Imagen de Josep Mª Nolla |
Desde la plaza Dam podemos caminar por Damstraat para llegar al celebérrimo Barrio Rojo de Ámsterdam cuyo nombre coloquial, De Wallen, hace referencia a los muros de los dos canales que allí se cruzan. Este es un lugar que hay que visitar de noche pues se transforma espectacularmente: las luces rojizas de neón revelan establecimientos dedicados al sexo que pasan desapercibidos durante el día, y los famosos escaparates están ocupados por auténticas beldades con ropa interior brillante. Este barrio tiene su origen en el puerto que allí había, al cual arribaban barcos cargados de marineros ansiosos por aliviar sus instintos primarios. Curiosamente, junto a estas calles se encuentra la Iglesia Vieja (Oude Kerk), el edificio más antiguo de la ciudad (se construyó en el año 1213). Según el guía que nos la mostró, la Iglesia toleraba la actividad de las meretrices a cambio de que estas tuvieran a bien recordarle a sus clientes que habían pecado y que podían comprar el perdón en forma de bula papal en dicha iglesia.
Como quizá ya sepan, las chicas de los escaparates del Barrio Rojo de Ámsterdam son trabajadoras autónomas que pagan impuestos por su actividad y han de someterse a exámenes médicos. Cobran unos cincuenta euros por un cuarto de hora y, al estilo de Apple, cada pequeño extra conlleva un pago suplementario. Por ejemplo, si el cliente quiere tener sexo en más de una postura habrá de hacer un desembolso adicional. Estas mujeres cuentan con protección policial y está prohibido hacerles fotos aunque yo pude presenciar cómo una de ellas llevaba a cabo un baile sensual ante la cámara de un turista. Sorprende quizá la presencia de niños paseando por estas calles aunque los holandeses tienen la teoría de que los infantes no saben de qué va todo aquello y, en consecuencia, no les afecta.
Visto el Barrio Rojo podemos pasar al Barrio Chino, donde observaremos que los carteles de las calles muestran el nombre tanto con el alfabeto occidental como con el chino. En estas calles está el templo budista más grande de Europa, lo cual suena más impresionante de lo que verdaderamente es. En las cercanías encontraremos Nieuwmarkt, una pequeña plaza donde hay un mercadillo diario, amén de otro de antigüedades y un tercero de libros, dependiendo del día y de la estación del año. Esta plaza está dominada por el Waag, construcción que era en su origen medieval una de las puertas de la ciudad y fue reconvertida en casa de pesos y medidas una vez los muros de la ciudad fueron derribados en el siglo XVII. Durante la Segunda Guerra Mundial los nazis juntaban allí a los judíos que iban a ser llevados a campos de concentración. La razón para ello es que no muy lejos de esta plaza se halla el barrio judío, donde vivió el inmortal artista Rembrandt Harmenszoon van Rijn en una casa convertida ahora en museo. La arquitectura de este barrio no concuerda con la del resto de la ciudad ya que hubo de ser reconstruido tras la guerra. Después de ser desalojadas por los nazis, las casas fueron prácticamente desmantelada por los habitantes de Ámsterdam, quienes buscaban madera para calentarse y cualquier cosa que llevarse a la boca.
Hablar de Ámsterdam, judíos y nazismo es hablar de la casa de Ana Frank, el lugar donde aquella niña judía se escondió con el resto de su familia hasta que fueron descubiertos y enviados a campos de concentración. El único que sobrevivió fue el padre de Ana, Otto, quien publicó los diarios de su hija.
Al principio de la ocupación alemana, los nazis trataron de ganarse a los holandeses. Sin embargo, sus simpatías no incluían a los judíos quienes fueron perseguidos, cazados y expatriados a la fuerza como en el resto de territorios ocupados. La «sección de defensa» (WA) del partido pro-nazi holandés NSB hacía de las suyas por el barrio judío hasta que el once de febrero de 1941 se encontraron con un grupo de boxeadores. La batalla entre ambos bandos se saldó con graves heridas para el miembro de la WA Hendrik Koot, quien murió tres días después. Como represalia, los alemanes cercaron el barrio judío y prohibieron su entrada a los no judíos. Nuevas batallas campales tuvieron lugar en los días siguientes lo que desembocó en la deportación de cuatrocientos veinticinco judíos en el fin de semana siguiente. El Partido Comunista holandés, consciente del pogromo que estaba teniendo lugar, organizó una huelga que tuvo lugar el día 25. Los primeros en declararse en huelga fueron los conductores de tranvía, pues fue ese medio de transporte el que se usó para las deportaciones (concretamente la línea 8, hoy desaparecida). Enseguida se unieron el resto de servicios, resultando en una parálisis prácticamente completa de la ciudad. Aunque la huelga fue rápidamente suprimida por la policía alemana en los dos días siguientes, aquella acción fue la primera y única que tuvo lugar como protesta por el tratamiento de los judíos que estaban llevando a cabo los nazis. Los habitantes de Ámsterdam fueron los únicos que no miraron para otro lado y decidieron hacer algo al respecto.
Desde Niewmarkt podemos seguir la linde del canal Kloveniersburgwal para contemplar el edificio que fue sede de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (VOC por sus siglas en holandés), fundada en 1602. Contaba con el monopolio del comercio oriental y, bajo prerrogativa real, poseía su propia moneda y su propio ejército, pudiendo declarar la guerra. Esta compañía creó el Amsterdam Stock Exchange situado en el número 5 de Beursplein para comerciar con sus acciones y bonos, siendo la primera empresa de la Historia en hacerlo.
Seguimos caminando por Kloveniersburgwal y doblamos por Nieuwe Doelenstraat para llegar a Muntplein, otra pequeña plaza que, en realidad, es un puente: el más ancho de Ámsterdam. Todos los puentes en Ámsterdam están numerados, teniendo el de Muntplein el número 1. Aquí veremos la torre Munt, la cual fue parte de una de las tres puertas medievales de la ciudad. Caminando por Rokin y siguiendo por Spui llegaremos a la capilla Begijnhof, un convento de monjas Beguinas. Las Beguinas eran una orden religiosa que vivía en comunidades monásticas pero no tomaban los votos de manera formal (no hacían voto de castidad, por ejemplo), por lo que técnicamente no eran monjas aunque se dedicaban a las mismas tareas. Como curiosidad de este lugar cabe destacar que la presencia masculina en su interior está prohibida a partir de las cinco de la tarde.
El pintoresco patio cerrado medieval de Begijnhof alberga un conjunto de edificios históricos dispuestos en torno a un espacio verde, e incluye la casa de madera más antigua de Ámsterdam. También hay una iglesia oculta que nació a partir del conflicto entre católicos y protestantes. Hasta 1578, Ámsterdam era católica en su mayoría pero a partir de ese año los protestantes prevalecieron en la ciudad, prohibiendo a los católicos profesar su fe públicamente. Las Beguinas rindieron su templo a los protestantes pero les fue permitido construir una iglesia con la condición de que no pareciera tal desde el exterior.
Continuará.
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