lunes, 16 de mayo de 2016

Estás en mi sitio (I)

«Estás en mi sitio», repite Sheldon Cooper en la serie The Big Bang Theory cada vez que alguien se sienta en el lado izquierdo del sofá de su apartamento. En el episodio que cuenta cómo se conocieron Leonard y él vemos que su sitio es un lugar concreto del salón donde antes solo había una silla plegable. Cuando Sheldon explica por primera vez a su compañero de piso las bondades de aquella área le informa de que ese espacio se halla en estado perpetuo de «me lo pido». Al preguntarle Leonard si puede hacer eso Sheldon responde: «Cathedra mea, regula mae». Mi silla, mis reglas.

Foto de Zombie Leah
¿En qué se basa Sheldon para decir que ese es su sitio? En su momento Sheldon llegó a un apartamento vacío y colocó su silla donde mejor le pareció. Fue el primero en reivindicar aquella zona y, para él, eso es suficiente. Esto se conoce como teoría del primer ocupante o de la primera posesión: la propiedad de algo se justifica simplemente porque alguien lo reclamó antes que los demás. Esta teoría parte de la base de que la primera persona en un utilizar un recurso natural (por ejemplo, una parcela de terreno) se apropia de él sin expropiar a nadie.

Es sobre esta base sobre la que se resuelve también la propiedad de aquel esqueleto de un supuesto ángel encontrado por Lisa en Los Simpson. Al ser interrogado sobre quién es el dueño del descubrimiento, el abogado Lionel Hutz declara: «sin duda es un espinoso asunto legal sin más jurisprudencia que "el que lo haya encontrado, pa' él"». Tras oír eso, Homer carga el esqueleto en su coche y lo guarda en el garaje para que «se revalorice». Más adelante, en ese mismo capítulo, empieza a cobrar a los ciudadanos de Springfield por ver al ángel.

Que los vecinos de Springfield tuvieran que pagar para ver el esqueleto deja patente uno de las problemas de la teoría de la primera posesión que no era evidente en el caso del sitio de Sheldon: si bien el primer ocupante no desposee a nadie, lo cierto es que al convertirse en dueño del recurso puede perjudicar a otros si es que no queda nada para ellos. ¿Qué ocurriría si, en lugar de un ángel, Homer se hubiera apropiado del único pozo de agua del pueblo? ¿Sería lícito que solo por haber sido su descubridor pueda proclamarse su dueño y prohibir el acceso a él al resto de habitantes? Seguramente para muchos de ellos el mero hecho de haber sido el primero en llegar al pozo sería una justificación insuficiente para apropiarse de un recurso vital para todos.

Allá por el siglo XVI, en Inglaterra, se inició el primer cercamiento de tierras comunes, movimiento que tuvo su mayor desarrollo durante los siglos XVIII y XIX. Las leyes de cercamiento supusieron la sustitución de los derechos comunales por los de propiedad privada: numerosas hectáreas de tierras de libre disposición pasaron a manos de terratenientes. Como resultado, muchos pequeños campesinos perdieron su forma de vida y hubieron de trasladarse a las ciudades para poder ganarse la vida o convertirse en jornaleros.

El filósofo John Locke apoyó este movimiento. Para él, las ganancias en productividad serían tan grandes que todos estarían en una situación mejor que si la tierra de cultivo continuara siendo una propiedad comunal. Sin embargo, entendió que no bastaba con colocar un cercado o hacer como Sheldon y decir «me lo pido» para adquirir la propiedad de una parcela de tierra que antes era de todos. Para este filósofo la clave residía en apropiarse de la tierra de forma productiva, esto es, labrarla de manera que el trabajo de la misma incrementara el número de bienes disponibles para la sociedad. En su Segundo Tratado del Gobierno escribió (el énfasis es mío):

Though the Earth, and all inferior creatures, be common to all men, yet every man has a property in his own person. This no body has any right to but himself. The labour of his body, and the work of his hands, we may say, are properly his. Whatsoever then he removes out of the state that Nature hath provided, and left it in, he hath mixed his labour with, and joyned to it something that is his own, and thereby makes it his property. It being by him removed from the common state Nature placed it in, it hath by this labour something annexed to it, that excludes the common right of other men: for this labour being then unquestionable property of the labourer, no man but he can have a right to what that is once joined to, at least where there is enough, and as good, left in common for others.
O como resume Murray Rothbard:

Crusoe encontró en su isla una tierra virgen, sin cultivar, una tierra no utilizada ni controlada por nadie y, por tanto, sin propietario. Al descubrir los recursos de la tierra, al aprender a utilizarlos y, en especial, al transformarlos mediante una remodelación más utilizable, Crusoe —según una frase memorable de John Locke— «mezcló su trabajo con el suelo». Al actuar así, al estampar el sello de su personalidad y de su energía en la tierra, la convirtió, de manera natural, a ella y a sus frutos, en su propiedad. Por tanto, el hombre aislado posee lo que usa y transforma. No se da en estos casos el problema de lo que debería ser la propiedad de A frente a la de B. Es, ipso facto, propiedad de un hombre aquello que este hombre produce, es decir, lo que transforma, mediante su esfuerzo personal, en utilizable. Su propiedad sobre la tierra y los bienes de capital se van extendiendo a través de las diferentes fases de producción, de modo que Crusoe acaba por convertirse en dueño de los bienes de consumo que ha producido hasta que éstos desaparecen, una vez consumidos.
El argumento de Locke combina la teoría del primer ocupante con la importancia moral del trabajo. Dice, en resumen, que la tierra es de quien la trabaja. A partir de esa apropiación primigenia las personas comienzan a intercambiar los excedentes de su trabajo dando lugar a los mercados, donde se transfieren los derechos de propiedad de los bienes de una persona a otra de forma pacífica.

Continuará.

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