domingo, 1 de abril de 2012

5,8 (II)


Foto de Teosaurio
Aunque el número total de goles no sea suficiente para dirimir quién es el mejor delantero, al menos es fácil de obtener. Los goles se marcan a la vista de todo el mundo y tienen la ventaja, además, de que no admiten graduaciones: o es gol o no lo es. Por emplear la expresión de Blastland, podemos decir «de cabeza, Zidane, pelota en el fondo de la red, tanto anotado, todo correcto». Pero, a menudo, contar no es tan sencillo como parece a simple vista.

II
«Cada vez que contamos algo, lo definimos; decimos que las cosas que estamos contando son tan parecidas como para ponerlas en el mismo montón. Pero la mayoría de las cosas importantes que contamos son informes; como la gente, se comportan de formas raras, tienen sutiles y no tan sutiles diferencias. No se quedan quietas: cambian, sus circunstancias difieren en aspectos importantes».
Valga como ejemplo la siguiente historia. Conocí a un grupo de chicos, de esos que se creen a punto de ponerle el hierro a toda yegua, que cada fin de semana apostaban sobre cuánto ligarían (cosas raras que hacen algunos hombres, oiga). Para esta jarca priápica el ganador del bote sería aquel que más relaciones sexuales hubiera tenido. Incluso ellos se dieron cuenta de que medir tal cosa no iba a ser fácil, porque el marcador final dependería de lo que se entendiera por relación sexual. Para Bill Clinton, por ejemplo, la succión del pene por parte de una becaria no entraba en esa categoría. Así que en primer lugar los participantes hubieron de ponerse de acuerdo en la definición. ¿Debía haber penetración? ¿Era suficiente con sexo bucal? ¿Unilateral o bilateral? ¿Tenía que haber orgasmo? Etcétera, etcétera. Al final optaron por un sistema de puntuación según lo ocurrido (desde un punto por «tocamientos» hasta diez por «final feliz»).

Los números pueden ser engañosos desde su concepción:
«En la base de muchos de estos problemas está la simple realidad de que medir no es un acto pasivo; el hacerlo introduce cambios en lo que se está midiendo. Muchas de las mediciones de las que oímos hablar todos los días, llevadas al extremo, pueden convertir el mundo en una caricatura, haciéndolo cambiar de una forma que nunca se tuvo en mente. Los números son puros y verdaderos; las cuentas casi nunca lo son. Esa limitación no anula por completo el hecho de contar, pero, si la olvidamos, el mundo que creemos conocer a través de las cifras no será sino una limpia y ordenada ilusión óptica».
Por eso, aunque intentemos acercarnos más a la realidad elaborando una clasificación basada en varias medidas (como en los videojuegos de fútbol, donde los jugadores se describen numéricamente según diferentes aptitudes: velocidad, resistencia, tiro, pase, etc.) la imprecisión se mantiene, porque el problema no es solo el reduccionismo de la cifra aislada; ocurre también que los números no siempre representan fielmente lo que tratan de valorar. Aún peor, cuando calificamos algo según varios aspectos por necesidad hemos de tomar algunos y descartar otros. De nuevo se está añadiendo subjetividad al resultado, ya que lo que uno considera suficientemente importante como para mesurarlo puede no serlo para otro, y lo mismo ocurre con lo que se deja fuera.

Hay cosas que son tan vagas o imprecisas que tratar de calibrarlas es -utilizando una metáfora de Julian Biaggini- como intentar clavar natillas en la pared. No todo tiene guarismo.

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