En un pasaje del programa, el presentador Luis Alfonso Gámez acude a la facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad del País Vasco. Ninguno de los alumnos de la clase en la que entra pondría la mano en el fuego por que el hombre llegó a la luna. Una de las estudiantes dice:
«No podemos saberlo, o sea, se supone que somos científicos, no..., o sea, no podemos hacer elucubraciones de la nada ¿no? Digo yo. O sea, me lo puedo creer o no me lo puedo creer, pero no puedo decir "vale, me lo creo" y no tener ninguna base ¿no?»Después tiene lugar este diálogo entre el periodista y otro alumno incrédulo:
«- Yo si no voy ahí y no cojo una piedra yo mismo yo no les voy a creer.Tras ver el programa anduve días preguntándome cómo sabemos que sabemos, si podemos saber realmente algo, etc. Mi único contacto con la epistemología fue en la asignatura de filosofía del instituto, en la que se me quedó como definición de saber aquello para lo que hay pruebas subjetivas y objetivas a favor. Pero esa vaga definición no parecía implicar que yo sabía que Nueva York existe. Las pruebas supuestamente objetivas como mapas, etc. podrían estar manipuladas. ¿Qué seguridad puedo tener de que los mapas son correctos, de que no es una gran conspiración global? Si no he visto ninguna roca lunar ¿cómo puedo saber realmente que el hombre estuvo allí? Aunque la viera ¿sabría reconocerla? ¿Podría estar seguro de que no me están dando gato por liebre? El hecho de verla y tocarla ¿implica conocimiento? ¿Acaso no puede uno «ver» cosas que no suceden realmente, como cuando mi amigo el mago hace aparecer y desaparecer cosas delante de las narices de seis personas?
- O sea que tú no crees en nada en lo que no hayas estado tú directamente implicado. Nueva York no existe.
- Sí existe.
- ¿Pero tú has estado en Nueva York?
- ¿Eh?
- ¿Has estado en Nueva York?
- No.
- ¿Entonces por qué dices que existe?
- Pues porque lo he visto en mapas, porque está contrastado, y todas esas cosas.»
Resulta que ocho meses después he encontrado algunas respuestas, algunas de las cuales yo mismo tuve y había olvidado. Entre los papeles viejos que revolví la semana pasada durante una limpieza hallé una disertación escrita por mí sobre para la clase de filosofía de bachillerato. En ella trataba precisamente esas dudas que había suscitado en mí el documental. Téngase en cuenta que en aquel momento tenía 16 años, así que el estilo no es muy bueno (tampoco es que haya mejorado mucho con el tiempo, vaya):
«"El saber no ocupa lugar", suele decirse, Esto es cierto si atendemos a la definición del saber. El saber es una creencia verrdadera y justificada o, lo que es lo mismo, es una opinión fundamentada tanto subjetiva como objetivamente. El intermedio entre el sabio, que ya posee el saber (si es que esto es posible), y por eso no lo busca; y el ignorante, que carece de saber hasta tal punto que ni siquiera lo echa de menos, es el filósofo. Éste aspira a saber, porque se percata de su ignorancia. Para lograr el saber, el filósofo puede servirse de varios métodos (empírico, racional, empírico-racional, trascendental, analítico-lingüístico o hermenéutico). Pero en un sentido general del término, ¿podemos llegar a saber? Si no, ¿qué es realmente saber?
Parece evidente que se puede llegara a saber. Sin embargo, podría pensarse lo contrario. Esto puede ocurrir si se identifica al saber con el conocimiento. En este caso, desde una postura escéptica que considera imposible obtener conocimientos fiables, la respuesta sería no. De este modo cabría preguntarse ahora qué es realmente el saber. Podría identificarse con realidad, a la cual no es posible llegar en tanto en cuanto no está claramente definida.
Éste planteamiento no es del todo sólido. Ello es debido a que conocer, en filosofía, es la actividad que tiene lugar cuando un sujeto aprehende un objeto sirviéndose de determinados medios. Ateniéndonos a esto, el saber no puede identificarse con el conocimiento, porque el saber no es un objeto. Y, completando la primera definición dada, el saber algo es poder dar razón de ello, está asociado a la demostración y lo demostrado no puede ser falso.»Quien quiera comprobar que el hombre llegó realmente a la luna puede replicar los pasos que Leonard, Sheldon y compañía llevaron a cabo en el capítulo S03E23 de la serie The Big Bang Theory. Todo lo que hay que hacer es apuntar un láser suficientemente potente a los reflectores que dejaron en la superficie del satélite los miembros de la tripulación del Apollo XI, y recoger el haz rebotado de vuelta. Como diría el presentador de Bricomanía: «fácil, fácil».