lunes, 18 de agosto de 2014

All-in

Dan McLaughlin hizo lo que algunos pensarán que debería haber hecho yo. En lugar de escribir sus lamentaciones por la ausencia de éxito al cumplir los treinta, este fotógrafo de Portland decidió dejar su trabajo para dedicarse por entero a lograr algo. En su caso, el objetivo marcado es convertirse en golfista profesional:

On June 27, 2009, his thirtieth birthday, Dan McLaughlin resolved to do something special: quit his job as a commercial photographer in Portland, Oregon, and become a professional golfer. His golf experience over the previous three decades consisted of two childhood trips to a driving range with his older brother. Save for some youth tennis and a season of cross-country running in high school, McLaughlin hadn’t been a competitive athlete. But something had to change. [...] McLaughlin is the Everyman. He’s 5'9", 150 pounds, and “not particularly physically gifted,” in his own words. “I’m kind of just a very average-type person,” he says. That’s what he’s counting on.
Si están interesados en saber cómo le va pueden seguir su diario, The Dan Plan, donde registra sus experiencias y sus estadísticas. ¿En qué consiste exactamente el Plan Dan? Pues en diez mil horas de práctica deliberada, claro está (ibídem):

McLaughlin was inspired by what he read of Ericsson’s work in the bestsellers Talent Is Overrated, by Geoff Colvin, and Outliers, by Malcolm Gladwell. He read about the 10,000-hours rule, the “magic number of greatness,” as it is called in Outliers, and about the idea that skills that appear to be predicated on innate gifts are often nothing more than the manifestations of thousands of hours of practice.
And so it was that on April 5, 2010, McLaughlin logged his first two hours of deliberate practice toward his ultimate goal of going pro and making the PGA Tour. His plan is to log every single hour along the path to 10,000, and to show that “there’s no difference between experts and me, or other people, not just in golf, but in any field. If I were over six feet tall, that might not speak to most people, but I’m a normal guy.”
McLaughlin is not approaching his journey—he had logged 3,685 hours by the end of 2012—as a publicity stunt, but as a scientific experiment. He enlisted a PGA-certified instructor and consults with Ericsson for advice on his strategy. McLaughlin is committed to counting only those hours of practice that truly qualify as deliberate according to Ericsson’s definition.
En el momento de escribir estas líneas la última entrada en su blog es del día catorce del mes en curso, y escribe que le quedan todavía 4.553 horas de práctica. Para poder participar en la pre-clasificación para el PGA Tour, Dan necesita un hándicap de 2,0. He aquí su progreso en ese aspecto desde 2012 (cuando empezó a registrar sus estadísticas de hándicap quincenalmente) hasta mayo del presente año, con el objetivo señalado por la línea roja y el eje y (su hándicap) invertido:


Como era de esperar, la mejora no es lineal. No les descubriría nada nuevo si les dijera que, cuando se trata de dominar una nueva técnica, al principio los progresos llegan rápidamente, tras lo cual el ritmo de evolución disminuye gradualmente, se atraviesan mesetas temporales en las que uno está estancado o incluso empeora ligeramente hasta que se vuelve a avanzar, etc. En el gráfico podemos ver que a Dan aún le queda un largo camino hasta su objetivo. No en vano, como hemos mencionado, apenas ha superado la mitad de las diez mil horas.

Si tuviera que adivinar la forma final de la curva de aprendizaje de McLaughlin, sospecho que se parecería bastante a la siguiente:


Fuente: (Silver, 2012)

Este gráfico aparece en el libro de Nate Silver, y representa la relación entre el esfuerzo y el progreso. La disciplina en la que Silver quería mejorar no era el golf, sino el póquer. Probablemente hayan notado que la línea del gráfico tiene la forma de una distribución de Pareto:

The key thing about a learning curve is that it really is a curve: the progress we make at performing the task is not linear. Instead, it usually looks something like this (figure 10-6)—what I call the Pareto Principle of Prediction.
[...] The name for the curve comes from the well-known business maxim called the Pareto principle or 80-20 rule (as in: 80 percent of your profits come from 20 percent of your customers16). As I apply it here, it posits that getting a few basic things right can go a long way. In poker, for instance, simply learning to fold your worst hands, bet your best ones, and make some effort to consider what your opponent holds will substantially mitigate your losses. If you are willing to do this, then perhaps 80 percent of the time you will be making the same decision as one of the best poker players like Dwan—even if you have spent only 20 percent as much time studying the game.
En el caso del golf, ese primer veinte por ciento tan rentable bien puede ser el trabajo en el juego largo. Cuando Dan empezó a jugar estaba limitado a una distancia del hoyo de unas ciento cuarenta yardas (un hierro ocho). Ser capaz de llegar al green con menos golpes es, sin duda, una buena forma de bajar el hándicap. Según este instructor de golf, el ochenta por ciento del éxito en este deporte radica en el swing. El veinte por ciento restante se debe, de acuerdo con la sabiduría popular del propio deporte,  al juego corto (si bien eso podría ser falso).

La decisión de Dan McLaughlin de dejar su trabajo por el golf puede considerarse, por tomar un vocablo de la jerga del póquer, una apuesta all-in. Diez mil horas son muchas horas. Necesariamente hay que renunciar a muchas otras cosas. McLaughlin dedica unas ocho horas diarias a pulir su técnica, aparte de lo cual levanta pesas, lee sobre teoría de su deporte y trabaja con un nutricionista (ibídem Epstein):

“According to the tenets of deliberate practice, you have to be cognitively engaged,” McLaughlin explains. Just going to the driving range and swatting balls for a few hours without an eye toward improvement and error correction doesn’t cut it. So, six days a week, McLaughlin puts in six hours of deliberate practice, a workday that consumes eight hours because he takes frequent breaks to think about what he did well and what can be improved—like closing the club face on impact—and because it is exhausting to maintain strict focus for hours on end.
¿Logrará Dan su objetivo después de tanto esfuerzo? Depende. Aquí concurren dos problemas. Por un lado, no todas las horas de práctica cuentan lo mismo. Como indica el gráfico visto anteriormente, la mejora en la destreza sigue una ley de rendimientos decrecientes, y conforme uno asciende por la senda de la maestría se encuentra con que cada vez necesita más tiempo para obtener progresos cada vez menores. Por otra parte, dado que cuando se compite con otros lo que importa no es lo bueno que uno es sentido absoluto, sino lo bueno que se es comparado con el resto, la cuestión es si Dan podrá alcanzar un nivel superior al de la competencia. En el caso de que esta fuera muy dura, este soñador necesitará mucho más que ese ochenta por ciento inicial para lograr su objetivo, quizá muchísimo más de lo que esté al alcance de su mano (ibídem Silver, énfasis mío):

«Sometimes, however, it is not so much how good your predictions are in an absolute sense that matters but how good they are relative to the competition. In poker, you can make 95 percent of your decisions correctly and still lose your shirt at a table full of players who are making the right move 99 percent of the time. Likewise, beating the stock market requires outpredicting teams of investors in fancy suits with MBAs from Ivy League schools who are paid seven-figure salaries and who have state-of-the-art computer systems at their disposal.

In cases like these, it can require a lot of extra effort to beat the competition. You will find that you soon encounter diminishing returns. The extra experience that you gain, the further wrinkles that you add to your strategy, and the additional variables that you put into your forecasting model—these will only make a marginal difference. Meanwhile, the helpful rules of thumb that you developed—now you will need to learn the exceptions to them.

However, when a field is highly competitive, it is only through this painstaking effort around the margin that you can make any money. There is a “water level” established by the competition and your profit will be like the tip of an iceberg: a small sliver of competitive advantage floating just above the surface, but concealing a vast bulwark of effort that went in to support it

Fuente: (Silver, 2012)

La cuestión, por tanto, no es si puedes ser mejor; claro que puedes, con práctica. La verdadera cuestión es, cuando no puedes ser el número uno, si puedes ser suficientemente bueno, esto es, si el máximo nivel que alcances te permitirá situarte por encima del nivel del agua y lograr tu objetivo. ¿Puedes llegar a ser suficientemente bueno jugando al fútbol para acabar en un equipo de la liga profesional, como soñabas de joven? ¿Puedes llegar a ser suficientemente bueno actuando para lograr un papel en una serie de éxito, como pretendes? ¿Puedes llegar a ser suficientemente bueno programando para conseguir ese trabajo en Google que ansías? Puede ocurrir que inviertas diez mil, quince mil, veinte mil horas tras las cuales todavía sigas peleándote en medio del pelotón. Cuando la pecera en la que uno nada rebosa de peces grandes, la vida se hace difícil para quienes no tienen talento natural y se fijan objetivos ambiciosos. Mucho me temo que los individuos que cultivan sus dones naturales acaban en cabeza y se quedan con los pocos premios disponibles. Por contra, aquellos cuya única baza es el trabajo duro languidecen en la cola de espera de los mediocres. En mejor posición que los que no trabajaron duro, claro está, pero con la comezón interna de vivir un deseo con pocas esperanzas de realizarse.

Quizá recuerden del artículo anterior que en los estudios sobre maestría en música y ajedrez había una gran variabilidad individual, y que las diez mil horas eran realmente el promedio de todos los individuos estudiados. ¿Y si resulta que McLaughlin es uno de los que aprenden más despacio, y tras diez mil horas no ha logrado su objetivo? (ibídem Eipstein):

When I asked Dan McLaughlin whether he had any concern that he might, like some of the chess players, be a 20,000-hours guy as opposed to a 10,000-hours guy, he said that he considered the journey a victory in itself. “When it comes down to D-Day and it’s my ten-thousandth hour,” McLaughlin said, “it’ll be interesting to see whether I’m still shooting seventy-five, or I missed Q-School [the PGA Tour’s qualifying school] by one stroke, or if I’m on the Tour. I think you could probably master something in anywhere from 7,000 to 40,000 hours, but this is kind of a good way to keep track of progress.” Somehow, the 7,000-to-40,000-hours rule just doesn’t have the same ring to it.
Según sus propias palabras, lo que Dan espera con este experimento es probarse a sí mismo y a los demás que nunca es demasiado tarde. Asegura que se sentirá satisfecho si su ejemplo sirve de inspiración a alguien para que deje su trabajo y encuentre la felicidad en una nueva aventura elegida por sí mismo. Para él, el propio camino es la recompensa. Ya saben cómo va esto. Apunta hacia la luna para que si fallas aterrices entre las estrellas. Lo importante es participar, disfrutar el proceso. Etcétera. Probablemente sea esa la mentalidad más adecuada para una aventura con altísimo riesgo de fracaso.

1 comentario:

  1. Hace años, un amigo y yo estuvimos desarrollando un juego de rol. El sistema de reglas, creo, era muy original y novedoso. Nos lo curramos mucho y creo que había ideas muy buenas ahí, aunque nunca lo terminamos del todo.

    No sé si estás familiarizado con ese tipo de juegos. Pero supongo que sabes que la "modelización matemática" de los personajes es clave (en los sistemas más clásicos).

    Lo gracioso es que el sistema de aprendizaje que utilizábamos era, exactamente, algo como lo que planteas. Gastabas puntos para adquirir niveles de habilidad. Y cada vez era más costoso, siguiendo una distribución logarítmica.

    También valorábamos que algunas personas aprendían más rápido (un multiplicador a los puntos gastables).

    El resultado es que se podía ser "aficionado" a muchas cosas, "apañao" en unas pocas o "realmente bueno" en una o dos. Creo que funcionaba bien. ;)

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