sábado, 12 de febrero de 2011

Punto final (Adendum)

Así que has decidido que quieres morir. ¿Y ahora qué? No hay nada como ponerse en harina para encontrar cuestiones que no te habías planteado.

Primero hay que elegir el método. Lo suyo sería elegir alguno que fuera indoloro, aunque hay gente para todo. También estaría bien que fuera rápido, no vaya a ser que te arrepientas, abortes la operación a la mitad y tengas que vivir con las secuelas el resto de tu miserable vida. Incluso se puede elegir el estilo. ¿Optas por un método «femenino» (pastillas, evenenamiento) o por uno «masculino» (armas de fuego, saltar al vacío)? La verdad es que la elección no es tan sencilla.

Creo que lo más eficaz son las armas de fuego. Una pistola de buen calibre puede reventar completamente el cráneo. Apuntando desde el punto más alto de la frente hacia atrás y hacia la nuca, la bala atravesaría todo el cerebro, que se asienta en tres escalones dentro de la cabeza. Probabilidad de fallo casi nula. Además es rápido, y supongo que indoloro. Sin embargo, la dificultad de encontrar un arma en algunos países lo hace poco práctico. 

Personalmente, descartaría ahorcarme, envenenarme o cortarme las venas. Son métodos que tienen más probabilidades salir mal, que tardan más en hacer efecto y que son más dolorosos (especialmente el envenenamiento -por ejemplo, con anticongelante-). Bastante has sufrido ya para decidir matarte como para encima seguir padeciendo mientras te vas por la posta. Si aún así alguien decide optar por la cuchilla, le recomiendo ir a por la arteria braquial en lugar de a por las venas de las muñecas. De nada.

Tampoco elegiría saltar al vacío, ni ser arrollado por un tren. No me imagino la sensación que debe ser arrepentirse de lo que estás haciendo a la altura del séptimo piso mientras te diriges sin remedio a la acera. Respecto a lo del tren, tampoco hay que jorobar a los demás solo porque tú seas un llorica; hay gente que tiene que ir a trabajar (aunque quién sabe, quizá más de uno se alegre de tener una excusa para no llegar a la oficina ese día).

Me parece que me quedo con las pastillas. Un cóctel adecuado de hipnóticos, miorrelajantes y ansiolíticos (diazepam con orfidal, por ejemplo) induce un estado de sueño y posterior parálisis de la respiración. Es algo parecido a la inyección letal con la que se ejecuta a los reos. En principio es indoloro, aunque tarda un poco en hacer efecto. Sin embargo, las drogas te inducen un delicioso estado en el que todo ta igual. Si añades alcohol a la mezcla el efecto es mayor y encima te vas «calentito».

No obstante, no todo son ventajas. Un error en la dosis por defecto y te despertarás en el hospital con el estómago lavado. Por contra, un exceso puede inducir el vómito (razón por la cual se podría añadir un antihemético a la mezcla; vas a necesitar mucha agua para tragarte todo eso). Además, ese tipo de medicinas solo se venden con receta. Claro que si actualmente estás en tratamiento por depresión puede que ya tengas el botiquín lleno de ellas. Eso que te ahorras. ¿A qué estás esperando? Adelante. Esperaré.

¿Sigues leyendo? Eres un cobarde. O más bien, aún no estás suficientemente desesperado. No pasa nada, tiempo al tiempo.

Imaginemos que lo has conseguido: estás muerto. ¿Y ahora? ¿Has pensado en quién encontrará tu cadáver? ¿En cómo se enterarán tus amigos y conocidos? ¿En lo que pensarán? ¿En cómo serán tu velatorio y tu funeral? ¿Qué pasará con todas las cosas materiales que acumulaste en vida? ¿Y con todas tus cuentas en páginas y servicios en Internet? Quizá estaría bien poner un aviso de «estaré fuera de la oficina» en tu cliente de correo electrónico, porque igual tardas un poco en contestar los mensajes que te vayan llegando (esto último me recuerda otro asunto que voy a obviar: la nota de suicidio).

Si has leído hasta aquí, puede que en realidad estés buscando una razón para seguir viviendo (o una excusa para justificar tu cobardía). Yo no puedo decirle a nadie que la vida es bella, o que tiene un montón de razones para vivir, o cualquier otro cliché. Lo único que se me ocurre es que suicidarse es (en algunos casos) un acto egoísta. Si hay gente que te quiere ¿por qué hacerles sufrir así? Tal vez pienses que estarían mejor sin ti pero ¿puedes decidir eso por ellos? ¿Te gustaría que ellos hicieran lo mismo?

Aunque, pensando globalmente, es posible que nuestro devastado y superpoblado mundo sea un lugar mejor sin ti, insignificante depredador humano. Como suele ocurrir en vida, debes decidir sin saber realmente lo que va a pasar o lo que pasaría de haber optado por la otra alternativa. ¿Qué crees? ¿Será esta tu última elección?