jueves, 6 de enero de 2011

Obrar bien

«Obra según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal. »
Algunas de mis conductas ecológicas sorprenden a los que me rodean. Por ejemplo, cuando voy apagando las luces detrás de aquellos que se las van dejando encendidas.

Ocurre que solo tenemos un planeta, y lo tenemos hecho unos zorros. Las generaciones futuras pagarán nuestra irresponsabilidad, así como el resto de especies con las que convivimos (¿por qué iban a importar menos los insectos que el Homo Sapiens Sapiens?). ¿No es reprobable el hecho de no actuar contra el deterioro del ecosistema, solo porque "yo no estaré/tú no estarás" aquí para sufrir las consecuencias? (y ya veremos si nos libramos).

"No recicles", me decía un amigo. "Luego mezclan la basura", refiriéndose a que era inútil separar los residuos por tipo. Puede que sea así a veces, pero para eso están los inspectores, para comprobar que la basura se separa en los vertederos. Yo hago mi parte, que es separar vidrio, envases, papel, etcétera en el origen. Después espero de los demás que hagan la suya.

A menudo oigo que no voy a cambiar nada, o que no es importante lo que haga o deje de hacer una persona. Pero es precisamente la suma de los comportamientos individuales lo que produce resultados globales, buenos y malos. Teoría del caos. La mariposa que bate sus alas y eso.

Dentro de no mucho seremos más de 7.000 millones de personas. Un comportamiento multiplicado 7.000 millones de veces me parece que tiene un gran impacto. Por eso creo que hay que seguir la máxima kantiana que encabeza esta entrada en todo momento, aunque nadie nos observe, aunque no tenga recompensa, por nimio que parezca el comportamiento. Para mí, la ecología es una extensión de la ética.