Respeto y honor. Son las bases sobre la que se asienta y valores marcados a fuego en la conciencia de los nipones, sociedad que da importancia a la colectividad por encima de todo.
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Aquí no sólo no se dimite y mucho menos se suicidan, sino que encima salen forrados en vez de esposados después de haberla liado parda, no vaya a ser que hablen y les estropee el chiringuito a los dos grandes partidos políticos (y amigos) que nos han llevado a la ruina.
Una de las consecuencias más inmediatas para el ciudadano de a pie, que al final es el que paga los abusos de unos pocos, son los ya famosos recortes. Recortes que, aunque en muchos casos pudieran ser necesarios y no tienen una consecuencia más allá del gasto mismo, en otros puede perdurar a mucho más largo plazo, como en el caso de la educación, ya que la esperanza de un futuro mejor para nuestra sociedad pasa por ella. Eso nos aleja del objetivo de aproximarnos al modelo educativo finés, el considerado como mejor del mundo, como demuestran sus bajas tasas de fracaso escolar. Y, aunque su éxito no se apoya en una gran inversión económica, los numerosos cambios y conflictos derivados de todo esto son un paso atrás en la consecución de dicho objetivo.
En este sentido, el modelo japonés, aunque muy occidentalizado desde el final de la segunda guerra mundial, y contando con una gran tasa de éxito, es, quizá, demasiado férreo y competitivo. Todo lo contrario al modelo de educación diferenciada y de libertades propuesto en Finlandia. Pero no por ello podemos dejar de extraer algunas de sus esencias. La forma que tenían antiguamente de poner a prueba a los estudiantes, difiere mucho de las realizadas en la actualidad, pero esa esencia se mantiene en parte. Una de las pruebas que, a mi modo de ver, mejor lo recoge, es la que nos dejaba el Reverendo Kensho Furuya, conocida como “el entrenamiento del cubo de agua”:
«Como siempre, la prueba más inusual, era la conocida como “entrenamiento del cubo de agua”. Un profesor que no tenía sucesor determinó realizar una prueba con el fin de decidir cuál de sus estudiantes sería el mejor para sucederle. Finalmente lo redujo a tres, pero la decisión seguía siendo muy difícil. Pidió a estos tres estudiantes que fueran al patio trasero de su hogar, temprano al día siguiente. Les explicó que estaban a punto de experimentar un inusual entrenamiento y que de este entrenamiento el que tuviera éxito se convertiría en el heredero de la escuela. Los estudiantes, por supuesto, estuvieron de acuerdo, satisfechos y algo excitados por este “test”. Cada uno de los tres estudiantes cogió un cubo de agua y un gran barril vacío que estaban enfrente de cada uno de ellos. El maestro explicó que el primero que llenara su barril de agua que había en un pozo cercano a él ganaría la prueba. A la orden de comienzo de la prueba los tres estudiantes corrieron al pozo para llenar su cubo y llenar el barril. Para su sorpresa, cuando llegaban al barril para llenarlo toda el agua que echaban se perdía por el fondo del barril. Cuando miraron dentro con atención, descubrieron con sorpresa y enfado ¡que este no tenía fondo! “Qué test más desesperante” pensaron.
Aun así cada estudiante tomo su cubo y para complacer al maestro pasaron todo el día y la noche llenando con el cubo, el barril sin fondo. A la mañana siguiente el maestro salió al patio a ver los resultados del test y determinó que ninguno de ellos lo había superado, ya que ninguno había conseguido llenar el barril hasta el borde. Los estudiantes protestaron enfadados y finalmente el maestro dijo: “os daré a cada de vosotros una nueva oportunidad, venid mañana por la mañana”. A la mañana siguiente los tres estudiantes estaban allí. Como el día anterior los grandes barriles esperaban ser llenados. Inmediatamente los tres miraron el fondo del barril y comprobaron, para su tranquilidad, que estaban reparados.
Pero cuando estos cogieron el cubo descubrieron para su sorpresa que éste era ahora el que no tenía fondo. Era ya bastante humillante llenar un barril sin fondo como para ahora intentar llenar un barril ¡con un cubo sin fondo! ¿Cómo puede alguien llevar agua en un cubo sin fondo? Dos estudiantes tiraron los cubos y se marcharon muy enfadados. El tercero decidió seguir las instrucciones de su maestro y comenzar a sumergir el cubo sin fondo en el pozo y “llenar” el barril.
Y, aunque el cubo no podía llevar mucha agua, unas pocas gotas se quedaban en el cubo y se depositaban en el barril. De tal forma que, tras mucho esfuerzo, el barril fue llenado con agua del pozo. Ya tenía sucesor y este fue la mejor elección después de todo.» (Traducción de Santiago García Almaráz)
Hoy en día se juzgan exclusivamente los resultados del entrenamiento. En tiempos pasados el maestro juzgaba también la “capacidad” para el entrenamiento. Por ese motivo, un estudiante sin la adecuada actitud es como el barril sin fondo, no retiene nada. En cualquier caso, sin importar el triunfo o el fracaso, si has dado lo mejor de ti, ya has superado tu examen con éxito.
Que razón tienes hermano!!, Cuánto tenemos que aprender de la sociedad nipona!!. Si cada uno de nosotros, dieramos lo mejor de nosotros otro gallo cantaría....
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