sábado, 12 de mayo de 2012

Aunque no sirva para nada

He amanecido con el timeline de Twitter lleno de referencias al 12M15M. Una crítica que he oído mucho acerca de este movimiento es que no sirve para nada, que no logrará cambiar las cosas. Para algunos es razón única y suficiente para no secundarlo. Lo mismo oí cuando se convocó la huelga general del pasado marzo. Y lo mismo se aduce en ocasiones para no hacer donaciones a ONG.

Es un razonamiento curioso: como no va a servir de nada no actúo. Como el sistema no va a cambiar no participo. Como habrá miles de millones de personas que mueran de inanición aunque dé todo lo que tengo, no doy nada. La idea general es que si se necesita hacer « para conseguir «, solo debemos ponernos en marcha cuando la consecución de « esté garantizada. Bajo mi punto de vista este argumento es más bien un atajo mental para justificarnos de forma rápida y económica.

Foto de Brian Sims
Para empezar, es difícil asegurar a priori que nuestro comportamiento vaya a verse acompañado del resultado esperado. ¿Deberíamos proceder solo cuando estuviéramos seguros al ciento por ciento de que lograremos lo que queremos? Sería necio negar que hay ocasiones en las que nuestros esfuerzos no serán fructíferos, y eso era sabido de antemano (Por supuesto, Impossible is nothing. Quizá mi hermana llegue a ser Papa, pero yo no me haré muchas ilusiones, al menos mientras no la hagan cardenal).

En otros casos lo que hagamos influye tan poco en el desenlace que es como si no hubiéramos hecho nada. Por ejemplo, nuestro voto individual no afectará al resultado de unas elecciones generales, así que es estúpido votar (y así piensan los economistas). Del mismo modo, tampoco deberíamos ir al campo a animar a nuestro equipo de fútbol porque nuestros vítores no se traducirán en goles. Sin embargo la gente vota y los campos de fútbol se llenan. ¿Por qué lo hacen, si no va a servir para nada?

Una posible razón es, en el caso del balompié, poder achuchar a esos prohombres sobrepagados para que corran tras la pelota (la posibilidad de un botellazo acrecienta la buena disposición del atleta). Una alternativa más plausible sería que el aficionado goza con el ambiente del partido. En el caso del voto, puede que vayamos a las urnas porque la abstención beneficia a la opción mayoritaria y dicha opción es contraria a nuestras preferencias. O porque queremos mostrar nuestro malestar usando embutido como metáfora. O, simplemente, porque es un derecho. Así pues, puede haber múltiple razones hacer algo.

Eso significa que podemos errar al identificar el objetivo buscado con una acción. Tomemos el sexo como ejemplo. Creo que estaremos de acuerdo en que el fin último del sexo es la reproducción, la concepción de una nueva criatura. Pero ¿cuántas personas tienen relaciones sexuales poniendo todas las barreras posibles para evitar un embarazo? Si solo tenemos que hacer las cosas cuando sabemos que obtendremos lo que se espera de ellas, y si el fin del sexo es la procreación, fornicar para no tener un hijo carece de sentido y, por tanto, deberíamos abstenernos.
Pero todos sabemos que el sexo sirve para muchas cosas. El propósito más inmediato tal vez sea obtener gustirrinín. Hay quien lo toma como sustituto del gimnasio, o como bien de intercambio en sus negociaciones. También puede usarse como venganza o para pasar el rato y conocer gente. Que el objeto de un comportamiento no sea el que originalmente lo alumbró o el que nosotros pensamos que debería ser no implica que tal actividad sea inútil y, por tanto, prescindible según la lógica que estamos tratando.

Por último, hay cosas que deben hacerse porque sí (es ahora cuando llega la artillería pesada en forma de cita de algún ilustre pensador fallecido tiempo ha, así que prepárese el lector para asentir solemnemente). Fue Kant quien distinguió entre proceder para conseguir algo o hacerlo porque es necesario:
«Todos los imperativos mandan hipotéticamente o categóricamente. Los primeros representan la necesidad práctica de una acción posible como medio para conseguir alguna otra cosa que se quiere (o es posible que se quiera). El imperativo categórico sería el que representaría una acción como objetivamente necesaria por sí misma, sin referencia a ningún otro fin.»

Es decir, en ocasiones se debe obrar ya que es lo debido. No digo que el 12M15M en concreto o la huega general sean uno de esos casos; lo que se puede decir acerca de ambos asuntos pertenece a un orden de cosas distinto al que ahora me interesa. Pero sí creo firmemente que ofrecer nuestro dinero y nuestro tiempo a organizaciones como Médicos Sin Fronteras o Ayuda en acción es una de esas cosas que deben hacerse aunque no vayamos a solucionar los problemas que tratan de resolver, porque son buenas en sí mismas, porque son necesarias y porque es lo correcto moralmente.

Pensar que una acción vaya a servir de poco o nada no tiene por qué restarle valor y no conlleva que inmediatamente deba ser deshechada. Además, aunque no hemos hablado de ello, a menudo es difícil prever el efecto final que tendrán nuestros actos. Qué debe hacerse y cómo, eso ya es otro cantar.

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