lunes, 14 de septiembre de 2015

Gente cercana

Una más, y van... no lo sé, ya he perdido la cuenta. La cuenta de los compañeros de trabajo, muchos de ellos buenos amigos, a los que he tenido que decir adiós muy a mi pesar. Hace pocos días nos despedimos de uno los mejores. Supe hasta qué punto estamos jodidos cuando su compañero de equipo, un profesional reconocido en el campo, se lamentaba en privado de que perdíamos «el faro que nos guía». Sin Ambrosio (llamésmole así) nuestro mar muerto está mucho más muerto.

Como otros muchos antes que él, Ambrosio minimiza el efecto de su marcha. Asegura que poco va a cambiar el hecho de que no esté, que seguiremos hablando y que seguiremos viéndonos. Hoy día parece darse por sentado que, gracias al correo electrónico, las redes sociales y los programas de mensajería, la distancia no es un impedimento para las relaciones. No obstante, mi experiencia me dice que, si bien la distancia no destruye la amistad en general, la ausencia de trato frecuente cambia su naturaleza. Llámenme raro, pero yo prefiero tener a mis amigos cerca físicamente e interactuar con ellos de forma habitual. ¿Cuántos de sus amigos han llegado a serlo sin haber coincidido nunca en persona? La cercanía física es lo que nos permite interactuar, compartir experiencias y formas de ver la vida, demostrar interés por el otro y pasar, con el tiempo, a la calidez y el afecto, a la reciprocidad incondicional, al altruismo mutuo, al intercambio de regalos y favores, a forjar esa confianza que nos permite compartir secretos, expresar honestamente nuestras emociones y mostrarnos vulnerables.

Si observan detenidamente, se darán cuenta de que, en el lenguaje cotidiano, usamos metáforas espaciales para referirnos al grado de amistad. En varios idiomas, los amigos «íntimos» son aquellos más «cercanos». Cuando una relación se enfría decimos que la persona «se aleja». Y así siguiendo:

In the U.S., people often differentiate among friends based on an idiom of proximity, or closeness. Although someone may have many friends, he or she may consider only a handful to be close. Moreover, it is possible to extend this spatial metaphor in various ways, for example, by noting that one is “drifting apart” from a friend or that “we’re like two peas in a pod.” Other languages also use spatial proximity as a metaphor for the quality of friendships. In Russian, for example, one can call a close friend blizkij drug (close friend), in Nepali, najikai saathi (nearby friend), in Mongolian, dotnii naiz (inside friend), and in French, ami proche (close friend). In Korean, the closeness of the relationship between both friends and family members is captured by the word cheong, which refers to the melding of individual identities into a new collective unit and incorporates elements of unconditional acceptance, trust, and intimacy
De acuerdo con Daniel J. Hruschka, amistad y cercanía están entrelazados en nuestra psique hasta tal punto que algunos investigadores han sugerido que llegamos a incluir al otro en uno mismo, un proceso mental por el cual pasamos del «yo» al «nosotros». Cuando eso ocurre tratamos los recursos y las identidades del otro como las nuestras. Según este punto de vista, los humanos encontramos que ayudar a un amigo cercano es gratificante porque nuestro cerebro percibe nuestras acciones, en algunos aspectos, como si nos estuviéramos ayudando a nosotros mismos. De igual manera, sentimos la misma angustia por la pérdida de gente cercana que la que sentiríamos al perder cualquier otro aspecto de nuestra identidad, como un talento o una posesión. La fusión entre el yo y el otro puede llegar hasta el punto de confundir nuestros recuerdos y atribuir erróneamente a nosotros mismos acciones que en realidad llevamos a cabo hacia nuestros amigos.

Fuente: Aron, A., Aron, E. N., & Smollan, D. (1992). Inclusion of other in the self scale and the structure of interpersonal closeness. Journal of Personality & Social Psychology, 63(4), 596–612.

Se podría argumentar que tal vez la cercanía sea un requisito para forjar la amistad, pero que una vez formada esta ya no se necesite para mantenerla. Una vez existe el lazo es posible que la proximidad no tenga por qué ser física, sino que baste con que sea emocional. De hecho, hace tiempo que los científicos sociales ya advirtieron que la movilidad geográfica no afecta tanto a la amistad como se piensa:

Geographic mobility does not appear to be as damaging to friendship as has often been proposed. People actively maintain ties from their places of origin and make new friends in their destinations. Indeed, friendship may be one solution to the problem of geographic mobility, by providing a way to quickly cultivate new social ties in a novel place.
Es más, un buen puñado de estudios longitudinales han concluido que el mejor predictor de longevidad de una amistad no es la distancia, sino cómo de vieja es dicha amistad. Cuantos más años llevemos siendo amigos de alguien, más probable es que lo sigamos siendo durante los años próximos. Sin embargo, es indudable que la distancia disminuye las oportunidades de ayuda y sacrificio mutuo, una característica de la amistad presente en todas las culturas.

Tener que dejar de ver diariamente a un amigo me fastidia bastante, pero sin duda es preferible a perderlo. Personalmente, nunca he encontrado consuelo en el dicho común según el cual «la gente viene y va». También el dinero viene y va, pero no es plato de buen gusto perder cinco mil euros cada dos meses. Para alguien como yo, con nulas habilidades sociales, cada amigo es –por cursi que suene decirlo– un verdadero tesoro, un capital social del que no puedo prescindir a la ligera. Opino que, paradójicamente, para la gente poco sociable los amigos valen mucho más que para el resto. Sospecho que esa la razón por la que llegamos al punto de luchar en exceso por mantener a flote relaciones que agonizan o que murieron hace mucho tiempo.

Además, decir que la gente viene y va parece implicar que todas las personas son más o menos iguales y, por tanto, reemplazables. Pero no lo son. Cada de una de mis amistades es una combinación única e irrepetible de virtudes que me aporta algo distinto. Y mis amigos más cercanos cumplen, sin excepción, una sencilla regla que he determinado separa las verdaderas amistades del resto: todos ellos me tratan mejor de lo que me merezco.

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