domingo, 15 de mayo de 2011

A por todas

William Louis Wallace es un antiguo luchador de full contact de la década de los 70. Lesionado en su pierna derecha, con la que no podía golpear, se centró en desarrollar su destreza con la pierna izquierda, utilizándola tanto para atacar como para defenderse. Su maestría con dicha extremidad le valió el apdodo de Superfoot, y fue campeón del mundo de la PKA durante quince años.

Tras lesionarse, Wallace lo tuvo claro: «para qué vas a ser mediocre con dos piernas si puedes ser muy bueno con una», decía. Se centró en su desarrollar aún más su punto fuerte. Él no creía que valiera la pena gastar tiempo y esfuerzo en poner su extremidad derecha a la par.

A Bill le fué bien así, pero es fácil darse cuenta del peligro que tiene poner todos los huevos en la misma cesta. ¿Y si no hubiera podido usar su pierna izquierda en un combate por alguna razón? ¿No habría estado perdido en ese caso?

¿Debemos centrarnos en desarrollar nuestros puntos fuertes o nuestros puntos débiles? Centrarse en los puntos fuertes puede ser menos frustrante, y quizá nos beneficiemos del efecto San Mateo. Sin embargo, es arriesgado invertir todo en un solo activo, como cualquier asesor financiero advertiría.

Consideremos el desarrollo de la personalidad. Yo, por ejemplo, soy muy pesismista. En palabras de A. J. Jacobs:
«I see the glass as half empty and the water as teeming with microbes and the rim as smudged and the liquid as evaporating quickly»
¿Debería tratar de cultivar el optimismo, o aceptar esa parte de mí y centrarme en desarrollar más aún alguna virtud que pueda tener?

Consideremos ahora el desarrollo profesional. Algunos amigos y compañeros míos de trabajo dedican todo su tiempo libre a seguir aprendiendo y practicando cosas relacionadas con su profesión. En lo suyo son de lo mejorcito. Pero ¿y si su trabajo pasa de moda? ¿Y si desaparece? Taleb recomendaba cultivar una disciplina alternativa precisamente por si se eso llegara a ocurrir. Así que ¿muy bueno en tu trabajo, o mediocre pero con una alternativa?

A mi juicio, no hay respuesta para este tipo de decisiones. Me siento paralizado, como aquel drogata de la película Training Day al que uno de los protagonistas amenaza apuntándole a los genitales, situándole ante una disyuntiva imposible:
«Anda, bájate los pantalones. Bájatelos. ¿Qué huevo prefieres? Te voy a dejar uno, ¿cuál quieres? Vamos hombre, decídelo. ¡Toma una decisión!»
Yo creo que elegiría el derecho. Es un poco más grande.