Al reflexionar sobre los libros de moda, Luis Tarrafeta escribía (énfasis en el original):
[N]o sé qué pensar de que libros rematadamente malos tengan tantisisísimo éxito. Quiero decir, como sociedad, es algo que ¿nos aporta o nos despista?Y concluía (énfasis en el original):
Más concretamente, ¿conseguimos con esto que el individuo que en su vida ha cogido un libro empiece a leer? ¿O lo lee -lo consume- como si fuera una etiqueta del champú muy larga y ya nunca más coge otro (hasta el siguiente boom de dentro de dos años)? Y mucho más importante, lo que más me preocupa, ¿cree que eso es todo lo que puede obtener de los libros? ¿Que la literatura no puede enriquecerle mucho, muchísimo más?
[...] Alguno pensara que, bueno, que es como todo. Que también la mayoría de la música que consume la gente es muy mala, que se ven pelis muy malas o que los peores programas de la tele tienen las mayores audiencias. En definitiva, que, como dice La Revelación de Sturgeon, el 90% de todo es basura.
Yo, personalmente, siento rechazo ante la idea de que sea mejor alejarse de la cultura. Por mi propia experiencia, que no sé hasta que punto es extrapolable al resto.Opino que, en lo que a producciones para el entretenimiento se refiere (incluyendo libros, música, series de televisión, películas y videojuegos), es muy posible que se cumpla la revelación de Sturgeon. Sin embargo, Steven Johnson sostiene que las formas más degradadas de diversión de masas son intelectualmente nutritivas:
Así que casi creo que sí. Que, mejor, se lea. Lo que la gente quiera. Que bien por Cincuenta sombras de Grey y por Paulo Coelho. Al fin y al cabo, quienes más trabas han puesto a la lectura, los que más han querido influir en qué se leía o no, siempre han sido los más fundamentalistas, los más dañinos, los más culpables del horror.
Durante décadas hemos actuado con arreglo al supuesto de que la cultura de masas sigue una trayectoria en continuo declive hacia estándares de mínimo común denominador, probablemente porque las masas quieren placeres tontos y simples y las grandes empresas mediáticas quieren dárselos. En realidad, sin embargo, está pasando justo lo contrario: la cultura está volviéndose intelectualmente más exigente, no menos.Él argumenta que, a lo largo de los últimos treinta años, la cultura popular se ha vuelto más compleja y estimulante desde el punto de vista intelectual. Tomemos, como ejemplo, el caso que analiza de las series de televisión. Las series más antiguas tenían uno o dos personajes importantes y sus capítulos consistían en una sola trama dominante que concluía al final del episodio. Actualmente, por el contrario, series como Juego de tronos cuentan con una docena de personajes principales cuya historia se cuenta en múltiples tramas relacionadas que se extienden a lo largo de varias temporadas. Incluso las series más simples hoy día tienen varios protagonistas y al menos un hilo argumental que dura, como mínimo, una temporada. Esa complejidad creciente exige, para poder ser procesada, mejores capacidades cognitivas lo que significaría que la cultura pop no está empeorando, sino todo lo contrario. Según Johnson: «incluso lo peor de la televisón actual no parece tan malo si lo comparamos con la escoria televisiva del pasado».
No obstante, esta mayor complejidad no se ha producido en todas las formas de cultura pop en el mismo grado. En el extremo más alto están los videojuegos, algunos de los cuales requieren resolver sesudos problemas de optimización lineal para mejorar nuestro personaje de la mejor forma posible. En el otro extremo están la música o el cine, cuyas limitaciones de tiempo restringen necesariamente su complejidad. Las películas de superhéroes o absurdos pero exitosos videos musicales como What does the fox say? son ejemplos representativos de esto último.
En cualquier caso, la complejidad en sí misma no es suficiente. No llegará el día, como reconoce el propio Steven Johnson, en que consideremos que Buscando a Nemo es como Moby Dick. Tampoco creo que El señor de los anillos o Canción de hielo y fuego, por muy buenos libros que sean (a mí me lo parecen) estén al mismo nivel que Cien años de soledad (cuya lectura me fue obligada en el instituto y de lo cual me alegro). Es posible que la cultura popular haya mejorado pero sigue siendo cultura basura.
Roger Scruton es un filósofo inglés especializado en estética autor de la obra Cultura para personas inteligentes. Él prefiere la alta cultura a la cultura popular y cree que esta preferencia se puede justificar racionalmente. Para este pensador ciertos gustos son mejores que otros:
La posición que me gustaría defender [...] algunos la llamarán elitista, aunque para mí eso no supone un insulto. Creo que se puede ser elitista sin ser esnob. Se puede pensar que ciertos gustos son mejores que otros, no sólo porque resultan más gratificantes, sino porque sintonizan de un modo más creativo y satisfactorio con el alma humana, sin condenar a quienes no comparten esos gustos. Ésa es la posición que yo asumiría, porque sé lo que me ha proporcionado el amor por la música seria: no sólo el disfrute al escucharla, sino también la comprensión de lo relevante.Algunas razones para sustentar su posición son que el arte elevado requiere mucha reflexión y disciplina, que sirve para transformar nuestra vida y que, en él, los objetos artísticos comprometen la imaginación en lugar de ser meros objetos de la fantasía:
Los objetos de la fantasía son sustitutos. [...] Son una forma de suscitar emociones reales y ofrecer una satisfacción sucedánea. El acto imaginativo, en contraste, es un empeño por crear un mundo posible, un mundo imaginario, donde las emociones son también imaginarias. Por consiguiente, el artista no ofrece una satisfacción sucedánea para una emoción real. El arte difiere, por ejemplo, de la pornografía. El artista hace que alguien imagine tanto el objeto como la emoción dirigida hacia él. El artista explora un mundo imaginado como un ser libre, con todos sus compromisos morales en juego. Esto nos permite distinguir, por ejemplo, entre lo erótico y lo pornográfico.Adicionalmente, la alta cultura provoca emociones reales mientras que la cultura popular provoca emociones sentimentales. La diferencia, según Scruton, es que en el segundo caso el foco de interés es el sujeto en lugar del objeto artístico, lo que hace que demos más importancia a nuestros propios sentimientos que a su objeto y no respondamos al mundo tal cual es.
La idea de que ciertas formas de arte son más valiosas que otras es, sin duda, controvertida. Por un lado, está el problema señalado por Tarrafeta de las autoridades y sus criterios. ¿Quién decide qué es cultura superior y en qué se basa? Los argumentos que caben esgrimirse pueden ser difíciles de justificar, si bien hay toda una rama de la filosofía dedicada a ello (la estética). Por otro lado, si consideramos que todas las expresiones artísticas tienen el mismo valor, no faltará quien ponga al mismo nivel las obras de Velázquez que las de un célebre grafitero, o las de Jorge Manrique con las de un rapero. Cuando esto se lleva al extremos es cuando acabamos por no saber distinguir una piña de una obra de arte.
Personalmente, tengo poca fe en la cultura popular como pasarela a niveles más elevados. Me parece más probable que alguien que no lee se dé por satisfecho tras terminar el último éxito de Pablo Coelho y se detenga ahí que el que pase a leer las obras de los estoicos. La buena literatura, en efecto, tiene muchísimo más que ofrecer que un pasatiempo o una mejora en nuestra ortografía pero, como hemos dicho, aprehenderla completamente requiere reflexión y esfuerzo, dos bienes escasos que las personas solemos reservar a otras áreas de nuestra vida.
Decía Schopenhauer en su ensayo sobre la lectura: «los libros malos son veneno intelectual, corrompen el espíritu». ¿Es mejor, pues, abstenerse? Al igual que Tarrafeta, yo tampoco me siento cómodo con la idea de recomendar a alguien que se abstenga de leer. Pero si los libros son alimento intelectual, la cultura basura sería tan poco recomendable como la comida basura y, por consiguiente, no deberían formar la base de nuestra dieta mental. Eso no significa que no podamos recurrir a ellos de vez en cuando, pues igual que comer los productos más frescos y naturales cocinados de la mejor manera posible no siempre resulta práctico o económico, no siempre es buen momento para leer a Ovidio.
Desgraciadamente, hay una diferencia sumamente importante entre la alimentación del cuerpo y la de la mente, a saber, que a nadie le duele el ayuno intelectual.
Sabes lo que me suele ocurrir cuando intento encontrar un momento bueno bueno para contestar, ¿no? Exacto. Que nunca es lo suficientemente bueno.
ResponderEliminarEn fin. Disculpa haber tardado tanto en contestar (que no en leer).
Una alegoría parecida entre "cultura" y "nutrición" se la escuché hace tiempo a +Joaquín Sevilla. Decía que los tuits es como comer pipas. Que un buen blog, o las revistas, serían el equivalente a un picoteo. Pero que la comida de verdad. Las verduras, la carne, etc... eso suele venir en forma de libro. Y que está bien comer de todo, pero lo que no puede faltar es el libro. Me lo has recordado.
Lo que dice Johnson, por cierto, lo decía Plinio (y a mi me llegó por el Lazarillo): “dice Plinio que no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena" (https://es.wikisource.org/wiki/El_Lazarillo_de_Tormes:_01) . Aunque sí pienso que puede haber libros mucho más perjudiciales que beneficiosos. Sobre todo, cuando caen en mentes fácilmente maleables.
La cultura popular es muy probable que esté mejorando, sí. Los públicos maduran y evolucionan. Pero también cada vez se aplica más "método", está todo más profesionalizado e industrializado. Las productoras realizan guiones como podrían dedicarse a los tornillos. Y la música, cada vez es más previsible.
(http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:NSNM3ZmebhEJ:www.csic.es/web/guest/buscar%3Fp_p_state%3Dmaximized%26p_p_lifecycle%3D1%26_contentviewerservice_WAR_alfresco_packportlet_struts_action%3D%252Fcontentviewer%252Fview%26p_p_id%3Dcontentviewerservice_WAR_alfresco_packportlet%26_contentviewerservice_WAR_alfresco_packportlet_nodeRef%3Dworkspace%253A%252F%252FSpacesStore%252F2a0abe76-034c-40c6-8bb4-626a10f34c1e%26p_p_mode%3Dview%26contentType%3Dnews+&cd=2&hl=en&ct=clnk&gl=es)
Creo que, simplemente, solo es un reflejo de que, ahora mismo, los productos industriales ofrezcan acabados que superan a la inmensa mayoría de los artesanales. (Por mucho que sepamos que no se puede superar al maestro, sí se puede mejorar al oficioso).
Sobre que la cultura popular no pueda llevarte a niveles elevados, sin embargo, estoy bastante en desacuerdo. Los libros que nos apasionaron de niños no son, sin duda las obras cumbre. Y tampoco es necesario comenzar de joven para ir escalando.
Algo así como el alcohol y los porros: No todo el que se fuma uno acaba en la heroína, pero todos los yonkis empezaron por ahí. ;)
Sabes lo que me suele ocurrir cuando intento encontrar un momento bueno bueno para contestar, ¿no? Exacto. Que nunca es lo suficientemente bueno.
ResponderEliminarEn fin. Disculpa haber tardado tanto en contestar (que no en leer).
Una alegoría parecida entre "cultura" y "nutrición" se la escuché hace tiempo a +Joaquín Sevilla. Decía que los tuits es como comer pipas. Que un buen blog, o las revistas, serían el equivalente a un picoteo. Pero que la comida de verdad. Las verduras, la carne, etc... eso suele venir en forma de libro. Y que está bien comer de todo, pero lo que no puede faltar es el libro. Me lo has recordado.
Lo que dice Johnson, por cierto, lo decía Plinio (y a mi me llegó por el Lazarillo): “dice Plinio que no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena" (https://es.wikisource.org/wiki/El_Lazarillo_de_Tormes:_01) . Aunque sí pienso que puede haber libros mucho más perjudiciales que beneficiosos. Sobre todo, cuando caen en mentes fácilmente maleables.
La cultura popular es muy probable que esté mejorando, sí. Los públicos maduran y evolucionan. Pero también cada vez se aplica más "método", está todo más profesionalizado e industrializado. Las productoras realizan guiones como podrían dedicarse a los tornillos. Y la música, cada vez es más previsible.
(http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:NSNM3ZmebhEJ:www.csic.es/web/guest/buscar%3Fp_p_state%3Dmaximized%26p_p_lifecycle%3D1%26_contentviewerservice_WAR_alfresco_packportlet_struts_action%3D%252Fcontentviewer%252Fview%26p_p_id%3Dcontentviewerservice_WAR_alfresco_packportlet%26_contentviewerservice_WAR_alfresco_packportlet_nodeRef%3Dworkspace%253A%252F%252FSpacesStore%252F2a0abe76-034c-40c6-8bb4-626a10f34c1e%26p_p_mode%3Dview%26contentType%3Dnews+&cd=2&hl=en&ct=clnk&gl=es)
Creo que, simplemente, solo es un reflejo de que, ahora mismo, los productos industriales ofrezcan acabados que superan a la inmensa mayoría de los artesanales. (Por mucho que sepamos que no se puede superar al maestro, sí se puede mejorar al oficioso).
Sobre que la cultura popular no pueda llevarte a niveles elevados, sin embargo, estoy bastante en desacuerdo. Los libros que nos apasionaron de niños no son, sin duda las obras cumbre. Y tampoco es necesario comenzar de joven para ir escalando.
Algo así como el alcohol y los porros: No todo el que se fuma uno acaba en la heroína, pero todos los yonkis empezaron por ahí. ;)