Langlands en matemáticas. Es un buen libro para conocer la materia y la evolución de la misma sin toparse con fórmulas matemáticas.

Weapons of Math Destruction: How Big Data Increases Inequality and Threatens Democracy, de Cathy O'Neil. Este libro complementa perfectamente al anterior. Mientras Domingos hace una loa (desde mi punto de vista) exagerada de la inteligencia artificial, O'Neil expone en su obra el lado oscuro de la misma materia. Como herramientas que son, los algoritmos pueden usarse para hacer el bien o para hacer el mal, y un uso incorrecto puede tener consecuencias no deseadas para la sociedad, desde perpetuar diversos tipos de discriminación hasta someter a las personas a profecías autocumplidas basadas en fórmulas opacas y nunca revisadas.

“¿Hacienda somos todos? Impuestos y fraude en España, de Francisco de la Torre. Cuando se trata de cumplir con las obligaciones del fisco los españoles sabemos que aquí cada cual defrauda en la medida que puede, desde las sociedades pantalla hasta las facturas en negro. Este libro cuenta los tipos más frecuentes de fraude, los problemas de la Agencia Tributaria para realizar su trabajo y los efectos de las subidas de impuestos en la recaudación. Hay pasajes ininteligibles para quien no tenga cierto conocimiento previo del asunto pero, en líneas generales, sirve para hacerse una idea de cómo funcionan (o mejor dicho, cómo no funcionan) los impuestos en España.

“Españopoly: Cómo hacerse con el poder en España (o, al menos, entenderlo), de Eva Belmonte. Como escribe César Vidal, el capitalismo castizo que domina en nuestro país se basa en la proximidad al poder, siendo la forma de prosperar el favor al poder político. Resulta que muchos de estos favores y sus devoluciones se pueden ver en el BOE. Y eso es lo que hace Eva Belmonte: leerlo y exponer la red social de captura de rentas imperante.

“The science of the Tour de France, de James Witts. Me topé con este libro de casualidad y fue una agradable sorpresa. El ciclismo es uno de los deportes que practicaba regularmente de pequeño y que he seguido como aficionado a lo largo de los años. Esta obra analiza los avances que han tenido lugar durante los últimos diez o quince años en lo atinente a nutrición, modos de entrenamiento, ropa y bicicletas producto del avance de la ciencia y la tecnología. Imprescindible para entender el ciclismo moderno.

lunes, 19 de diciembre de 2016

El esqueleto

Yo estudié en un colegio de frailes y luego en uno de monjas. Huelga decir que el adoctrinamiento cristiano se incrementaba por estas fechas, desde el comienzo del Adviento hasta el inicio de las vacaciones navideñas. Y aún así, a pesar de (o precisamente por) haber pasado dieciocho años bajo la tutela de religiosos, he acabado por convertirme en ateo y olvidando en qué consistía eso que llaman «el verdadero espíritu de la Navidad». Creo recordar que tenía que ver con la caridad, la generosidad y otros valores católicos por el estilo.

Para estar seguro he consultado un portal católico, en el que se puede leer:

Navidad NO ES LA CELEBRACION DE UNA FECHA, SINO DE UN HECHO, el nacimiento del Salvador, evento absolutamente decisivo en la historia de la salvación. Es entonces una conmemoración del significado de ese hecho.
[...] Nosotros, los beneficiados con este hecho, tenemos no solamente motivos sino una verdadera obligación de celebrarlo.
Como lo importante es el significado, todo lo anterior se resume en que debemos ser conscientes de que hubo un día en el que Dios encarnado llegó a nuestras vidas, las cuales deben estar listas para fructificar bajo su luz ("Yo soy la luz del mundo" dijo Jesús en Jn 8, 12), de aquí que la temporada de adviento sea de penitencia y reflexión (ese es el sentido del color morado en los trajes de los sacerdotes en las misas, el mismo color de la cuaresma).
Foto de Augusto dos Santos
Concluyen los autores de ese artículo que el verdadero significado de la Navidad es el nacimiento del Mesías, cuyo alumbramiento anula «el sacrificio antiguo y una ley profanada por preceptos humanos» e instaura un nuevo sacrificio perfecto «para regocijo y salvación de toda la humanidad». Los cristianos, dicen, celebran hechos, no fechas, en este caso «el hecho de Aquel que no cabe en el universo quiso nacer de una virgen en este pequeño planeta del inmenso universo para reconciliar al hombre con su Creador». Como es menester, no dejan sin mencionar eso otro que se conoce como la «Navidad consumista»:

Navidad es una fiesta que está bajo un ataque tremendo en estos últimos tiempos. Santa Claus ha tomado el lugar de Jesús-niño y el mall o el centro comercial ha tomado el lugar del templo. Que (sic) triste que el Domingo antes de Navidad los estacionamientos de las Iglesias estén vacíos y en los centros comerciales sea una hazaña encontrar un lugar donde estacionar el automovil (sic). Dice la Palabra de Dios:"Donde está tu tesoro, allí esta tu corazón" (Mat.6:21) ¿Dónde está tu corazón? ¿En un centro comercial?…. ¿Cuando llegue la tribulación a tu vida, a donde vas a ir a buscar consuelo y paz? ¿Al centro comercial?
Navidad es una fiesta de cumpleaños donde se le compran regalos a todos menos al niño que se festeja. Donde se hace una fiesta y no se invita al homenajeado, donde hoy -tristemente- se trata de que no se mencione el nombre del niño que nació, su nombre es Jesús.
Es la misma letanía que tuve que oír cada año hasta que entré en la universidad. No creo que me equivoque si digo que poco han avanzado en este aspecto.

Me resulta curioso cómo hay que recordarles a los seguidores de una doctrina el verdadero significado de sus prácticas. John Stuart Mill escribió:

Examinando cómo profesan el cristianismo la mayoría de los creyentes se ve hasta qué punto doctrinas intrínsecamente aptas para producir la más profunda impresión sobre el espíritu pueden permanecer en él como creencias muertas, sin ser nunca comprendidas por la imaginación, el sentimiento o la inteligencia. [...] Todos los cristianos practicantes las consideran sagradas y las aceptan como leyes. Sin embargo, no es exagerado decir que no más de un cristiano entre mil guía o juzga su conducta individual con referencia a estas leyes.
Según Mill, los acólitos de una doctrina religiosa reciben sus máximas y preceptos de algún libro sagrado o un portavoz oficial de la sabiduría infalible pero, al final, dejando a un lado los más devotos, el grueso de las personas utiliza como modelo de conducta las costumbres de su país y clase social. Las investigaciones en psicología social parecen confirmar esto. Por tanto, si la costumbre social dicta que la Navidad consiste en colocar adornos, cenar en familia e intercambiar preseas, así será. La cuestión entonces es: ¿por qué desaparece el verdadero significado de la doctrina? ¿Cómo se pasa de una práctica llena de significado a un esqueleto esperpéntico de la misma?

Para el filósofo inglés la razón es que los seguidores de la doctrina son receptores pasivos de la misma, es decir, se les transmite las conclusiones pero no el proceso que llevó a ellas. Los sermones desde el púlpito dan la máxima acuñada, sin opción de discutirla. Por tanto, los feligreses (ibídem Mill):

Nunca se han colocado en la posición mental de aquellos que piensan de manera diferente que ellos ni han considerado lo que estas personas puedan tener que decir; y, por consiguiente, no conocen, en el sentido propio de la palabra, la doctrina que ellos mismos profesan. Desconocen de ella aquellas partes que explican y justifican el resto; las consideraciones que muestran cómo un hecho, aparentemente contradictorio con otro, es conciliable con él, o que de dos razones, aparentemente fuertes, una debe ser preferida. Son extraños a toda esta parte de la verdad, la cual decide y determina el juicio de los espíritus bien informados
Ausente la discusión, concluye, «no sólo se olvidan los fundamentos de la opinión, sino que con harta frecuencia es olvidado también su mismo sentido». Y continúa:

Las palabras que la expresan dejan de sugerir ideas o sugieren tan sólo una pequeña porción de aquellas para cuya comunicación fueron originariamente empleadas. En lugar de una concepción fuerte y una creencia viva sólo quedan unas cuantas frases conservadas por la rutina; y si algo se conserva del sentido es absolutamente la corteza y la envoltura, perdiéndose su más pura esencia.
Pero ¿por qué es importante la discusión de la doctrina? De acuerdo con Mill, porque no es lo mismo heredarla que adoptarla. Quienes la alumbran la sienten fuertemente y tratan de extenderla. Han de luchar constantemente para defenderse contra el mundo y convencer a los demás. Si tienen éxito en su tarea y su doctrina se impone, esta pasa a ocupar un lugar propio y la pugna cesa. Es entonces cuando decae la fuerza vital de la creencia, detiene su progreso y cesa su expansión. Finalmente, se extingue progresivamente:

Con frecuencia oímos a los maestros de todos los credos lamentarse de la dificultad de mantener en el espíritu de los creyentes una concepción viva de la verdad que nominalmente reconocen, de modo que pueda penetrar en el sentimiento e influir así realmente en la conducta. No se quejan de tal dificultad mientras el credo está luchando todavía por su existencia; entonces hasta los combatientes más débiles saben y sienten por lo que luchan y la diferencia entre su doctrina y la de los demás. [...] Pero cuando se ha convertido en un credo hereditario, que es recibido pasivo, no activamente —cuando la inteligencia deja de ser compelida a ejercer en el mismo grado que al principio sus fuerzas vitales sobre las cuestiones que su fe la presenta—, se produce una tendencia progresiva a olvidar de la creencia todo, excepto los formulismos, o a darla un torpe y estúpido asentimiento, como si aceptarla como materia de fe dispensara de la necesidad de realizarla en la conciencia, o de comprobarla por medio de la experiencia personal, hasta que llega a perder toda relación con la vida interior del ser humano. Entonces se ven esos casos, tan frecuentes en nuestra época que casi forman la mayoría, en los que el credo permanece como al exterior del espíritu, petrificándole contra toda influencia dirigida a las partes más elevadas de nuestra naturaleza; manifestando su poder, en no tolerar que ninguna convicción nueva y viva se produzca en él, pero sin hacer él mismo otra cosa por la inteligencia o el corazón que montar la guardia, a fin de conservarlos vacíos.
Si el razonamiento de Mill es correcto entonces podríamos concluir que la Navidad ha sido víctima de su propio éxito. Al ser una costumbre heredada durante siglos ya no tiene arraigo en los creyentes ordinarios, quienes «conservan un respeto habitual hacia su fondo, pero carecen del sentimiento que salta de las palabras a las cosas, fuerza al espíritu a tomarlas en consideración y las hace conforme a la fórmula». Al limitar las discusiones intelectuales a un grupo de elite (sacerdotes, imanes o equivalente) las religiones se disparan en el pie. Es por eso que Mill daba tanta importancia a la discusión de las creencias por parte de todo el mundo.

España es un país mayoritariamente católico así que no tengo apenas contacto con otras religiones. Me pregunto si los judíos tendrán los mismos problemas con hanukkah, o los musulmanes con el ramadán. Me pregunto también si los fieles que viven en países donde su creencia es minoritaria y castigada están más cerca de celebrar el verdadero significado de su fiesta sagrada.

Sea como sea, sí creo que quienes han heredado una costumbre la tienen en menor estima que sus creadores. Al haber vivido siempre bajo su influencia la dan por supuesta, como si se tratara de un fenómeno natural. Eso, mucho me temo, hace que olvidemos que hay que estar constantemente alerta para defender los progresos obtenidos hasta la fecha (por ejemplo, los derechos humanos y las formas de gobierno protectoras de tales derechos) so pena de que estos mueran y solo queden los huesos.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Por qué el tiempo vuela

Ayer vi Deadpool, uno de los estrenos de este año. En ella se hace referencia al agente Smith, el villano de la trilogía The Matrix, cuya primera película se estrenó en 1999. Eso significa que hay personas a punto de cumplir la mayoría de edad que no existían en este planeta cuando Neo tomó la pastilla roja. Yo, por mi parte, recuerdo perfectamente el día que fui a verla al cine. No me sentía tan viejo desde que, visitando el Museo de Ciencia y Tecnología, vi expuestos distintos aparejos informáticos que yo había usado casi a diario... con dieciocho años.

Por otro lado, la semana pasada anduve buscando algunas referencias en el blog y me quedé desconcertado una vez más por la manera en que el transcurso del tiempo está distorsionado en mi memoria. Tenía la sensación de haber escrito sobre algoritmos e inteligencia artificial este año cuando lo cierto es que eso fue el año pasado. No es la primera vez que reviso algunos artículos pasados y pienso: «caramba, si eso lo escribí ayer prácticamente» cuando en verdad fue hace dos o tres años. Este fenómeno se conoce como telescopia:

En 1955, el estadístico norteamericano Gray descubrió una peculiaridad en las respuestas de las encuestas. Al controlar la exactitud de las respuestas a preguntas del tipo: «¿Cuántas veces ha visitado usted a su médico de cabecera en los últimos dos años?», se evidenciaba que los encuestados sobrestimaban la frecuencia. La causa era que incluían también las visitas realizadas justo antes de estos dos años. Es decir, que Gray constató que por lo general las personas creen que los sucesos son más recientes de lo que lo son en realidad. Este fenómeno ha suscitado muchas investigaciones y se le dio un nombre [...]: telescopia.
Y además ya estamos en Diciembre. Otro año que toca a su fin a velocidad pasmosa. Verdaderamente el tiempo vuela... a partir de cierta edad.

Hay un maravilloso libro de Douwe Draaisma sobre cómo la vida parece acelerarse a medida que envejecemos que no puedo recomendarles lo suficiente. En sus páginas se analiza a través de bellas historias cómo funciona la memoria y sus fallos de funcionamiento. Lo leí allá por 2008, con veintiséis años. En el tiempo transcurrido desde entonces he experimentado en primera persona el fenómeno que trata de explicar y que no es nada obvio antes de los veinticinco.

Una posible explicación para este enigma podría ser que el paso de tiempo es relativo al total de nuestra vida, de manera que los mismos trescientos sesenta y cinco días son una fracción mucho mayor para un infante que para un octogenario:

El filósofo francés Paul Janet sugirió en 1877 que la longitud aparente de un periodo en la vida de una persona guarda relación con la longitud total de la vida. Es decir, un niño de diez años experimentaría un año como una décima parte de su vida, mientras que un hombre de cincuenta como una décima parte.
Según explica Draaisma en su obra, para William James, el padre de la psicología, esta no era una explicación sino una descripción. Él atribuía el aparente acortamiento de los años a

la monotonía del contenido de la memoria y la resultante simplificación de la mirada retrospectiva. Durante nuestros años de juventud tenemos alguna experiencia totalmente nueva cada hora del día, subjetiva u objetivamente, la capacidad de comprensión está viva, la capacidad de retención es fuerte, y nuestros recuerdos de esa época, al igual que las impresiones que hacemos durante un viaje rápido y movido, tienen múltiples ramificaciones y formas, y son detallados. Pero cada año que pasa, parte de esta experiencia se convierte en una rutina automática de la que apenas somos conscientes. Los días y las semanas se diluyen en nuestro recuerdo hasta convertirse en unidades carentes de contenido. Los años se vacían y se derrumban.
Foto de Dimitrios Zampelis
Esta explicación es, al parecer, bastante popular. Me la he encontrado varias veces en redes sociales y blogs. Sin embargo, a mí no termina de convencerme. Desde pequeño he tenido una vida monótona y rutinaria, así que no estoy tan seguro de que el número de experiencias totalmente nuevas haya cambiado tanto a lo largo de mi existencia. De hecho, en mi caso, he experimentado muchas más cosas nuevas y vitalmente relevantes por primera vez a partir de los veinticinco, pues en mi biografía muchos elementos importantes (los viajes, el trabajo, el amor) aparecen tarde en la historia. Y aún así, tengo la impresión de que el tiempo se va acelerando.

Personalmente, las explicaciones que más me convencen respecto a este cambio en la experiencia subjetiva del tiempo son las que tienen que ver con el ritmo al que funciona el cerebro según la edad. Mis sospechas están basadas en un curioso dato, a saber, que casi todos los grandes avances en investigación matemática son llevados a cabo por jóvenes menores de veinticinco años:

[S]egún apunta el eminente matemático Alfred Adler: «La vida matemática de un matemático es corta. Rara vez se progresa más allá de los veinticinco años. Si poco se ha logrado hasta entonces, poco se logrará jamás».
«Los jóvenes demuestran los teoremas, los ancianos escriben los libros», observó G.H. Hardy en su libro
A mathematician's apology (Autojustificación de un matemático). «Ningún matemático olvida jamás que las matemáticas son un juego de juventud. Sirva como pequeña muestra que el promedio de edad para el ingreso en la Royal Society es menor en matemáticas».
Y así, Niels Henrik Abel realizó su mayor aportación con diecinueve años. Evariste Galois, a los quince. Srinivasa Ramanujan entró en la Royal Society con treinta y un años por los progresos logrados en su juventud. Albert Einstein formuló su celebérrima ecuación E = mc2 con veintiséis. Etcétera.

Es posible que hoy en día la temprana fecha caducidad de los matemáticos sea más una leyenda que un hecho, pero lo que es innegable es que nuestro cerebro está más despierto durante las dos o tres primeras décadas de vida. En esos años las emociones son más intensas, nuestros sentidos más agudos, nuestros reflejos más rápidos y nuestra memoria es mejor. Debido al envejecimiento, nuestros sentidos se abotargan, el sistema nervioso funciona más despacio y nuestra memoria se deteriora:

[E]s en general cierto que casi todo el mundo ha perdido memoria ya a los treinta años. Pero el déficit no se puede, por lo normal, detectar a menos que se hagan tests. Para medir la memoria a corto plazo, por ejemplo, se prueba el recuerdo de una lista de 24 palabras. Cuando se le hace la prueba a una persona de veinte años lo normal es que tras un período determinado de tiempo recuerde catorce de ellas. Bajo las mismas condiciones una persona de cuarenta años puede recordar once; una de sesenta, nueve, y una de setenta sólo siete.
[...] Hay indicios de que también la memoria a largo plazo queda afectada. Pero parece que la mayor parte del problema no se debe a la  pérdida irreversible del recuerdo de hechos concretos, sino a unos sistemas deteriorados de recuperación de los recuerdos.
Los cambios en nuestra memoria podrían ser claves para entender por qué parece que el tiempo vuela. Para el filósofo francés del siglo XIX Jean-Marie Guyau la vivencia del tiempo era una cuestión de «óptica interna». Enumeró algunos factores que influyen en dicha óptica, tales como la intensidad de nuestras percepciones y de las imágenes en nuestra memoria, la cantidad, la variación, la atención con que son observadas y las emociones asociadas. Así:

Para Guayu, la longitud aparente de un periodo, al volver la vista atrás, viene determinada por el número de diferencias claras e intensas que percibimos en los sucesos que recordamos. Por ello, los años de nuestra juventud nos parecen tan largos y los de la vejez tan cortos.
Por tanto, si al envejecer el ritmo de nuestros relojes biológicos se ralentiza (como parece ser el caso) es plausible que ello produzca una aceleración subjetiva en la percepción del tiempo. Un cerebro en su cénit fisiológico puede guardar más imágenes en la memoria y reproducirlas a una velocidad mayor que uno vetusto. Como ocurre con un vídeo de Youtube, mayor velocidad de reproducción equivale a menor intervalo de tiempo de principio a fin.

Puedo aportar aquí otra anécdota personal que sirve de ilustración. Como tantos niños de mi generación, fui acérrimo seguidor del anime Captain Tsubasa (Oliver y Benji en su traducción española). Quienes seguimos esa serie recordamos muchas de sus peculiaridades, siendo unas de las más destacadas la exagerada longitud del campo de fútbol y lo lenta que transcurría la acción. Al evocar aquellos dibujos nos reímos de cómo podían tardar varios capítulos en llegar de una portería a otra o, simplemente, en tirar a puerta.

Yo he vuelto a ver esa serie de mayor, ya con más de treinta años. ¿Saben qué fue lo que pensé tras ver los primeros cien capítulos de nuevo? «Vaya, va todo mucho más rápido de lo que recordaba». Efectivamente, la velocidad a la que transcurre la acción es bastante superior a lo que creía. Esa reminiscencia de lentitud exagerada ¿se debe a que media hora es una eternidad para un niño de siete años? ¿A que me sumergía en esa serie con los cinco sentidos? ¿O es porque al ir bromeando sobre el tema el recuerdo se ha ido distorsionando, guardándose deformado en mi memoria?

Aún no sabemos con certeza por qué nuestra percepción del tiempo cambia con la edad. Otras explicaciones alternativas a las aquí mencionadas son analizadas en distinto grado en el libro de Draaisma. Lo que parece claro, no obstante, es que todo tiene que ver con nuestra memoria.

Es curioso. Si pienso simplemente «ya es Diciembre otra vez» tengo la sensación de que el año ha pasado volando. Sin embargo, si hago inventario mental de todo lo que ha sucedido desde Enero, la impresión cambia. La muerte de David Bowie, verbigracia, se me antoja lejana en el tiempo. Lo mismo me ocurre con mi síncope en la oficina o con la marcha de mi jefe. Dependiendo de cómo lo mire puedo ver un océano de tiempo o un solo instante.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Grasa (y III)

Antes de entrar en materia haré mías las palabras de Scott Adams y les recordaré que nunca es buena idea aceptar consejos de un bloguero cualquiera, y es cien veces menos aconsejable si el tema es la salud. Hecha la descarga de responsabilidad, sigamos hablando de las grasas.

Foto de Cristian
Empezaremos por lo más fácil, concretamente por ese tipo de grasa que solo tiene desventajas: las total o parcialmente hidrogenadas. Este tipo de lípido, ingrediente común de la margarina y la bollería industrial entre otros, contiene ácidos grasos trans, los cuales se consideran dañinos para la salud (causantes de enfermedades coronarias y diversos tipos de cáncer) independientemente de la dosis, por lo que no hay un nivel de consumo que pueda calificarse como «seguro» (igual que ocurre con el tabaco). Debido a sus riegos, estos aceites han ido desapareciendo de los alimentos. En Estados Unidos, la FDA dio en 2015 un plazo de tres años para su eliminación de todos los alimentos. En Europa, países como Dinamarca, Austria, Hungría e Islandia han limitado por ley su presencia a meras trazas, mientras que la Comisión Europea trabaja en una prohibición a nivel de la Unión.

Si las grasas hidrogenadas son un «no» rotundo, su opuesto es el aceite de oliva. Obsérvese que hablamos de aceite de oliva en concreto y no de grasas monosaturadas en general, siendo la razón que no se sabe con certeza si las propiedades cardioprotectoras de este alimento se deben a su perfil lipídico o a sus antioxidantes.

Entremos a continuación en la zona nublada y gris, allí donde se mezclan ciencia, supersticiones, ideologías y grupos de presión. Consideremos, verbigracia, las grasas de origen animal, las cuales son frecuentemente saturadas. ¿Son perjudiciales para la salud cardiovascular?

Quienes dicen que no tienen de su parte (entre otros) a Siri-Tarino cuyo metaanálisis de veintiún estudios que incluyeron a 347.747 pacientes concluyó: «no significant evidence for concluding that dietary saturated fat is associated with an increased risk of CHD or CVD [cardiovascular disease]». Los del bando contrario tienen a T. Colin Campbell, uno de los directores del estudio China–Cornell–Oxford Project cuyos resultaron publicaron en el libro The China Study. En dicho libro los autores afirman: «eating foods that contain any cholesterol above 0 mg is unhealthy».

Aquí es donde el debate se pone interesante. Campbell puso en entredicho el método de Siri-Tarino:

Campbell notes the practice of replacing high-fat animal foods with low-fat animal foods, which is common in the studies analyzed by Siri-Tarino: “If one kind of animal-based food is substituted for another, then the adverse health effects of both foods, when compared to plant-based foods, are easily missed.” Discussing the Nurses' Health Study, a well-known study analyzed in Siri-Tarino, and which employed methodology typical of Siri-Tarino's other subject studies, Campbell writes:
It is the premier example of how reductionism in science can create massive amounts of confusion and misinformation, even when the scientists involved are honest, well-intentioned and positioned at the top institutions in the world. Hardly any study has done more damage to the nutritional landscape than the Nurses' Health Study, and it serves as a warning for the rest of science for what not to do.
Para mayor escarnio, el metaanálisis mencionado fue financiado por el National Dairy Council cuyo interés es, obviamente, demostrar que la grasas saturadas de la leche y el queso no solo no son nocivas sino que tienen efectos saludables. Súmenle a ello la ironía en la muerte del doctor Atkins:

In 2002, the Atkins Diet's founder and chief proponent had a heart attack. Rather than let the ailing physician recover in peace, critics seized the opportunity to speak out against the low-carb, high-fat diet he had followed for years. Atkins denied his diet was to blame, instead citing a chronic infection. But when bad luck visited the doctor again the following year and he died after a serious fall, the coroner's report noted that he had a history of heart attacks, congestive heart failure, and high blood pressure—all associated with eating too much saturated fat.6 He was six feet tall and weighed 258 pounds at death, yielding a body mass index of 35 and placing him in the severely obese category. The Atkins Diet may not have single-handedly killed its founder and chief proponent, but it seems to have caused a number of life-threatening health problems likely to have killed him eventually.
Por otro lado, el estudio de Campbell tiene sus propios problemas, como el hecho de tratarse de un estudio epidemiológico y de no haber sido publicado en una revista revisada por pares (críticas a las que el propio Campbell respondió). También hay cierta polémica existente alrededor de la muerte de Atkins,  con testimonios que afirman que su peso en el momento de la muerte era debido a un edema.

Podríamos seguir así eternamente. Elijan su filosofía (vegetariana, carnívora, vegana, paleo) y, como siempre, encontrarán muchos estudios para sustentarla. Es un ejemplo perfecto de cómo la ciencia y su incertidumbre puede adaptarse a gusto del consumidor. Como dice Scott Adams:

[L]a nutrición se presenta como una ciencia, pero en realidad en torno al 60 por ciento no es más que un cúmulo de chorradas, suposiciones, hipótesis incorrectas y marketing.

En ciertas áreas reducidas, la ciencia nutricionista es razonablemente sólida. Los investigadores saben que las embarazadas necesitan vitamina E. Sabemos que la vitamina C es necesaria para evitar el escorbuto. Y los datos sugieren cosas positivas sobre la vitamina D. Existen otras vitaminas que también son claramente beneficiosas. Pero si se fija en cualquier estantería llena de productos con vitaminas y minerales en una tienda, la mayoría de ellos no se ha estudiado hasta el punto en que usted querría teniendo en cuenta que son productos para la salud.
Es imposible saber con precisión qué debe comer y con cuánta frecuencia debe hacerlo. La ciencia nutricionista está increíblemente incompleta. Como mucho, podrá evitar los errores dietéticos evidentes.
Parece que aún no sabemos lo suficiente sobre el efecto de las grasas en la salud. Las grasas saturadas son aún controvertidas, en parte porque hay muchos tipos de las mismas, por lo que si se estudian conjuntamente pueden obtenerse conclusiones equívocas. Lo mismo puede decirse del colesterol. Además, dejando a un lado los aceites, los lípidos no suelen ingerirse aisladamente sino que forman parte de una carne, pescado, fruto seco o vegetal cuyos otros componentes también afectan a la salud. Por ejemplo, aunque las grasas saturadas fueran inocuas el hecho es que la carne roja procesada es probablemente carcinógena. Por otro lado, cada cual tiene su propia fisiología, enfermedades, antecedentes familiares y estilo de vida.

Para poder aislar todas las variables mencionadas y lograr una conclusión sólida se necesitan muchísimos más estudios pero, por desgracia, probablemente gran parte de ellos sean financiados por gente con algún tipo de agenda. Igual que ocurre en la industria farmacéutica los productores de alimentos pagan sus propias investigaciones cuyos resultados (¡oh, sorpresa!) siempre les son favorables.

Mientras la niebla se dispersa aquellos que estamos preocupados por nuestra alimentación haremos lo que entendemos como mejor según el conocimiento que tenemos. Para mí, eso significa eliminar los alimentos procesados y mis queridos dulces, incluyendo los deliciosos postres que prepara mi hermana. También debería comer más legumbre y menos carne, probablemente. Más allá de eso, toda opción parece debatible y carente de garantías.