lunes, 28 de agosto de 2017

Medio y mensaje

La afirmación «el medio es el mensaje» fue propuesta por el intelectual canadiense Marshall McLuhan en su obra seminal Understanding Media: The Extensions of Man. En sus propias palabras:

[T]he medium is the message. This is merely to say that the personal and social consequences of any medium-- that is, of any extension of ourselves -- result from the new scale that is introduced into our affairs by each extension of ourselves, or by any new technology. Thus, with automation, for example, the new patterns of human association tend to eliminate jobs, it is true. That is the negative result. Positively, automation creates roles for people, which is to say depth of involvement in their work and human association that our preceding mechanical technology had destroyed.
Según McLuhan, el contenido de cualquier medio de comunicación siempre es otro medio. Por ejemplo, el texto impreso es el contenido de un telegrama (el libro se publicó en 1964), las palabras escritas son el contenido de la imprenta, y el habla es el contenido de esta última. Para él, el mensaje de un medio dado es el cambio de escala, ritmo o nuevos patrones que introduce en la sociedad (ibídem):

The railway did not introduce movement or transportation or wheel or road into human society, but it accelerated and enlarged the scale of previous human functions, creating totally new kinds of cities and new kinds of work and leisure. This happened whether the railway functioned in a tropical or a northern environment and is quite independent of the freight or content of the railway medium. The airplane, on the other hand, by accelerating the rate of transportation, tends to dissolve the railway form of city, politics, and association, quite independently of what the airplane is used for.
Por tanto, de acuerdo con McLuhan, el medio que usamos configura y controla nuestro comportamiento y la manera en la que nos relacionamos. Es decir, cada medio provee su propio modo de expresión, dando forma al discurso y a nuestros pensamientos.

Neil Postman, teórico de los medios de comunicación y crítico cultural norteamericano, conoció personalmente a McLuhan. Se podría decir que su trabajo es una continuación de los análisis del canadiense. De acuerdo con Postman, los medios de comunicación que una cultura tiene a su disposición son la influencia dominante en la formación de las preocupaciones sociales e intelectuales de esa cultura. Dicho en pocas palabras, su premisa es que la forma en que expresamos nuestras ideas determinan cuáles serán esas ideas:

[A] major new medium changes the structure of discourse; it does so by encouraging certain uses of the intellect, by favoring certain definitions of intelligence and wisdom, and by demanding a certain kind of content—in a phrase, by creating new forms of truth-telling.
Foto de Niklas Morberg
Postman examinó el ocaso de la palabra escrita a causa del ascenso de la televisión, un suceso que, según él, cambió de forma irreversible el contenido y el significado del discurso público. Desde su punto de vista, la epistemología de la palabra escrita es superior a la basada en la televisión, resultando el dominio de esta última en una degradación del diálogo público y un atontamiento de la ciudadanía. No es que la televisión sea mala en sí misma o que quienes prefieren la «caja tonta» a los libros estén menos desarrollados intelectualmente, sino que la televisión, al ser el medio preponderante, hace que las discusiones sobre política, economía y demás asuntos públicos se deformen y pasen a ser un entretenimiento, que es el material propio de la televisión.

Consideremos, verbigracia, los programas de «debate» político, todos los cuales consisten en invitar a uno o más representantes de dos ideologías opuestas (cuanto más exagerados mejor) para enfrentarlos y hacer que viertan la ponzoña, discutan, se griten y se interrumpan mutuamente con argumentos pueriles. La televisión es un medio visual cuyo propósito principal es entretener, no hacer pensar lenta, profunda y deliberadamente acerca de ideas abstractas:

El ritmo televisivo impone expresarse a golpe de titular, a fuerza de tuit, con el único objetivo de informar, sí, pero entreteniendo, o lo que es lo mismo, añadiendo las dosis justas de frivolidad, lo cual impide tratar cualquier tema con la suficiente profundidad. Porque es que la tele no es un medio para profundizar en nada. Si lo haces, te arriesgas a emitir documentales que nadie ve. Para eso está un buen libro.
Que Postman se centrara en la televisión es reflejo de la época en la que apareció el libro (1984). Hoy día, las disertaciones de este tipo se centran, cómo no, en internet y las redes sociales. Para Ryan Holiday, por ejemplo, lo mismo que ocurre con la televisión ocurre con los blogs: la forma en la que el medio funciona determina qué se publica y cómo. ¿Por qué los blogueros persiguen publicar historias novedosas constantemente? ¿Por qué los blogs sacan nuevas entradas cada pocos minutos? ¿Por qué los artículos son tan cortos? La respuesta para estas y otras cuestiones relacionadas es la misma: porque ese es el producto resultante de una plataforma de comunicación cuyo objetivo final es atraer visitantes a los que mostrarles anuncios, lo cual es la principal fuente de ingresos de los blogs:

Entertainment powered television, and so everything that television touched—from war to politics to art—would inevitably be turned into entertainment. TV had to create a fake world to fit its needs, and we, the audience, watched that fake world on TV, imitated it, and it became the new reality in which we lived. The dominant cultural medium, Postman understood, determines culture itself.

Well, television is no longer the main stage of culture. The Internet is. Blogs are. YouTube is. Twitter is. And their demands control our culture exactly as television once did. Only the Internet worships a different god: Traffic. It lives and dies by clicks, because that’s what drives ad revenue and influence. The central question for the Internet is not, Is this entertaining? but, Will this get attention? Will it spread?
¿El resultado? La world wide web actual: un inmenso repositorio digital de historias basadas en rumores o fabricadas directamente para su publicación, de páginas pornográficas, de escritos controvertidos que buscan provocar al lector, de contenido caduco a los pocos minutos, de páginas pornográficas, de datos inexactos o directamente falsos, y de publicaciones vacuas o estúpidas como esta (sin olvidar las páginas pornográficas).

Hoy día dudamos sobre si nos están volviendo tontos las redes sociales y el WhatsApp. Hace casi una década Nicholas Carr se preguntaba eso mismo acerca de Google. Como hemos visto, a finales del siglo XX el blanco de las críticas era la televisión. Y antes que eso supongo que sería el cine. Y antes que el cine, la radio. Y anteriormente el telégrafo. Y así sucesivamente hasta llegar a Platón quien, como vimos, rechazaba la palabra escrita.

Decía McLuhan en su libro que todo medio de comunicación es una extensión de nuestro ser, igual que la tecnología. No creo que se considere atrevido por mi parte decir que las herramientas no solo pueden modificar el mundo físico sino que también pueden cambiar la forma en la que pensamos acerca de él, cómo nos relacionamos unos con otros y, en definitiva, cómo somos. Algunos de esos cambios son imposibles de prever y siempre habrá razones para preguntarse si no estaremos yendo a peor.

lunes, 14 de agosto de 2017

Breve guía del manipulador de gráficos

Sin más preámbulo, consideremos los siguientes cuatro conjuntos de datos, todos los cuales tienen la misma media para el valor x (9) y para el valor y (7,5):

I II III IV
x y x y x y x y
10.0 8.04 10.0 9.14 10.0 7.46 8.0 6.58
8.0 6.95 8.0 8.14 8.0 6.77 8.0 5.76
13.0 7.58 13.0 8.74 13.0 12.74 8.0 7.71
9.0 8.81 9.0 8.77 9.0 7.11 8.0 8.84
11.0 8.33 11.0 9.26 11.0 7.81 8.0 8.47
14.0 9.96 14.0 8.10 14.0 8.84 8.0 7.04
6.0 7.24 6.0 6.13 6.0 6.08 8.0 5.25
4.0 4.26 4.0 3.10 4.0 5.39 19.0 12.50
12.0 10.84 12.0 9.13 12.0 8.15 8.0 5.56
7.0 4.82 7.0 7.26 7.0 6.42 8.0 7.91
5.0 5.68 5.0 4.74 5.0 5.73 8.0 6.89

¿Ven algo curioso? Probablemente no. Sin embargo, al representar los datos de forma gráfica las particularidades de cada conjunto saltan a la vista, literalmente:


El lector versado en estadística habrá reconocido, ya al ver las tablas de números, el cuarteto de Anscombe, llamado así por Francis Anscombe, quien lo alumbró en 1973 para recalcar la importancia de representar los datos gráficamente, así como la forma en la que los valores atípicos afectan a medidas como la media y la varianza.

El cuarteto de Anscombe es un buen ejemplo de cómo nuestro cerebro evolucionó para detectar patrones visuales, y cómo se atasca cuando se topa con un puñado de números escritos:

The human brain did not evolve to process large amounts of numerical data presented as text; instead, our eyes look for patterns in data that are visually displayed. The most accurate but least interpretable form of data presentation is to make a table, showing every single value. But it is difficult or impossible for most people to detect patterns and trends in such data, and so we rely on graphs and charts. Graphs come in two broad types: Either they represent every data point visually (as in a scatter plot) or they implement a form of data reduction in which we summarize the data, looking, for example, only at means or medians.
Los gráficos aprovechan el ancho de banda de nuestro sistema visual para transmitir una buena cantidad de información en un instante, lo cual agradecemos muy mucho. De paso satisfacen nuestra sed de brevedad, con la ventaja añadida de la autoridad que confieren los datos, algo que consideramos prístino y de bordes nítidos. Sin embargo, ya vimos que los números son turbios y difusos, y los gráficos añaden al arsenal del manipulador formas adicionales de distorsionar o falsificar los datos. Veamos a continuación algunas de tales estratagemas.

Comencemos por un gráfico que se ha convertido en un clásico, presentado por el presidente de Apple, Tim Cook:


Este gráfico tiene varios trucos. Para empezar, no hay escala en el eje vertical, así que no sabemos qué se está representando en realidad. ¿Unidades vendidas? ¿Dólares recaudados? Lo bueno de no etiquetar los ejes es que nos permite representar cualquier cosa.

La segunda treta en este ejemplo es que se trata de un gráfico acumulativo, los cuales, por definición, siempre muestran un incremento. Tomando datos de la SEC, David Yanofsky creó un gráfico de barras que muestra la versión no acumulativa, en el que puede verse cómo las ventas de iPhone habían descendido en los años anteriores a los que tuvo lugar la presentación.


Pasemos a otra argucia clásica: el eje truncado. Normalmente, lo honesto es que el valor del eje y empiece en cero. Sin embargo, si queremos exagerar las diferencias podemos empezar en una cifra cercana al valor mínimo que se está dibujando. Esta semana me he topado con el siguiente ejemplo:


Esta sería la versión honesta, con la escala empezando en cero:


Relacionado con esto, a alguien de El Heraldo de Aragón se le ocurrió darle una vuelta de tuerca al truco y tuvo la brillante idea de emparejar dos gráficos de ejes truncados y escalas diferentes:


Si leen las cifras, observarán que los alumnos cayeron aproximadamente un treinta por ciento, y que los profesores e investigadores aumentaron un cincuenta por ciento, lo cual no concuerda con el patrón que se infiere únicamente mediante las líneas de las gráficas.

En 2014, El Mundo publicó esta otra versión de gráficos agrupados con ejes truncados:


Fíjense en las distancias entre los valores de El País y El Mundo y compárenlas con las que separan los datos de El Mundo con los de Abc. Concretamente, observen marzo en el gráfico superior y agosto en el gráfico inferior. Notarán que la distancia visual no corresponde en absoluto con la real.

Hay quien prefiere juntar dos gráficos en uno en lugar de situarlos uno al lado del otro para mostrar una correlación (o ausencia de ella). Para ello se pueden dibujar dos ejes verticales tal que así:


Es un gráfico publicado por Forbes en Mayo de 1990. Pareciera por la imagen que incrementar el gasto por estudiante (línea blanca) no tiene efecto en la nota del SAT (la prueba de admisión a la universidad en Estados Unidos). Sin embargo, basta con cambiar la escala de uno de los ejes verticales para que parezca lo contrario:



Examinemos a continuación estas dos gráficas tomadas de un libro de Daniel Levitin:


Como vemos, la discontinuidad en el eje horizontal de la segunda gráfica produce la impresión de que el crimen ha aumentado rápidamente. Esto ocurre porque los gráficos no tienen la misma escala y el de la derecha, en la discontinuidad, agrupa datos de cinco años en el mismo espacio horizontal que ha usado hasta ese punto para representar solo dos.

El propio Levitin muestra a continuación una versión aún más malintencionada:


Aquí, las marcas del eje vertical pasan de representar intervalos de cuarenta a solo ocho, lo que produce la curva que se aprecia visualmente. El periódico El País publicó en su día un gráfico de este tipo, en el que el eje de abscisas no respeta las proporciones en las distancias entre los años, dando lugar a una escala que cambia tres veces:


Lo bueno es que la inclinación de las curvas de un gráfico se puede alterar sin necesidad recurrir a trucos como los anteriores, basta con utilizar intervalos de tiempo diferentes. Supongamos que queremos impresionara a alguien con la cantidad de productos vendidos desde 2010 a 2015. Podríamos mostrar este gráfico:

O este otro:

¡Voilá! Solo con incluir en la gráfica años para los que no tenemos datos la pendiente ha aumentado, lo que da la impresión de que las ventas han crecido mucho más rápido de lo que lo han hecho en realidad.

Fue el escocés William Playfair quien creó, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, los gráficos de barras, áreas, líneas y sectores a los que estamos acostumbrados hoy día. Es innegable que sus creaciones comunican mucho mejor un conjunto de datos que cualquier tabla de texto pero también es cierto que los gráficos estadísticos son un lenguaje lleno de sutilezas con el que hay que tener mucho cuidado para no dar a entender una idea equivocada.

Además, con las gráficas, cuanta menos atención presta la audiencia más fácil es engañarla. Políticos, economistas, periodistas, publicistas y vendedores lo saben bien. Es por ello que toda representación visual de un conjunto de datos hay que procesarla despacio y con el mismo escepticismo que cualquier estadística, comprobando las manipulaciones más obvias y preguntándonos quién lo dice, cómo lo sabe, qué falta, y si tiene sentido.