sábado, 18 de febrero de 2012

Prisioneros

Yo siempre he pensado que a la hora de ser valorado, al menos en lo que a una empresa se refiere, bastaba con hacer bien tu trabajo. Que a la larga es la mejor estrategia. Pero estudios como el publicado hace un par de años en The Journal of Personality and Social Psychology por Daniel Spurk y Andrea E. Abele, nos muestran cómo aparte de la minuciosidad y la extraversión, también afecta al salario lo agradable que seas. Pero mientras que en los dos primeros rasgos la correlación es positiva, en el último es negativa. Lo que significa que cuanto menos agradable seas, más cobrarás.

Este y otros estudios vienen a decir que las personas percibidas como menos afables tienden a ser más asertivas en las negociaciones salariales que sus compañeros simpáticos, a los que se suele ascender con menos frecuencia. Vamos, que si quieres llegar lejos, olvídate de hacer amigos en el trabajo. Seguro que a muchos os vienen a la cabeza varios ejemplos que confirman este punto. Y yo mismo a lo largo del tiempo me he dado cuenta que no todo se reduce a una única variable, sino que entran en juego aspectos puramente egoístas que se salen de mi entendimiento.

Todos sabemos que el ser humano es así (egoísta) por naturaleza. Incluso el planteamiento clásico de la teoría de la evolución es incompatible con la idea de un comportamiento altruista. El propio Charles Darwin constata que:
«Es extremadamente dudoso que fuera mayor la progenie de los padres que desarrollaron mayor simpatía y bondad o de los más leales a sus compañeros que la prole de los egoístas y los falsos pertenecientes a la tribu: la persona que está dispuesta a sacrificar su vida antes que traicionar a sus amigos –se cuentan muchas entre los salvajes- no deja descendencia que herede su noble naturaleza;» (Darwin, 1871/1966: 183)
Pero aun así, Darwin supone un beneficio para el grupo, aunque no para el individuo altruista:
«No ha de olvidarse que, aunque un excelente nivel de moralidad apenas otorga ligera ventaja al individuo y a sus hijos sobre los demás individuos de la misma tribu, el aumento del número de hombres dotados de buenas condiciones y el progreso del nivel de moralidad concede ciertamente inmensa superioridad a una tribu sobre otra» (Darwin, 1871/1966: 186)
Hasta la llegada de la teoría de juegos y, en concreto, el conocido como dilema del prisionero, no se ha podido tener una mejor visión de cómo ha podido evolucionar un comportamiento altruista desde mecanismos puramente egoístas en la selección natural.

El dilema clásico plantea algo como lo siguiente:
«La policía arresta a dos sospechosos. No hay pruebas suficientes para condenarlos y, tras haberlos separado, los visita a cada uno y les ofrece el mismo trato. Si uno confiesa y su cómplice no, el cómplice será condenado a la pena total, diez años, y el primero será liberado. Si uno calla y el cómplice confiesa, el primero recibirá esa pena y será el cómplice quien salga libre. Si ambos confiesan, ambos serán condenados a seis años. Si ambos lo niegan, todo lo que podrán hacer será encerrarlos durante seis meses por un cargo menor.»
Lo que puede resumirse como:


Tú confiesas
Tú lo niegas
Él confiesa Ambos sois   condenados a 6 años Él sale libre y tú eres condenado a 10 años
Él lo niega Él es condenado a 10 años y tú sales libre  Ambos sois   condenados a 6 meses

Dicho planteamiento nos muestra los resultados directos como consecuencia de la estrategia elegida, ya sea altruista o egoísta. Un ejemplo de esta teoría aplicada al cine puede verse claramente en la escena de los barcos de la película de Batman: El Caballero Oscuro.

Pero el auténtico valor del modelo del dilema del prisionero se alcanza cuando los sujetos no juegan una vez, sino varias, un poco como sucede en la vida real. Es lo que se conoce como el dilema del prisionero iterado.De esta forma los sujetos recuerdan encuentros previos, y tienen la posibilidad de castigar o premiar al oponente por su comportamiento anterior. Fue planteada por Robert Axelrod, quien descubrió que cuando se repiten estos encuentros durante un largo periodo de tiempo con muchos jugadores, cada uno con distintas estrategias, las estrategias "egoístas" tendían a ser peores a largo plazo, mientras que las estrategias "altruistas" eran mejores, juzgándolas únicamente con respecto al interés propio.

Por lo tanto, en casi todos los aspectos de la vida, es posible que una actitud más agresiva, menos amable, o más egoísta en general, nos proporcione un beneficio inmediato, pero a la larga hay muchas posibilidades de que acabe siendo contraproducente. En cualquier caso, volviendo al tema laboral, es de agradecer que la mayoría de las personas con las que me he encontrado, al igual que yo, prefieran crear un buen ambiente e incluso hacer grandes amistades, sin que eso implique pasar por encima de nadie en el camino al éxito. Al fin y al cabo ¿no pasamos la mayor parte de nuestra vida trabajando? La felicidad durante todo ese tiempo también tiene un precio.

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