sábado, 28 de abril de 2012

El correo del lector

Nos escribe una lectora (tú también puedes hacerlo) para hacernos la siguiente pregunta y dejarnos una reflexión:
«Dejando al margen los números me remito a la medicina y la ética, sobre cómo ante un mismo fenómeno reaccionan de forma tan distinta valorando, midiendo y aplicando criterios que llevan a modelos tan opuestos y llegado el caso ¿a cuál de ellas recurrir? Porque cada una ha hecho su propia medición (en la que no han incluido y/o exluido los mismos aspectos). Entiendo que las ciencias sociales son las encargadas de analizar por cual nos decantamos finalmente (será por la influencia de nuestra conciencia y nuestro egoísmo o todo lo contrario, creo que más bien lo primero).»
Dado que Invisible Kid anda camino del país del sol naciente (bon voyage!) contestaré yo.

Foto de Ente inexistente
Creo que es una buena pregunta para la que me temo que no tengo una buena respuesta. Solo en el campo mencionado de la medicina hay posturas enfrentadas entre las cuales es difícil decidirse. Ante la misma enfermedad, un cirujano propondrá operar y un médico internista querrá tratar al paciente con medicación. Cada uno va a lo que sabe hacer; cuando alguien solo tiene un martillo, todos los problemas le parecen clavos. Por eso creo que debemos enfocar los problemas desde varias perspectivas. Sin embargo, ello hace aún más difícil saber qué hacer, como veremos enseguida.

Si tenemos que elegir un modelo y desechar otro para determinar cómo actuar, lo lógico sería optar por el que sea mejor, tal vez haciendo una lista de pros y contras. No obstante, como dice Steven Landsburg, las listas de ese tipo no suelen contener la respuesta:
«One of the first rules of policy analysis is that you can never prove that a policy is desirable by listing its benefits. It goes without saying that nearly any policy anybody can dream up has some advantages. If you want to defend a policy, your task is not to demonstrate that it does some good, but that it does more good than harm. And if you are going to argue that a program does more good than harm, you must at least implicitly take a stand on a fundamental philosophical issue. Put most succinctly, the issue is: What does more mean?[...] 
It is easy to get carried away making long lists of pros and cons, all the while forgetting that sooner or later we must decide how many cons it takes to outweigh a particular pro. We can commission experts to estimate costs and benefits, but when the costs are measured in apples and the benefits in oranges, mere arithmetic can't illuminate the path to righteousness. When all the facts are in, we still need a moral philosophy to guide our decisions» (el subrayado es mío).
Así pues, para saber qué modelo es mejor debemos establecer antes qué significa mejor, una tarea nada fácil. Tomemos como ejemplo las acciones del gobierno actual de España. Su modelo económico dicta que ha de reducir el gasto como sea, aunque eso implique degradar la educación o la atención sanitaria. Con ello se están pasando por la piedra un modelo ético en el que la sanidad y la educación sean accesibles independientemente de los recursos económicos, algo que parece deseable por sí mismo.

La cuestión es ¿qué es mejor: un estado económicamente sano que pueda dar esos servicios en el futuro, o un estado endeudado que los mantenga hoy? Algunos dirán que hay que salir del atolladero aunque haya algunas víctimas, con tal de que no nos hundamos todos. Otros pensarán que hay derechos irrenunciables y se debe apechugar con ello, mal que nos perjudique a todos los demás. Cómo actuamos finalmente depende de lo que valoramos como más importante, lo cual no coincide siempre con lo que es correcto.

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