domingo, 21 de abril de 2013

Una rápida y personal (II)

Teníamos razón. Los dos. Aquella persona al pedirme que me alejara y yo al asumir que eso era cuanto podía hacer por ella. Por lo que puedo entrever desde la distancia parecen haber vuelto a su ser la alegría y la vitalidad. La sociabilidad. La sonrisa. ¿Sería ese el cambio que decía necesitar?

Cuesta creer que ir con mis mejores intenciones pudiera representar tamaña losa sobre el ánimo de alguien, sobre todo porque eso me atribuiría una influencia que probablemente esté a años luz de la real (no le importo tanto). No obstante ahora me pregunto, dada mi incapacidad para cambiar, cuánto bien podría hacer al mundo alejándome de más gente. Quizá debiera emboscarme:
«En la antigua Islandia al hombre que había entrado en un grave conflicto con la sociedad (de ordinario o a causa de un homicidio) le quedaba un recurso: el Waldgang, la emboscadura. Aquel hombre se retiraba al bosque, se convertía en un Waldgänger, un emboscado. Allí vivía de sus propias fuerzas, apoyado en sí mismo. Para sí era él su propio sacerdote, su propio médico, su propio juez.»
Hacer eso tendría la ventaja añadida de que alguno de los cinco millones de parados de este país podría ocupar mi puesto de trabajo para hacer una labor decente (de lo cual yo soy incapaz, visto lo visto, pues me son necesarios los lujos del tiempo y otros recursos para completar de manera incólume las augustas tareas a las que mi empresa se dedica).

Tengo entendido que Irlanda es un país frondoso, y queda más a mano que Islandia. Tal vez me recluya en un bosque de por allí. Mala suerte sería que con tanta lluvia y tanto árbol no me caiga un puto rayo.

Foto de Ruben Holthuijsen

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