lunes, 21 de marzo de 2016

Los códigos secretos

La criptografía es la técnica de transformar un mensaje de tal forma que solo sea inteligible para quien sepa descifrarlo. En el mundo actual la usamos a diario, pues es la base de la seguridad en internet. Tal como explica John Oliver:

Encryption can protect the things most important to us: our financial information, health reports, dick pics, trade secrets, classified government records, dick pics, our physical location, the physical location of our dicks, credit card information, dick pics and pictures of our dicks.
Una buen sistema criptográfico impide leer el mensaje cifrado a cualquiera que no tenga la clave de descifrado. A cualquiera. Eso incluye a los agentes de la ley. Actualmente, en Estados Unidos, el FBI está liderando una campaña para que las empresas tecnológicas (Apple, Google, Microsoft, etcétera) diseñen sus sistemas de tal forma que las fuerzas de seguridad sí puedan acceder a la información cifrada. Su argumento se basa en que la criptografía protege a los malhechores (con especial énfasis en los terroristas) pues impide a las fuerzas del orden espiar a los sospechosos o acceder a información que podría ser relevante en una investigación criminal.

Creo que el debate actual en torno a la criptografía está viciado por las diferentes formas en que percibimos el mundo digital y el mundo físico. Imaginen que les toca pagar una cena cuya cuenta asciende a trescientos euros. ¿Cómo preferirían pagar, en efectivo o con tarjeta? (supongamos, por mor del argumento, que tienen el dinero contante y sonante ya en su cartera). De acuerdo con el psicólogo Dan Ariely, la mayoría de personas prefiere pagar con tarjeta, hecho que relaciona con un concepto bautizado como «the pain of paying»:

Basically, everybody when we ask this question says the cash will feel worse than the credit card. Now, why? Why does the cash feel so different? You know how much the meal will cost, this is not surprise, you see the prices on the menu, but something about the cash feels different. Where is it coming from? And there is this notion of «the pain of paying» which says that the agony of parting with our money has to do with the saliency of «do we see this money going away?», and it has to do with the timing of whether the money is going away at the same time that we are consuming.
Mismo precio, emociones diferentes. Y todo por la mera razón de que en un caso podemos ver y tocar el dinero y en el otro no. Es como si nuestro cerebro solo se preocupara por aquella parte del mundo que tiene lugar ahora y puede percibir directamente a través de los sentidos. Ya hablamos de cómo lo que vemos es todo lo que hay. También sabemos que las desgracias no producen los mismos sentimientos cuando le ocurren a nuestro vecino que cuando ocurren a miles de kilómetros de distancia (he aquí un magnífico artículo de Luis Tarrafeta al respecto). Por no mencionar nuestra despreocupación acerca del calentamiento global, con sus efectos inciertos que tendrán lugar en el futuro.

Siendo así no es de extrañar que, cuando a algunas personas se les dice que el gobierno quiere acceder a todos sus datos digitales, digan que no les importa porque ellos no tienen nada que esconder. No obstante, sospecho que estas mismas personas opinarían de forma muy diferente si cada mañana un agente de policía entrara en su casa y registrara todos sus cajones, abriera todos sus armarios, leyera todas sus notas y anotara con quién conversa y durante cuánto tiempo en todo momento. A pocos les agradaría, además, que un agente les siguiera a todas partes a lo largo del día.

Imagen de Chris Dlugosz
Las comparaciones entre el mundo digital y el físico vienen de lejos. Allá por la década de los ochenta y los noventa, algunos entusiastas de la informática gustaban de colarse en ordenadores ajenos, no para provocar daños o por beneficio económico, sino por el simple placer intelectual de superar ese reto. Argumentaban que obrando así contribuían a mejorar la seguridad de los sistemas informáticos poniendo de manifiesto su inseguridad. Sus detractores, por el contrario, veían en ellos a unos delincuentes a los que no se les ocurriría ir por la calle forzando cerraduras y entrando en casas solo para demostrar que la mayoría de las puertas son en realidad bastante endebles.

Un argumento parecido se utilizaba en algunas advertencias que se mostraban al comienzo de los DVD. «No robarías un bolso», decían. La idea que trataban de inculcar era que descargar una película a través de BitTorrent equivalía a robar el DVD de la estantería de un centro comercial, algo a lo que la mayoría de las personas no se atreverían. Por supuesto, esa era una comparación inexacta, pues las copias digitales no tienen el coste de las copias físicas. Mas dejemos esta otra discusión a un lado, pues es ajena al asunto.

Mucho me temo que las puertas traseras criptográficas, esos sistemas que los gobiernos quieren implantar para que las fuerzas de la ley puedan leer nuestros mensajes, acabarán imponiéndose. Al contrario que la mayoría de mis colegas de profesión, dudo que eso signifique el fin del mundo digital como lo conocemos. Sí, por esas puertas traseras se colarán todo tipo de individuos indeseables, pero creo que no supondrá una gran diferencia. Al fin y al cabo, la seguridad digital actual ya tiene goteras de proporciones gigantescas, y aún así seguimos digitalizando más aspectos de nuestra vida. Actualmente, la mayor amenaza a la seguridad de nuestros datos son los banners de publicidad, nuestra manía de abrir correos de remitentes desconocidos y nuestra mala costumbre de pinchar «siguiente» sin criterio.

En el caso de que las puertas traseras se hagan realidad, la criptografía pasará a tener la misma función que la cerradura de la puerta de nuestra casa: no evitará que un adversario decidido entre hasta la cocina pero sí nos protegerá de la mayoría de personas que se sentirían tentadas de echar un vistazo si no hubiera tal protección.

Para mí, las puertas traseras tienen poco que ver con la seguridad de los ciudadanos y mucho que ver con el control de los mismos por parte del gobierno de forma fácil. Conforme toda nuestra vida se plasma en unos y ceros, la vigilancia de cada uno de nosotros se hace más detallada y conveniente para el Estado, el cual puede construir ese eficiente panóptico digital del que nos habló Invisible Kid. Es mucho más sencillo, rápido y cómodo investigar a alguien a partir de sus registros telemáticos que con los métodos tradicionales. Al final, los policías son como el resto de nosotros, y buscan gastar el mínimo de energía posible en hacer su trabajo.

Comodidad aparte, cada vez tengo más claro que, en la práctica, la primera función del gobierno es proteger el statu quo y a sí mismo. Las puertas traseras, unidas a las leyes de retención de datos, son dictados que buscan tener controlada a la ciudadanía para controlar y perseguir a los enemigos del estado. A veces esos enemigos son delincuentes que no deberían estar en libertad, eso es cierto, pero hemos de recordar que la definición de «terrorista» o «enemigo del estado» la da el propio gobierno a través de las leyes que aprueba. A menudo esos «enemigos del estado» son simplemente personas con ideologías opuestas a la del poder, confesiones religiosas diferentes, periodistas que destapan escándalos políticos y otros casos por el estilo.

Es paradójico que este debate haya surgido en Estados Unidos, país donde el rechazo y la desconfianza hacia el gobierno es un sentimiento bastante generalizado. James Madison, uno de los Padres Fundadores, tenía muy claro que era necesario limitar el poder del gobierno a través de la separación de poderes, hecho que quedó finalmente reflejado en la Constitución norteamericana. En El Federalista nº 51 escribió:

Ambition must be made to counteract ambition. The interest of the man must be connected with the constitutional rights of the place. It may be a reflection on human nature, that such devices should be necessary to control the abuses of government. But what is government itself, but the greatest of all reflections on human nature? If men were angels, no government would be necessary. If angels were to govern men, neither external nor internal controls on government would be necessary. In framing a government which is to be administered by men over men, the great difficulty lies in this: you must first enable the government to control the governed; and in the next place oblige it to control itself. A dependence on the people is, no doubt, the primary control on the government; but experience has taught mankind the necessity of auxiliary precautions.
El gobierno de la tierra amante del libre mercado se ve ahora instigando a una de sus compañías privadas más exitosas y representativas con el fin de que se someta a su control. Algunos estadounidenses ponen el grito en el cielo clamando que estas leyes les sitúan al nivel de China.

Desde luego, quién se lo iba a decir a Hamilton, Madison, Jay, Jefferson y compañía. Será que, de derechas o de izquierdas, comunistas o capitalistas, monárquicos o republicanos, todos los gobiernos de la Tierra tienden al máximo grado posible de dictadura.

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