sábado, 26 de febrero de 2011

Diálogos

Frasier le había prestado a un compañero dos libros de «autoayuda». Martin lo vio y comentó:

-Esos libros no sirven para nada. Si de verdad fueran útiles, la gente no tendría problemas.
-Ese es un argumento estúpido -replicó Frasier-. ¿Acaso no hay dietas y planes de ejercicio que funcionan? Y, sin embargo, sigue habiendo gordos. Quizá el problema no sea que no funcionen, sino que sus enseñanzas no se apliquen.

Niles intervino.

-Aunque en el fondo estoy de acuerdo contigo, papá, concuerdo con Frasier en que tu forma de argumentar es pésima. Me enerva esa clase de razonamiento miope.
-¿Qué quieres decir con razonamiento miope?-, preguntó Martin.
-Me refiero a que tu conclusión no se sostiene, como ha evidenciado Frasier. Ocurre habitualmente en las conversaciones del día a día: se razona de forma pobre, ilógica, falaz sin perspectiva y sin ser consciente de los propios sesgos cognitivos.

Martin puso los ojos en blanco.

-Vale, ya he tenido suficiente. Me voy a por una cerveza.

El padre abandonó la habitación dejando solos a los dos hermanos.

-Hoy mismo me he encontrado otro ejemplo-, continuó Frasier, ignorando a su padre-. Un hombre que decía «si no quieren que vaya a más de 110 km/h en la autopista ¿por qué me venden un coche que puede ir a 240 km/h?». Es tan absurdo como preguntar «si no quieren que mate a nadie ¿por qué me venden un cuchillo tan grande?». Seguro que además es el mismo tipo de persona que pone el grito en el cielo cuando se le prohíbe fumar en bares y restaurantes.
-Bueno Frasier, ya sabes que las reglas personales no son transitivas, ni tiene que funcionar a nivel global; basta con que lo hagan localmente.
-Que la gente es hipócrita, quieres decir.
-Eso mismo.
-Lo peor es que este tipo de sandeces se usan como titulares. La mayoría de la gente toma como cierto todo lo que aparece publicado, sin el más mínimos espíritu crítico.
-Por lo general, los periodistas no tienen tiempo para pensar y, si les preguntas, probablemente te digan que no les pagan suficiente para ello.
-¿Sabes, Niles? Esto me recuerda aquellas palabras de William Harvey: «El vicio, demasiado corriente, de la época actual es exponer como verdades manifiestas lo que son meras fantasías, nacidas de la conjetura y del razonamiento superficial».
-Me temo que eso es tan cierto hoy día como lo era en el siglo XVII, cuando fueran escritas esas palabras.
-En fin. ¿Un jerez?
-Por favor.

sábado, 12 de febrero de 2011

Punto final (Adendum)

Así que has decidido que quieres morir. ¿Y ahora qué? No hay nada como ponerse en harina para encontrar cuestiones que no te habías planteado.

Primero hay que elegir el método. Lo suyo sería elegir alguno que fuera indoloro, aunque hay gente para todo. También estaría bien que fuera rápido, no vaya a ser que te arrepientas, abortes la operación a la mitad y tengas que vivir con las secuelas el resto de tu miserable vida. Incluso se puede elegir el estilo. ¿Optas por un método «femenino» (pastillas, evenenamiento) o por uno «masculino» (armas de fuego, saltar al vacío)? La verdad es que la elección no es tan sencilla.

Creo que lo más eficaz son las armas de fuego. Una pistola de buen calibre puede reventar completamente el cráneo. Apuntando desde el punto más alto de la frente hacia atrás y hacia la nuca, la bala atravesaría todo el cerebro, que se asienta en tres escalones dentro de la cabeza. Probabilidad de fallo casi nula. Además es rápido, y supongo que indoloro. Sin embargo, la dificultad de encontrar un arma en algunos países lo hace poco práctico. 

Personalmente, descartaría ahorcarme, envenenarme o cortarme las venas. Son métodos que tienen más probabilidades salir mal, que tardan más en hacer efecto y que son más dolorosos (especialmente el envenenamiento -por ejemplo, con anticongelante-). Bastante has sufrido ya para decidir matarte como para encima seguir padeciendo mientras te vas por la posta. Si aún así alguien decide optar por la cuchilla, le recomiendo ir a por la arteria braquial en lugar de a por las venas de las muñecas. De nada.

Tampoco elegiría saltar al vacío, ni ser arrollado por un tren. No me imagino la sensación que debe ser arrepentirse de lo que estás haciendo a la altura del séptimo piso mientras te diriges sin remedio a la acera. Respecto a lo del tren, tampoco hay que jorobar a los demás solo porque tú seas un llorica; hay gente que tiene que ir a trabajar (aunque quién sabe, quizá más de uno se alegre de tener una excusa para no llegar a la oficina ese día).

Me parece que me quedo con las pastillas. Un cóctel adecuado de hipnóticos, miorrelajantes y ansiolíticos (diazepam con orfidal, por ejemplo) induce un estado de sueño y posterior parálisis de la respiración. Es algo parecido a la inyección letal con la que se ejecuta a los reos. En principio es indoloro, aunque tarda un poco en hacer efecto. Sin embargo, las drogas te inducen un delicioso estado en el que todo ta igual. Si añades alcohol a la mezcla el efecto es mayor y encima te vas «calentito».

No obstante, no todo son ventajas. Un error en la dosis por defecto y te despertarás en el hospital con el estómago lavado. Por contra, un exceso puede inducir el vómito (razón por la cual se podría añadir un antihemético a la mezcla; vas a necesitar mucha agua para tragarte todo eso). Además, ese tipo de medicinas solo se venden con receta. Claro que si actualmente estás en tratamiento por depresión puede que ya tengas el botiquín lleno de ellas. Eso que te ahorras. ¿A qué estás esperando? Adelante. Esperaré.

¿Sigues leyendo? Eres un cobarde. O más bien, aún no estás suficientemente desesperado. No pasa nada, tiempo al tiempo.

Imaginemos que lo has conseguido: estás muerto. ¿Y ahora? ¿Has pensado en quién encontrará tu cadáver? ¿En cómo se enterarán tus amigos y conocidos? ¿En lo que pensarán? ¿En cómo serán tu velatorio y tu funeral? ¿Qué pasará con todas las cosas materiales que acumulaste en vida? ¿Y con todas tus cuentas en páginas y servicios en Internet? Quizá estaría bien poner un aviso de «estaré fuera de la oficina» en tu cliente de correo electrónico, porque igual tardas un poco en contestar los mensajes que te vayan llegando (esto último me recuerda otro asunto que voy a obviar: la nota de suicidio).

Si has leído hasta aquí, puede que en realidad estés buscando una razón para seguir viviendo (o una excusa para justificar tu cobardía). Yo no puedo decirle a nadie que la vida es bella, o que tiene un montón de razones para vivir, o cualquier otro cliché. Lo único que se me ocurre es que suicidarse es (en algunos casos) un acto egoísta. Si hay gente que te quiere ¿por qué hacerles sufrir así? Tal vez pienses que estarían mejor sin ti pero ¿puedes decidir eso por ellos? ¿Te gustaría que ellos hicieran lo mismo?

Aunque, pensando globalmente, es posible que nuestro devastado y superpoblado mundo sea un lugar mejor sin ti, insignificante depredador humano. Como suele ocurrir en vida, debes decidir sin saber realmente lo que va a pasar o lo que pasaría de haber optado por la otra alternativa. ¿Qué crees? ¿Será esta tu última elección?

sábado, 5 de febrero de 2011

Punto final


Dicen que el suicidio nunca es la solución. Quizá eso depende de cómo se plantee el problema. Al fin y al cabo, solo sufres cuando estás vivo. Si quieres dejar de sufrir, morir es una solución eficaz al cien por cien. Sí, hay otras posibles soluciones en vida, pero no tan eficaces, y bien pueden ser totalmente inútiles. Igual que con el dolor físico uno no empieza directamente con la morfina, sino con el paracetamol, es estúpido plantearse el suicidio ante el primer problema. Sin embargo, cuando ya has probado esas otras soluciones y ninguna ha funcionado ¿qué haces?

Dicen que el suicidio es una solución permanente a un problema temporal. Dudoso. Puede que los problemas sean temporales, pero la sucesión de los mismos es permanente. Suspendes un examen y estás unos días fastidiado. Después te deja tu pareja, y sufres unos cuantos meses. Cuando te has recuperado, te quedas sin trabajo. Cuando lo vuelves a tener, enfermas o tienes que someterte a cirugía, y pasas otros tantos meses dolorido. Puede que tras ello muera algún miembro de tu familia; más llantina. Y así sucesivamente hasta que eres un saco de pellejo que no puede valerse por sí mismo ni siquiera para poner el punto final. Estás atrapado. Y bien jodido.

Como puede verse, yo me estoy refiriendo al pensamiento de suicidio originado por el dolor, no por otras causas (miedo, honor, venganza, etc.). Es cierto que si una persona está sufriendo enormemente posiblemente no sea capaz de pensar racionalmente, por lo que no debería tomar según qué decisiones. Pero ¿puede alguien decidir por ti en este caso? ¿Puede decidir sin sentir lo mismo que tú? ¿O puede decidir precisamente porque no siente lo mismo que tú?

Creo que la depresión es como un cáncer, pero solo visible indirectamente (por sus efectos). Igual que con un cáncer, eres diagnosticado y tratado. Igual que con el cáncer, el tratamiento puede funcionar... o no. Quizá te recuperes y estés bien unos años, pero el horror puede volver. ¿Aceptas pasar por todo otra vez, sabiendo que puede repetirse una tercera vez, y una cuarta (y una quinta...)? Sin comerlo ni beberlo te has convertido en una víctima de los castigos de Sísifo y Prometeo simultáneamente.
Pero en la depresión tú puedes decidir si ya has tenido suficiente. Por contra, el cáncer se te puede llevar por la posta quieras o no. No sé qué es peor.

En ocasiones me ha ocurrido que he terminado de leer un libro a pesar de que me aburría enormemente, solo por la posibilidad de que hubiera algo bueno en alguna parte, y no quería perdérmelo.  ¿Merece la pena vivir así, siguiendo adelante esperando encontrar un «buena pasaje» en una retahíla de aflicciones?

Puede que todo sea una ilusión, que la persona sea una víctima de la indefensión aprendida. Al fin y al cabo, nadie puede predecir el futuro. ¿Por qué iba a volver repetirse lo malo? ¿Por qué no iban a cambiar las cosas? ¿Por qué no iba cambiar tu forma de ver las cosas?

¿Por qué en el futuro no iba a poder llover hacia arriba?

¿Por qué no iba a congelarse el infierno?

¿Por qué no ibas a poder decidir «no tener cáncer»?