domingo, 3 de marzo de 2013

Despidos (II)

«Es obvio que esperábamos no tener que llegar nunca a esto pero... el suelo se mueve bajo nuestros pies y parece que no hay otra salida.»
(Margin Call)
Hace exactamente un mes reflexionábamos sobre cuál sería el mejor criterio para confeccionar una lista de bajas en caso de que hubiera que despedir a gente para mantener a flote una empresa. Vimos que desde una perspectiva teleológica los empleos deberían ser para los mejores empleados, pero que había otros factores sociales y económicos que habría que considerar antes de tomar la decisión.

Foto de Creativity103
Si bien en Enero reunieron a todos los miembros de mi departamento para decirnos que no se iba a echar a nadie (ya nos habían recortado el sueldo), lo cierto es que esta semana han largado a una quincena de compañeros (alegando pérdidas para darles la indemnización mínima; el que quiera reclamar lo que es suyo por derecho tendrá que hacerlo en los tribunales). Sería difícil precisar las directrices seguidas por la empresa para componer la lista negra. En algunos casos se veía venir desde hace tiempo, dado que el puesto era prescindible o la persona se lo había buscado con su actitud. Por otro lado algunas personas eran necesarias y aún así han sido sacrificadas, lo que parece deberse a inicuas venganzas personales de quienes mandan. Aparte de eso han sobrevivido algunos a quienes se consideraba que tenían los dos pies fuera. Diría por todo ello que no ha habido estrategia determinada. Más bien da la sensación de que en cada caso se ha aplicado un baremo diferente. Tener distintos criterios que se aplican indistintamente es como no tener criterio ninguno, y la impresión final es que los despidos tienen bastante de azaroso. Nadie es imprescindible. Nadie está a salvo. Quizá era eso lo que buscaban, el FUD en toda regla.

En los próximos días el mandamás de la compañía aparecerá por las diferentes oficinas para regurgitar su clásico discurso confuso lleno de vaguedades y clichés, donde no habrá referencia alguna a los errores cometidos por el comité ejecutivo (la culpa es siempre de las circunstancias, oiga). La excusa oficial para reducir la plantilla es que sirve para aumentar la competitividad al reducir costes. No obstante debe de haber pocas recetas igual de efectivas para disminuirla. La productividad sin duda ha caído porque en lugar de trabajar nos hemos dedicado a cuchichear, comentar lo acaecido y tratar de averiguar quién sería el siguiente (y qué vendrá después de esto). La desgana campa a sus anchas y los incentivos brillan por su ausencia. Como me decía un compañero, quienes estuvieran buscando un cambio de empleo probablemente tratarán de acelerar el proceso. La empresa tiene que vender sus servicios a un precio cada vez menor, lo que significa que debe captar más clientes para hacer la misma caja, lo cual implica a su vez que tiene que sacar adelante una carga de trabajo mayor con una plantilla cada vez menor en número y motivación. Si nuestros servicios ya eran malos me pregunto cómo serán en adelante, con una fuerza de trabajo sobrecargada y quemada hace ya tiempo, a la que le tiembla la contera porque aunque trabaje bien puede verse en la calle el próximo lunes, y que se cuida muy mucho de esforzarse para que algunos puedan mantener a su costa el BMW X5 de empresa o seguir cobrando sus injustificadamente abultadas dietas.

Aún corría la sangre caliente cuando nuestro jefe nos metió en una sala y nos aseguró que esto iba a ser todo, que no habría más destituciones. Es evidente que él no puede asegurar tal cosa. En su mensaje apeló al concepto de equipo, un recurso nacido en la América empresarial tal como describe Barbara Ehrenreich:
«the most popular technique for motivating the survivors of downsizing was "team building"–an effort so massive that it has spawned a "team-building industry" overlapping the motivation industry. Just as layoffs were making a mockery of the team concept, employees were urged to find camaraderie and a a sense of collective purpose at the microlevel of the "team". And the less teamlike the overall organization became with the threat of continued downsizing, the more management insisted on individual devotion to these largely fictional units.
[...] The idea was to whip up a fervent devotion to the firm even as it threatened to eliminate you.»
En un ejercicio de hipocresía mayúscula, a quienes dan las órdenes se les llena ahora la boca con esto del trabajo en equipo, pero todos hemos visto cómo a algunos que van por libre se les asciende y a otros que trabajaban codo con codo se les ha expulsado. Buenas personas que hacían bien su trabajo han perdido su empleo mientras las víboras egoístas aún lo conservan. Como para fiarse.

Llevo trabajando poco más de una década y sospecho que no será la última vez que pase por esto. Desde mi mesa vi cómo iban entrando en la sala elegida como matadero. Recuerdo la tensión, el revuelo, los malos modos de quienes se encargaban de los despidos, el mal rato pasado despidiéndonos. Recuerdo haber recibido un mensaje de un compañero aún ajeno a lo que sucedía. «Acaban de echar al primero», me escribió. Poco después me avisó de que habían echado a otro. Al poco ya no pudo enviar ningún mensaje más porque le había tocado a él. «La empresa no cuenta contigo», fue lo que le dijeron. Él firmó, se despidió y se marchó, sonriendo sin alegría. Aquel día a los únicos a los que vi reír fue a los que daban las malas noticias. Manda huevos.

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