lunes, 8 de mayo de 2017

Leer (I)

La semana pasado hablamos de libros en papel y libros electrónicos pero ¿por qué leer, en primer lugar? Solemos pensar en la lectura como algo bueno en sí mismo y necesario, y nos lamentamos como sociedad cuando oímos que cada vez se lee menos. ¿Por qué?

Los antiguos no confesaban nuestro culto del libro. En Fedro, Platón rechaza el invento de la escritura argumentando que acabará con la memoria de los ciudadanos, poniendo estas palabras en boca de Sócrates:

Padre de la escritura y entusiasmado con tu invención, le atribuyes todo lo contrario de sus efectos verdaderos. Ella no producirá sino el olvido en las almas de los que la conozcan, haciéndoles despreciar la memoria; fiados en este auxilio extraño abandonarán a caracteres materiales el cuidado de conservar los recuerdos, cuyo rastro habrá perdido su espíritu. Tú no has encontrado un medio de cultivar la memoria, sino de despertar reminiscencias; y das a tus discípulos la sombra de la ciencia y no la ciencia misma. Porque cuando vean que pueden aprender muchas cosas sin maestros, se tendrán ya por sabios, y no serán más que ignorantes, en su mayor parte, y falsos sabios insoportables en el comercio de la vida.
Pero no era esa su única preocupación. Para Platón, las palabras escritas están muertas y son permanentes. En cambio, la palabra oral es algo vivo y animado que «reside en el alma del que está en posesión de la ciencia» (ibídem):

El que piensa trasmitir un arte, consignándolo en un libro, y el que cree a su vez tomarlo de este, como si estos caracteres pudiesen darle alguna instrucción clara y sólida, me parece un gran necio; y ciertamente ignora el oráculo de Ammón, si piensa que un escrito pueda ser más que un medio de despertar reminiscencias en aquel que conoce ya el objeto de que en él se trata.
[...] Éste es, mi querido Fedro, el inconveniente así de la escritura como de la pintura; las producciones de este último arte parecen vivas, pero interrogadlas, y veréis que guardan un grave silencio. Lo mismo sucede con los discursos escritos; al oírlos o leerlos creéis que piensan; pero pedidles alguna explicación sobre el objeto que contienen y os responden siempre la misma cosa. Lo que una vez está escrito rueda de mano en mano, pasando de los que entienden la materia a aquellos para quienes no ha sido escrita la obra, y sin saber, por consiguiente, ni con quién debe hablar, ni con quién debe callarse. Si un escrito se ve insultado o despreciado injustamente, tiene siempre necesidad del socorro de su padre; porque por sí mismo es incapaz de rechazar los ataques y de defenderse.
Y así, como escribió Borges, muchos grandes maestros de la humanidad han sido maestros orales, desde Sócrates, Platón y Pitágoras hasta Buda y Jesucristo, cuyas únicas palabras escritas, garabateadas en la arena, se las llevó el viento.

Foto de Sam Greenhalgh
Dicen los psicólogos que leer tiene muchos beneficios que se extienden más allá del simple placer de la lectura. Por ejemplo, leer amplia nuestro vocabulario y mejora nuestra escritura. Puede parecer baladí pero el hecho cierto es que hemos llegado a un punto en el que saber leer y escribir es uno de los puntos débiles incluso de los trabajadores mejor cualificados. El declive en la lectura, unido a las formas de mensajería instantánea, ha hecho estragos en la ortografía y la gramática de la población en general. Yo, que trabajo con gente con estudios superiores, veo con horror cómo los correos electrónicos, las notas de prensa, los informes y otros escritos están plagados de errores, con los acentos ortográficos apareciendo y desapareciendo sin orden ni concierto, los signos de puntuación salpicando aleatoriamente el texto y las oraciones construidas con la claridad oratoria de un niño de cuatro años. Según el informe PIAAC de la OECD (2013-2016), España está en la cola del alfabetismo entre los países estudiados, teniendo por debajo únicamente a Italia, Turquía, Chile y Jakarta.

Además de ayudarnos a escribir correctamente, la lectura tiene efectos cognitivos beneficiosos. Según Steven Johnson:

[E]ntre los beneficios cognitivos de leer se incluyen estas facultades: esfuerzo, concentración, atención; capacidad para comprender palabras, seguir hilos narrativos o esculpir mundos imaginarios partiendo de simples frases en la página. Estas ventajas se ven reforzadas por el especial hincapié que hace la sociedad precisamente en este conjunto de destrezas.
Por su parte, Cervantes dijo, a través de don Quijote, que «el que lee mucho y anda mucho ve mucho y sabe mucho». Al parecer, no le faltaba razón (énfasis en el original):

[R]esearch has shown that among the benefits that people accrue from reading a lot is higher levels of practical knowledge. Practical knowledge refers to knowledge that is directly relevant to living in a complex technological society. It can include information such as what a carburetor is, what substances may be carcinogenic, what the relation is between the prime lending rate and the rate that the average consumer pays when borrowing money, and which fruits have the most vitamin C. This is the kind of knowledge that one can acquire through experience, exposure to the media, and direct social exchange of information, but we can attain this information mucho more quickly from reading. Stanovich and Cunningham (1993) have shown that adults who read a lot tend to have a greater amount of this sort of practical knowledge.
Finalmente, la lectura sirve también para retrasar la demencia y la aparición de Alzheimer en poblaciones avanzadas, para relajarnos y disminuir el estrés (lo que ayuda a dormir mejor), ser más conscientes de hábitos saludables, aumentar la empatía (al menos a corto plazo) e, incluso, mejorar nuestra autoestima y sensación de autoeficacia. Socialmente, los adultos que leen tienden a participar más en la vida pública.

Tantas son las bondades de la lectura que existe incluso la biblioterapia. Sus formas son múltiples, desde los cursos de literatura hasta los programas de lecturas para presos o gente mayor, pasando por los libros que algunos psicoterapeutas de toda la vida recomiendan a sus pacientes. Quienes estén dispuestos a pagar por ello tienen a su disposición «biblioterapeutas» que ofrecen cursos para ayudarnos a lidiar con los desafíos emocionales de la existencia cotidiana. Por ejemplo, la Escuela de la Vida (The School of Life) del filósofo Alain de Botton dispone de su propio servicio de biblioterapia con el objetivo, según dicen, de «acercarnos a obras de literatura, tanto del pasado como del presente, que pueden cambiar nuestra vida pero que a menudo son escurridizas, los libros que verdaderamente tienen el poder de enriquecer e inspirar».

Leer es como la comida sana y el ejercicio: una fuente de beneficios al alcance de cualquiera que muchos optan por ignorar. Sin embargo, es posible que sus bondades se hayan exagerado. A continuación veremos por qué.

Continuará.

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