domingo, 31 de marzo de 2013

Chocolate

El mes que toca hoy a su fin ha sido muy difícil personalmente. Más que eso. Por usar las palabras de un personaje televisivo, diría que añoro los días difíciles. Lo difícil era un picnic. Tengo una foto de lo difícil en un marco en forma de corazón.

Cuando la vida pesa más de lo habitual algunos buscan solaz emocional en la comida, siendo el chocolate uno de los reconfortantes por excelencia. Tal como escribe Paul Martin:
Foto de SashaW
«Cuando estamos desanimados recurrimos instintivamente al azúcar. Varios experimentos han demostrado que los humanos y las ratas se sienten más atraídos por los alimentos dulces cuando están bajos de ánimo. Por ejemplo, la gente se esfuerza más por conseguir chocolate cuando se siente de un humor sombrío después de escuchar música deprimente.»
Sin embargo, el chocolate no es un antidepresivo infalible (ibídem):
«Comer chocolate provoca diversas reacciones emocionales, desde la felicidad absoluta hasta el sentimiento de culpa más agudo. Después de estudiar todas las pruebas, un grupo de académicos llegó a la conclusión de que el chocolate no es muy eficaz para aliviar el desánimo o la depresión, más allá del efímero chute de placer que proporciona. De hecho, los individuos que comen chocolate con el objetivo específico de animarse pueden acabar empeorando las cosas y alargando su malestar.»
No obstante, si el lector es de los que –como yo– va a ignorar convenientemente lo anterior y seguir disfrutando del cacao, he aquí algunas sugerencias para potenciar el efecto sanador de esta forma de automedicación.

Lo primero es elegir el chocolate adecuado. Para que los ingredientes clave del cacao tengan los efectos beneficiosos que se le atribuyen hay que optar por un chocolate negro de calidad que contenga al menos un 70% de sólidos de cacao. El chocolate con leche, cargado de azúcar y grasas, queda así descartado (sin entrar en detalles, el azúcar parece ser el causante real de los efectos adversos de las chocolatinas, pues «el chute de azúcar estimula un deseo inmediato de más de lo mismo»). A muchas personas les resulta amargo el chocolate negro, pero uno se puede acostumbrar poco a poco al sabor eligiendo productos con una concentración cada vez mayor de cacao.

Una vez seleccionado el manjar apropiado, lo siguiente es consumirlo de forma adecuada. Al igual que es un delito mezclar un buen vino con gaseosa o bajarlo por el gaznate sin que toque la lengua, el buen chocolate hay que paladearlo (ibídem):
«Los sabores de un buen cacao pueden tardar varios minutos en desarrollarse y apreciarse plenamente. Masticarlo abrevia el proceso, es como beberse una copa de vino de un trago, sin detenerse a saborearlo. La manera de tomar conciencia de todo el potencial placer del chocolate de calidad es dejarlo disolver lentamente en la boca. Los entendidos exhalan por la nariz, para maximizar su percepción del aroma, pero puede que si lo hacéis se os escape la risa. El principal consejo es: chupa, no mastiques.»
Respecto al mejor momento para consumirlo, lo ideal es hacerlo cuando no se tiene hambre (ibídem):
«Unos experimentos han demostrado que si la gente come chocolate en respuesta al hambre, su ansia aumenta. En cambio, su frenesí por el chocolate suele disminuir cuando lo comen sólo después de las comidas. Comer chocolate regularmente en respuesta al hambre puede crear una asociación que no hace más que aumentar el deseo de comer.»
Por último, el chocolate puede utilizarse como un instrumento para centrar la atención, igual que una vela o un cuenco tibetano de meditación. Mark Williams y Danny Penman sugieren en su libro la siguiente práctica meditativa de atención plena con el xocoatl como elemento central, que tiene la doble ventaja de trabajar la mente y maximizar la experiencia del consumo:

  • Abre el paquete de chocolate. Inhala el aroma. Deja que te embriague.
  • Rompe una onza y mírala. Deja que tus ojos se sumerjan en su aspecto, examinando cada rincón.
  • Llévatelo a la boca. Trata de mantenerlo en la lengua y dejar que se derrita, evitando cualquier tendencia a chuparlo. El chocolate tiene más de trescientos sabores diferentes. Intenta sentir algunos de ellos.
  • Si notas que la mente divaga mientras haces esto, simplemente observa dónde ha ido, luego suavemente tráela de nuevo al momento presente.
  • Una vez que el chocolate esté completamente derretido, trágalo muy despacio y deliberadamente. Deja que el chocolate gotee por la garganta.
  • Repite este proceso con la siguiente onza.

Bon appetit.

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