lunes, 14 de diciembre de 2015

El foco

Me contaba una amiga hace poco su primera –y, hasta la fecha, única– experiencia con la meditación. Estaba un día sola en casa y se propuso pasar algo de tiempo conectando consigo misma, para lo cual decidió intentar un ejercicio de mindfulness llamado «escáner corporal». Dicho ejercicio consiste en tumbarse y recorrer el propio cuerpo mentalmente, centrando toda la atención en una pequeña parte del mismo cada vez, de abajo arriba, siendo consciente de cualesquiera sensaciones que tengan lugar en dicha parte. Se trata de desarrollar la atención y aprender a dirigirla donde uno quiere, cerrando la mente a distracciones internas y externas.

Aquello empezó bien, según me dijo. Primero se centró en su pie: la planta, el talón, los laterales... Después pasó a intentar sentir cada dedo por separado. Allí fue donde la cosa se fastidió: llegando al segundo dedo, se propuso moverlo manteniendo inmóviles los demás. Intentó hacer lo mismo con cada dedo de cada pie y fue adquiriendo algo de destreza en ello. Cuando su pareja llegó a casa le contó su nueva destreza y le conminó a intentarlo. De la meditación, nunca más se supo.

Foto de Michael Dales
Mi amiga rebosa energía. Es una persona muy activa y alegre que parece incapaz de estar quieta cinco minutos seguidos. Personas así suelen asumir que la meditación no es para ellos porque enseguida se distraen y la idea de sentarse totalmente inmóviles durante veinte minutos se les antoja imposible. Esta clase de gente suele decirme que ellos meditan haciendo deporte. Mi amiga, verbigracia, afirma que cuando está nadando solo piensa en el movimiento de su cuerpo en el agua, en las sensaciones de cada brazada y en su respiración. De manera similar, otra persona me decía que su meditación consiste en golpear con fuerza la pelota de pádel. Practicar deporte les ayuda a desarrollar una actitud positiva, a relajarse, a olvidarse de sus preocupaciones diarias y a vivir el momento. Por eso, me preguntaba mi amiga, qué necesidad hay de seguir una forma concreta de meditación (sentarse y centrar la atención en la respiración) si pueden lograrse los mismos objetivos haciendo deporte.

No obstante, la meditación y el ejercicio son actividades diferentes que trabajan cualidades distintas. Sakyong Miphan, que además de dedicarse a meditar es corredor, explica la disimilitud:

People sometimes say, “Running is my meditation.” Even though I know what they mean, in reality, running is running and meditation is meditation. That’s why they have different names. It would be just as inaccurate to say, “Meditation is my exercise.” I have known some advanced meditators who have been able to bring their meditative mind—that strength and relaxation—into their body with its channels, nervous system, and muscles. They become strong, radiant, and resilient. We even have a type of meditation in Tibet called heat meditation, in which yogis who are able to use the power of their mind to control their body heat meditate in subzero conditions for months, wearing only a cotton shawl. However, it is unlikely that they would be able to run a sub-three-hour marathon.

Likewise, it is unlikely that we are going to attain enlightenment by running, even though some have tried. It is not a matter of choosing what is better—exercising the mind or exercising the body. Rather, these activities go hand in hand. We need to exercise both our body and our mind. The nature of the body is form and substance. The nature of the mind is consciousness. Because the body and mind are different by nature, what benefits them is different in nature as well. The body benefits from movement, and the mind benefits from stillness.
Siguiendo con la metáfora de la semana pasada, aquella en la que nuestra mente es un jinete (procesos conscientes) a lomos de un animal (un elefante o caballo que representa nuestros procesos inconscientes), el ejercicio, de acuerdo con Miphan, tiene beneficios mentales porque el cansancio físico calma a ese animal interior. La diferencia con la meditación es que esta nos ayuda a domarlo, por lo que sus beneficios son duraderos (no desaparecen al rato de terminar la actividad en sí) y acumulativos (ibídem Miphan):

In order to access the mind, the wild horse has to be tamed. That comes through the constant application of the meditation technique. Even though there are some mental benefits in running, they are usually achieved not by taming the horse, but by exhausting the horse. By moving, we are physically exhausting the wind. Afterward, we feel calmer because the wind is more settled. Thus the mind is more present and at peace. So the clarity and peace of mind we feel after running is mostly because the wild horse is tired, not necessarily because it has been tamed. The mental clarity brought about by physical exercise is temporary. When the horse has more energy, it resumes running around. Then we have to go for another run, exhausting the mind again. Using running as a way to train the mind is incidental, whereas the peace and clarity that come from meditation are cumulative.
En lo que algunos llaman «la era de la distracción», la atención se ha convertido en un bien escaso. Según Daniel Goleman, esta capacidad mental en todas sus variedades (concentración, atención selectiva, conciencia abierta, automonitorización) constituye un valor mental que influye poderosamente en cómo vivimos y que se está viendo mermado debido a –lo han adivinado– los teléfonos móviles y otras tecnologías modernas. Cuando nuestra atención es débil el jinete es incapaz de controlar el animal que cabalga; nuestra mente divaga y se aleja. Desafortunadamente, como hablamos en su día, la mente errante es una mente infeliz. Algunas enfermedades mentales están directamente relacionadas con la forma en que nos vemos atrapados por un flujo de pensamientos negativos:

El fracaso, en los casos extremos, en un foco de atención y ocuparnos de otro puede dejar la mente sumida en las cavilaciones, los bucles de pensamientos repetitivos o la ansiedad crónica. Y ello puede acabar desembocando en la impotencia, la desesperación y la autocompasión (tan características de la depresión) o la repetición incesante de rituales o pensamientos como, por ejemplo, tocar la puerta 50 veces antes de salir de casa (propios del trastorno obsesivo-compulsivo). La capacidad de desconectar la atención sobre una cosa y dirigirla hacia otra resulta esencial para nuestro bienestar.
La meditación sirve para desarrollar la atención. La idea básica es muy simple: cuando nuestra mente divague hemos de darnos cuenta de ello, llevarla a nuestro punto focal (por ejemplo, la respiración) y mantenerla ahí. Cuando volvemos a distraernos repetimos los pasos anteriores, y así una y otra vez. Con la práctica continuada se consiguen fortalecer los circuitos neuronales que nos permiten desconectar nuestra atención de una cosa, dirigirla hacia otra y mantenerla en ese nuevo objeto. También nos ayuda a evitar distracciones y centrarnos en lo que nos importa. Adicionalmente, nuestros pensamientos se vuelven menos «pegajosos» y mejora el control de nuestras emociones.

Para cultivar todas esas cualidades se requiere quietud física. Algunas de las razones por las que la meditación se practica en silencio y en una posición estática son las mismas por las que no estudiamos para un examen mientras corremos en la cinta o pedaleamos en la bicicleta estática: es un trabajo mental que se beneficia de la ausencia de estímulos externos y distracciones. Pero también porque lo que llamamos formalmente «meditación» es el acto deliberado de pasar del modo habitual en el que andamos haciendo cosas continuamente a uno en el que, simplemente, nos sentamos sin otro propósito que el de estar presentes a cada momento. Es un tiempo que reservamos diariamente para cultivar nuestra mente, unos minutos en los que no hacemos nada salvo estar, sin juicios ni valoraciones.

Todo esto, querida amiga, es lo que no supe explicarte.

2 comentarios:

  1. Conociéndote, me sorprende que no hayas mencionado en ninguna de las dos entradas, explícitamente, a Kahneman. ;)

    Sí, lo hiciste en la anterior, pero como por encima.

    Yo siempre me he visto interesado por la meditación, pero me he visto inhibido por dos factores:
    - El tipo de fantoches con los que pueda encontrarme en el momento de comenzar. Me dan muuucha pereza y desconfianza según qué místicos. Tú ya me entiendes.
    - Mi propia forma de ser, inquieto, casi hiperactivo (al menos en lo que se refiere a procesos mentales del sistema 2). Algunas personas que me conocen bien casi me desanimaron a ello. (Y me da un poco de rabia). Además, que no quiero ser el tipo que va a 160km/h por la autopista porque no llega a tiempo a la sesión de meditación, no sé si me explico. Me cuesta encontrar tiempo para cualquier cosa. Meter esto en la ecuación... cielos!

    Pero estoy muy interesado en saber qué te ha aportado a ti la meditación. Cómo la vives.

    Creo que tu amiga tiene mucha suerte de que se lo cuentes. ;)

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    1. Es que si sigo citando partes del libro de Kahneman me va a demandar por copyright xD

      Respecto a los factores que te inhiben y mi experiencia personal, ya que te interesa puedo hablar de ello en otra entrada :)

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