lunes, 25 de abril de 2011

Perdidos en el bosque

Parece que atrás quedó aquel tiempo de los genios universales, polímatas productivos en un acervo de disciplinas heterogéneas. A estas alturas hay tanto conocimiento acumulado que la única forma de hacer algo nuevo (o solo el hecho de poder desenvolverse con soltura) en campos como la medicina, la informática o la arquitectura es especializarse al máximo. Verbigracia:

"Ser un experto es el mantra de la medicina moderna. A comienzos del siglo XX bastaba con un título de bachillerato y un año de estudios de medicina para empezar a ejercer. A finales de ese mismo siglo, todos los médicos de Estados Unidos debían tener un título universitario, más cuatro años de medicina, entre tres y siete años de formación como residentes en una especialidad: pediatría, cirugía, neurología y así sucesivamente. En los últimos años, sin embargo, ni siquiera este nivel de preparación ha sido suficiente para abarcar la creciente complejidad de la medicina. Hoy en día, al finalizar su residencia, la mayoría de los jóvenes médicos participan en algún proyecto de investigación, lo que supone un aumento de entre uno y tres años más de formación.
[...] Vivimos en la era del superespecialista."

Así que ahí estás tú, el tío con el trabajo más concreto del mundo. Eres el tipo que reparte el agua, los relojes y la gorra a los tres primeros clasificados al final de cada gran premio de Fórmula 1*. Eres el encargado de dar un único y pequeño paso en una larguísimo proceso de producción. Y encima es probable que haya un buen puñado de gente que pueda reemplazarte sin problema. Eres prescindible.

Trabajar para vivir, vivir para trabajar... en la práctica da un poco igual. ¿Cuántas horas crees que trabajas? Piénsalo otra vez. Quizá deberías contar como horas de trabajo las que gastas en ir y volver de tu oficina (o equivalente). Y las que usas en tareas relacionadas (tal vez ir a comprar trajes). Y las que pierdes de sueño. Y las que no aprovechas por tener la cabeza en eso que has dejado pendiente, o esa discusión que has tenido hoy con algún mentecato. Y las que consumes en ir al médico a que te trate de aquellas enfermedades producidas por la fatiga, el insomnio y el estrés. ¿No deberíamos invertir todo ese tiempo en algo reconfortante, o significativo? ¿No deberíamos sentir que nuestro trabajo tiene valor?

Mas ¿no es harto difícil ver la belleza del bosque cuando eres la hormiga que transporta pedacitos de cáscara siempre por el mismo camino?

* En este caso concreto quizá no haga falta mucha preparación, pero es que ese hombre me intriga. Cada vez que le veo me pregunto cómo llega uno hasta ahí.