CONSIDERACIONES SOBRE LOS ARGUMENTOS EN CONTRA
Es una intromisión en la vida privada
La idea aquí es que el Estado no debe imponer su visión ética de lo bueno, sino que debe limitarse a asegurarse el cumplimiento de las normas que garantizan lo justo. Después cada persona es libre para comportarse de formas que tenga razones para valorar.
No obstante, lo que para cada uno es bueno no puede ir en contra de lo justo ni de los principios universales que mencionamos en la primera parte. Si (y este es un gran si) el feto fuera una persona y tuviera los mismos derechos, la autonomía de los padres no les permitiría matarlo.
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Finalmente, el respeto a la autonomía individual choca con el de responsabilidad social. Nos guste o no, los ciudadanos tenemos obligaciones los unos con los otros. Cuando los padres deciden no vacunar a sus hijos son responsables de que otros niños enfermen y de que la enfermedad se propague. No siempre prima el respeto a la libertad de cada uno. Tener o no un hijo afecta a la sociedad en su conjunto. Esta necesita, por ejemplo, nuevas personas que trabajen y paguen la jubilación de los mayores, nuevos científicos y médicos, etc. Por contra, hay sociedades superpobladas que no pueden dar abasto y en las que se disuade a sus miembros de alumbrar nuevas criaturas. La cuestión de la paternidad se enmarca así dentro del ámbito público y nos obliga a considerar las implicaciones que para todos tienen nuestras acciones.
Nosotras parimos, nosotras decidimos. El aborto es un derecho de la mujer
Este es un argumento derivado del anterior y de corte feminista. Se supone que las mujeres son libres para decidir sobre su cuerpo, lo que incluye al feto. Además tienen el derecho de que su cuerpo no sea usado por nadie más contra ellas o sin su consentimiento. El Estado no puede a obligar a alguien a donar sus recursos vitales a ninguna otra persona, por muy necesitada que esté, sea niño o adulto. A este respecto es citado frecuentemente la analogía de Judith Jarvis Thomson, en el que una persona es encadenada contra su voluntad a un violinista famoso que morirá si se las separa durante los próximos nueve meses, pues los riñones de este último no funcionarán en ese tiempo.
Las posturas contrarias a esta tesis vienen, de un lado, de los hombres, que piensan que también tienen derechos sobre el feto cuando es fruto de su semilla. Por otro lado, las feministas provida señalan la hipocresía que supone tratar a los niños aún no nacidos como una propiedad cuando ellas mismas han sufrido la experiencia de la discriminación y la deshumanización por parte de los hombres. Además se mantienen los problema de la responsabilidad social y separación de ámbitos tratados en el argumento anterior.
En cuanto al uso indebido de recursos vitales de otra persona, si la lactancia fuera la única manera de alimentar a un bebé ¿sería lícito que una madre renunciara a dar el pecho a su hijo alegando que se están aprovechando de su cuerpo?
Si se prohíbe este tipo de aborto lo que ocurrirá es que las mujeres abortarán en la clandestinidad
Se parte de la premisa de que las mujeres abortarán igualmente, lo permita la ley o no, y por tanto pueden acabar haciéndolo en malas condiciones que pongan en peligro su vida. Este mismo razonamiento se ha usado en otros debates, como el de la legalización de las drogas.
Que la gente vaya a seguir haciendo algo por más impedimentos que se les pongan es irrelevante cuando tratamos de dirimir una cuestión como lo la del aborto, pues no afronta el dilema ético.
Es una prohibición retrógrada
En la primera parte ya vimos que los defensores del cambio en la ley apoyaban su postura con este mismo argumento. Me resulta curioso que aparezca aquí también, si bien aquí la época retrógrada en cuestión suele ser el franquismo, donde el Estado restringe la libertad individual e impone su ideología cristiana.
Las leyes cambian con el tiempo, pero eso no implica que las de hoy sean mejores que las de hace cincuenta años. Muchos concebimos erróneamente la historia como una evolución de la barbarie el progreso. Mas lo que tenemos solo son épocas distintas, y distinto no significa mejor. La mayor esperanza de vida, la menor mortalidad infantil, la disminución de las horas de trabajo, etc. no son globales: esas cosas solo se dan en ciertas sociedades desarrolladas.
Las leyes deben valorarse, por su valor intrínseco, no por la época en la que estuvieron vigentes.
La persona no tendrá calidad de vida, se la condena al sufrimiento
Este es el motivo principal para oponerse al cambio en la ley y el hilo conductor de las cartas abiertas sobre el tema, en las que se describe de forma muy explícita el dolor de estas personas.
Sin embargo, tal vez el único al que competa juzgar la calidad de vida sea a la persona que vive esa vida. Alguien totalmente sano puede suponer cómo sería vivir con cierta discapacidad, pero no lo sabe. Quizá el hecho de venir con ella al mundo hace que la persona se adapte y no valore su vida como falta de calidad. Véase, por ejemplo, el caso de Sean Stephenson.
Otro factor a tener en cuenta es que habrá veces en las que será difícil evaluar la calidad de vida futura, ya que no todas las malformaciones son igual de graves. No es lo mismo venir al mundo con anencefalia o espina bífida que con talasemia.
Es una condena para los padres. Además el gobierno ha retirado las ayudas para estos casos
No solo el niño tendrá una vida cargada de dolor, sino que los padres sufrirán con él. No disfrutarán muchas de las satisfacciones que supone criar un hijo sano, y además deberán renunciar a más cosas que otros padres, ya que se verán obligados a estar mucho más atentos a su retoño, que no puede -y no podrá- valerse por sí mismo. Desde la ética utilitarista se optaría indudablemente por el aborto.
A pesar de todo, si (y de nuevo es un gran si) lo moralmente correcto fuera tener el bebé por muy enfermo que estuviera, entonces nada de lo anterior importaría, como tampoco importaría el hecho de que el gobierno haya retirado las ayudas a la dependencia. Recordemos que, según Kant, una acción es moral si se hace por sentido del deber, no porque nos vaya a suponer perjuicio o beneficio, o porque sus consecuencias sean más fáciles o difíciles de llevar. Desde la ética deontológica, si lo correcto es continuar con el embarazo, ningún obstáculo de tipo práctico tiene lugar en la discusión.
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