lunes, 2 de enero de 2017

Post mortem

Enhorabuena por haber sobrevivido al 2016. David Bowie, Alan Rickman, Harper Lee, Umberto Eco, Prince, Muhammad Alí, Gene Wilder, Leonard Cohen, Fidel Castro, John Glenn, Zsa Zsa Gabor y George Michael son algunas de las celebridades que no lo lograron. Tras los sucesos acontecidos desde el primer artículo del año pasado me pregunto si en los próximos doce meses veremos una regresión a la media o presenciaremos cómo se incendian los escombros que dejó 2016.

Foto de Asier Solana Bermejo
Pero no dejen que la incertidumbre les amargue estos primeros días del 2017. Disfruten de la deliciosa sensación propia del año nuevo, esa que nace de saber que durante los próximos doce meses seremos personas maravillosas: perderemos peso, haremos ejercicio, ahorraremos, estudiaremos desde el primer día, equilibraremos mejor la vida laboral y la familiar, nos tomaremos las cosas de otra manera, no cometeremos los mismos errores, etcétera, etcétera. Esto es, hasta que la realidad del día a día se entrometa de nuevo en nuestro camino y volvamos a nuestras viejas rutinas.

Si el mes en curso es el de los nuevos propósitos, diciembre es el mes de las recapitulaciones, desde el YouTube Rewind a las listas de los mejores libros del año, pasando por el resumen del año en Facebook. Allá por 2013 traje a colación la manera en que el psicólogo Martin Seligman, adalid de la psicología positiva, hace balance personal del año:

Poco después del día de Año Nuevo, me reservo media hora de tranquilidad para elaborar una "retrospectiva de enero". Escojo un momento en que no existen dificultades ni exaltaciones momentáneas y lo escribo en el ordenador, donde guardo las copias que he comparado año tras año durante la última década. En una escala del 1 al 10 –de pésimo a perfecto–, valoro mi satisfacción con la vida en cada uno de los ámbitos que evalúo, y escribo un par de frases que los resuman. Estos ámbitos, que pueden ser distintos para cada persona, son los siguientes:

  • Amor
  • Profesión
  • Finanzas
  • Juegos
  • Amigos
  • Salud
  • Creatividad
  • En conjunto
Utilizo otra categoría, Trayectoria, en la que analizo los cambios existentes de un año a otro y el comportamiento observado en éstos a lo largo de la década. Recomiendo este procedimiento a los lectores, pues sirve para concretar, deja poco margen al autoengaño e indica cuándo actuar.
Tenemos, por tanto, un mes para fijarnos nuestras metas vitales y otro para ver si nos estamos acercando a ellas, lo cual debería permitirnos saber si debemos cambiar o mantener el rumbo. Parece útil y sencillo. No obstante, recientemente me he dado cuenta de que falta un elemento en este bucle ODA (observar, decidir, actuar): el análisis post mortem.

Después de cada misión y simulación, los astronautas de la NASA se reúnen con su equipo para analizar qué ha ido bien y qué se puede hacer mejor. Cada acción y decisión se evalúa meticulosamente, de manera que una simulación de tan solo cuatro horas puede ir seguida de una reunión de una hora, mientras que una misión espacial conlleva un mes o más de reuniones de análisis a día completo. Todo lo que la agencia aprende en estos interrogatorios es recopilado en un libro llamado Flight Rules:

The compendium describes in minute detail what to do in a myriad of different circumstances—and why you should do it. Have a cooling system failure? Flight Rules tell you how to fix it, step by step, supplementing with the rationale for each step. Fuel cell issue? Flight Rules tell you whether the launch needs to be postponed. The playbook contains “extremely detailed, scenario-specific standard operating procedures,” all the lessons ever learned and distilled from past missions. Mission control consults Flight Rules every time they run into an unexpected issue; they add to it whenever they tackle a new problem. Given that each space shuttle launch costs $450 million,  it’s not hard to understand why NASA spends so much time preparing for and debriefing after missions.
Las buenas empresas tecnológicas actúan de manera parecida tras una pérdida de servicio. La próxima vez que no les funcione Instagram, Twitter o Facebook recuerden que, una vez la web haya vuelto a la vida, habrá un equipo de ingenieros reunido llevando a cabo lo que en el sector se conoce como análisis post mortem. En estos encuentros se analiza qué ha ocurrido, cómo y por qué, así como qué medidas hace falta introducir para prevenir que vuelva a suceder.

A nivel personal, ninguno de nosotros se dedica a lanzar cohetes al espacio, planificar paseos espaciales y misiones a Marte (en caso contrario les ruego que lo indiquen en los comentarios, me encantaría saber más) o a distribuir fotos de comida y gatitos a los smartphones de cientos de millones de personas. Sin embargo, creo que hay una lección en esta forma de trabajar que quizá sí sea útil para nuestra vida diaria: estudiar detenidamente qué hemos hecho, con especial énfasis en nuestros fracasos.

No recuerdo haber encontrado en ninguno de los libros de autoayuda que he leído hasta la fecha mención alguna a este aspecto. Cuando alcanzamos una meta o tenemos éxito, nos felicitamos y disfrutamos del logro sin pararnos a pensar qué podíamos haber hecho mejor. Cuando fallamos, quizá abandonemos o quizá lo intentemos nuevamente de otra manera, pero no solemos paramos a pensar por qué hemos fallado. Si no averiguamos esto último es posible que nuestros renovados esfuerzos sean de nuevo infructuosos.

Esto es algo que veo a menudo en mi trabajo, donde se materializa en forma de reuniones. A veces ocurre que se detecta un problema y se convoca a unos cuantos para analizarlo y diseñar el manido «plan de acción». Este plan se pone en marcha total o parcialmente. Pasan los meses y el problema que trataba de solucionarse sigue igual. Cuando la situación es de nuevo insostenible se vuelve a empezar, convocando una nueva reunión de la que saldrá un nuevo plan de acción. La particularidad es que no se estudia el pasado por lo que todo este ciclo se repite sin memoria, como si las reuniones y acciones anteriores no hubieran tenido lugar, dando lugar a una versión real de la película Atrapado en el tiempo (Groundhog day) en la que vivimos la misma reunión cada poco tiempo.

Opino que la reflexión honesta sobre nuestros éxitos y descalabros es una fuente de aprendizaje poco explotada. A menudo recurrimos a biografías y recetas para el éxito escritas por gente triunfadora bajo la premisa de que podemos aprender de las vivencias de los demás (lo que se denomina «experiencias vicarias») sin darnos cuenta de lo valiosa que es nuestra propia experiencia, precisamente por ser nuestra y tener lugar en el contexto donde tiene que dar resultados.

Dado que no vendo libros de autoayuda puedo ser honesto y decirles que no tengo datos que sostengan mi opinión de que dedicar tiempo a un examen riguroso de nuestros logros y nuestros fracasos es buena cosa. Tampoco tengo un plan concreto que ofrecerles sobre cómo llevar a cabo dicho proceso más allá de los clásicos cinco porqués. Como tantas otras cosas que he compartido en este blog, sencillamente me parece una idea interesante que quería compartir con ustedes.

Feliz año nuevo.

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