lunes, 5 de enero de 2015

Propósitos de año nuevo

Google sabe que es la época de intentarlo de nuevo, de volver a la carga con energías renovadas. No hay más que ver el volumen de búsquedas de términos como «ejercicio», «gimnasio» o «dejar de fumar». ¿Adivinan a qué meses del año corresponden los picos?

Google Trends
Los picos más bajos señalan diciembre, los más altos a enero (y, cuando se trata de ejercicio y gimnasios, a mayo y septiembre). En el caso de «dieta», el número de búsquedas es tan superior a los anteriores que he tenido que mostrarlo en un gráfico separado para que las tendencias pudieran apreciarse correctamente en cada caso. De nuevo, a ver si pueden averiguar dónde cae cada diciembre y cada enero.

Google Trends - dieta


Como ya sabrán, bien porque lo hayan visto o bien porque lo hayan experimentado, la mayoría de propósitos de año nuevo no se consiguen. El psicólogo Richard Wiseman llevó a cabo dos estudios con miles de personas cuyos resultados lo dejaron bastante claro:

A un grupo lo observamos durante seis meses y al otro, durante un año. Al inicio del proyecto, la gran mayoría de los participantes creía estar haciéndolo bien. [...] Al final, sólo el 10% de los participantes había alcanzado sus objetivos y ambiciones.
Según Wiseman, existen cuatro técnicas esenciales para lograr nuestros anhelos: preparar el plan adecuado, contárselo a nuestros amigos y familiares, concentrarnos en las ventajas, y recompensarnos con cada paso conseguido.

Todo empieza fijándose un objetivo. Pero no vale cualquier objetivo, ha de ser uno inteligente, un objetivo SMART: specific, measurable, attainable, realistic, time-bounded. Como explica Devora Zack:

Think of yourself as a detective. You need specific clues to know whether you accomplish your goals. Think: What evidence will let me know I succeeded? Many people mess up on this one, with goals that are vague and therefore doomed to fail. I am going to meet more people! I will follow up better! I’ll go outside my comfort zone! Just do it! Guess what? You won’t. Because how will you know whether or not you did? You won’t. Any goal can be put in specific terms. A vague goal is unattainable; a clear goal is specific.
Idealmente, en pos del desarrollo personal, además de concreto, medible y alcanzable, el objetivo marcado debería suponernos cierto esfuerzo y ser significativo:

First, the results should be hard to achieve—they should require “stretching, ” to use the current buzzword. But also, they should be within reach. To aim at results that cannot be achieved—or that can be only under the most unlikely circumstances—is not being ambitious; it is being foolish. Second, the results should be meaningful. They should make a difference. Finally, results should be visible and, if at all possible, measurable. From this will come a course of action: what to do, where and how to start, and what goals and deadlines to set.
Fijado el destino, las investigaciones realizadas por Gabriele Oettingen indican que debemos reflexionar sobre el tipo de obstáculos y los problemas que encontraremos en nuestro camino, siempre con la meta en mente. Para Oettingen, la mezcla de planes concretos, optimismo acerca de nuestro triunfo y realismo sobre los problemas que aparecerán es el estado mental más eficaz para lograr nuestro propósito. Eso es algo que, de acuerdo con Heidi Halvorson, los triunfadores hacen naturalmente:

Being specific about what you want is just the first step. Next, you need to get specific about the obstacles that lie in the way of getting what you want. In fact, what you really need to do is go back and forth, thinking about the success you want to achieve and the steps it will take to get there. This strategy is called mental contrasting, and it is a remarkably effective way to set goals and strengthen your commitment.
Diríase que la consecución de nuestros fines reside en buena parte en el propósito en sí, en cómo lo definimos y cómo pensamos acerca de él. Sin embargo, ¿y si las metas fueran para perdedores? Esa es, al menos, la opinión de Scott Adams, el dibujante de Dilbert:

Por decirlo lisa y llanamente, las metas son para perdedores. Esto es literalmente cierto la mayoría de las veces. Por ejemplo, si su meta es perder cinco kilos, se pasará cada minuto hasta que alcance esa meta (si es que lo consigue) sintiéndose mal por no haberla alcanzado todavía. En otras palabras, las personas orientadas a las metas existen en un estado de fracaso casi constante, que tienen la esperanza de que sea pasajero. Esa sensación desgasta. Con el paso del tiempo se vuelve pesada e incómoda. Incluso puede dejarle fuera de juego.
Adams no es el único que piensa así. Oliver Burkeman menciona en The Antidote una encuesta realizada por Stephen Shapiro que ponía de manifiesto cómo la orientación a objetivos produce infelicidad:

In survey research he commissioned, drawing on samples of American adults, 41 per cent of people agreed that achieving their goals had failed to make them any happier, or had left them disillusioned, while 18 per cent said their goals had destroyed a friendship, a marriage, or another significant relationship. Moreover, 36 per cent said that the more goals they set for themselves, the more stressed they felt – even though 52 per cent said that one of their goals was to reduce the amount of stress in their lives.
Shapiro es un orador profesional que da charlas a ejecutivos y hombres de negocios. Su filosofía consiste básicamente en que lo importante para la calidad de vida no es el resultado final, sino cómo jugamos el partido; la obsesión con el marcador empeorará nuestro desempeño y nos hará desgraciados. Él considera que deshacerse de las metas, o centrarse en ellas de manera laxa, a menudo es la mejor manera de obtener resultados. Apoya sus argumentos con anécdotas de gente con la que ha trabajado, como aquel conjunto de mecánicos de Fórmula 1 que redujo el tiempo de los pit stop cuando se les dijo que no se les puntuaría según el cronómetro, sino de acuerdo a su estilo. Desplazar el foco de la velocidad a los movimientos fluidos logró que las paradas fueran más rápidas.

Así pues, quizá lo importante no sea el propósito en sí, sino el método empleado para alcanzarlo, un método diseñado para plantar la semilla del éxito y que este brote de forma natural. Es por ello que Scott Adams sugiere reiteradamente no centrarse en metas, sino en sistemas (ibídem Adams):

[U]na meta es un objetivo específico que usted alcanzará o no en el futuro. Un sistema es algo que hace regularmente y que aumenta sus probabilidades de ser feliz a largo plazo. Si usted hace algo todos los días, es un sistema. Si espera conseguir algo en un momento futuro, es una meta.

A lo largo de mi carrera siempre he tenido las antenas puestas, buscando ejemplos de personas que usaran sistemas en lugar de metas. En la mayoría de los casos, que yo sepa, a las personas que usan sistemas les va mejor. Las personas que se centran en un sistema han descubierto una manera de contemplar lo familiar de formas nuevas y más útiles.

Las personas que se marcan metas viven, con suerte, en un estado constante de fracaso anterior al éxito, y a las malas, en un fracaso permanente si nunca alcanzan sus objetivos. Las personas que usan sistemas tienen éxito cada vez que los aplican, en el sentido de que hacen lo que pretendían hacer. Las personas que persiguen metas tienen que luchar a cada paso con el desánimo que las invade. Las que usan sistemas se sienten bien cada vez que los aplican. Esto supone una gran diferencia por lo que respecta a mantener enfocada su energía personal en la dirección correcta.
En este blog hemos hablado de sistemas en algunas ocasiones, precisamente relacionados con propósitos típicos de año nuevo. Vimos el sistema de Brian Wansink para perder peso sin darnos cuenta, y el de Charles Staley para ponernos en forma. Robert Kiyosaki tiene su sistema para ganar dinero. Incluso podríamos hablar de un sistema budista para conseguir la felicidad y la paz interior. Todos ellos tienen en común el hecho de establecer un conjunto de normas que, cumplidas con diligencia, nos harían arribar a nuestro fin.

Enfocarse en los objetivos puede tener efectos secundarios no deseados, especialmente cuando no los establecemos nosotros, sino que nos vienen impuestos. Pueden generar ansiedad. Pueden hacer que nos sintamos impelidos a hacer trampas para cumplirlos. Es posible que abandonemos prematuramente cuando no cumplimos algún punto de control; por ejemplo, cuando después de mucho sacrificio no hemos perdido ese medio kilo a la semana que nos habíamos marcado. Pueden, en definitiva, sabotear nuestros intentos por llegar a ellos.

Solemos pensar en la felicidad de forma episódica, como la sensación que surge en los grandes momentos o tras ir logrando cruzar una meta tras otra. Dicha felicidad a menudo es efímera y viene acompañada del vacío que deja haber perdido aquello que nos daba propósito y dirección. Lo habitual es volver a empezar, dirigiendo nuestros esfuerzos a una nueva ambición. Pero, cuando queremos algo importante y significativo, nos pasaremos el noventa y nueve por ciento del tiempo trabajando por ello. De ahí que, como dice Shapiro, sea tan importante disfrutar jugando el partido.

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