domingo, 31 de diciembre de 2017

Un año de libros (edición 2017)

Cincuenta y dos libros han caído este año. Creo que para 2018 seguiré el consejo de Schopenhauer (leer menos y reflexionar más), pues me da la impresión de que no me da tiempo a digerir cada obra adecuadamente. De hecho, estoy considerando la idea de dedicar los próximos doce meses a releer títulos de años anteriores.

En cuanto a la lista de este año, todo buen lector sabe que los gustos literarios son muy personales y que las obras que producen bascas en unos son las delicias de otros. Es por ello que esta vez, como novedad, no solo les dejo la lista de los mejores libros que he leído sino también la de los que menos me han gustado.

Foto de -JosephB-

Lo mejor

“Believing Bullshit: How Not to Get Sucked into an Intellectual Black Hole”, de Stephen Law. El autor llama agujeros negros intelectuales a aquellos sistemas de creencias en los que las personas que carecen de sólidas defensas intelectuales y psicológicas se dejan atrapar (sectas, medicinas alternativas, movimientos como el antivacunas y demás). La obra desmonta ocho tesis típicas sobre las que se sustentan dichos sistemas.

“A Field Guide to Lies: Critical Thinking in the Information Age”, de Daniel Levitin. Como la anterior, una obra imprescindible para el desarrollo del pensamiento crítico. Levitin nos enseña a identificar problemas con los hechos que encontramos cada día y que nos llevan a conclusiones erróneas (mentiras con estadísticas, lenguaje sesgado, falacias lógicas, etcétera).

“Everydata: The Misinformation Hidden in the Little Data You Consume Every Day”, de John H. Johnson. Libro parecido al anterior pero centrado en el análisis de datos puros y duros. Cada capítulo termina con una serie de recomendaciones a tener en cuenta cuando nos topemos con cifras en los medios de comunicación.

“Everybody Lies: Big Data, New Data, and What the Internet Can Tell Us About Who We Really Are”, de Seth Stephens-Davidowitz. ¿Qué podemos aprender de la sociedad a partir de las búsquedas que hacemos en Google? Según el autor, más que con las encuestas clásicas, pues el anonimato del navegador nos hace mostrarnos como realmente somos. Muy entretenido y divertido, sus conclusiones deben tomarse con precaución ya que su conjunto de datos es limitado (idioma inglés y centrado en Estados Unidos) y algunas cuestiones referentes al método no son conocidas (por ejemplo: ¿cómo de fiable es la identificación de género que hacen Google y PornHub?).

“The image: A guide to pseudo-events in America”, de Daniel Boorstin. Escrito a mediados del siglo pasado, sigue siendo tan relevante hoy como entonces. Trazando sus orígenes en la historia del periodismo, Boorstin nos explica cómo hemos llegado a obsesionarnos con las imágenes y de qué manera los seudoeventos han sustituido la realidad. Si bien creo que lleva su argumento demasiado lejos en ocasiones, es una lectura obligada para entender mejor el mundo moderno.

“Amusing Ourselves to Death”, de Neil Postman. Un análisis de la epistemología audiovisual comparada con la escrita, es decir, de la televisión frente a los libros. Postman se centra en la televisión porque era el medio imperante cuando escribió este libro pero su análisis es igualmente válido para la web. El medio televisivo impone el entretenimiento como requisito de sus contenidos, lo cual deforma los mensajes que por dicho medio se transmiten, forzándolos a ser breves, simples y chocantes.

“Trust Me, I'm Lying: Confessions of a Media Manipulator”, de Ryan Holiday. En internet todo es mentira. Los blogueros, en su afán de atraer tráfico para mostrar anuncios a los visitantes, publican cualquier cosa capaz de excitar nuestras emociones sin preocuparse por la verdad o la calidad del contenido. Al igual que la televisión, los blogs filtran la realidad según las limitaciones del medio, resultando en contenidos que no buscan informar, sino captar nuestra atención durante nuestras horas de vigilia.


Lo peor

“Elon Musk: el empresario que anticipa el futuro”, de Ashlee Vance. Una felación de quinientas páginas con todos los errores típicos de las biografías: falacias post hoc, contradicciones, interpretaciones sesgadas y estereotipos.

“Las ideas tienen consecuencias”, de Richard M. Weaver. Escrito tras la II Guerra Mudial, esperaba que hablara de nazismo, comunismo y filosofía, pero en lugar de eso encontré una defensa de los valores tradicionales del sur estadounidense. Pobremente argumentado y altamente especulativo, es un trabajo decepcionante para un filósofo de profesión.

“Rich People Things: Real-Life Secrets of the Predator Class”, de Chris Lehmann. Una serie de ensayos en los que se pone a caer de un burro al uno por ciento más rico de la sociedad estadounidense. No aporta nada nuevo.

“Pablo Escobar: lo que mi padre nunca me contó”, de Juan Pablo Escobar. Se nota que está escrito para aprovechar el tirón de la serie Narcos, cuya narración trata de corregir a la vez que pide perdón por los crímenes de su padre y desmitifica su estilo de vida. Unas pocas anécdotas y datos nuevos que no justifican su lectura.

lunes, 18 de diciembre de 2017

Paripé (I)

Los dueños de un hotel contratan a una firma de relaciones públicas para que les ayude a aumentar el prestigio del hotel con el fin de revitalizar el negocio. En épocas pretéritas eso hubiera significado contratar un nuevo chef, pintar las habitaciones o cambiar la decoración por una más lujosa. Sin embargo, la estrategia del asesor contratado va por otro camino. Él propone a los gestores de la hostería que hagan una puesta en escena para celebrar el treinta aniversario del hotel. Para ello forman un comité que incluye, entre otros, a un banquero prominente, a un abogado famoso y a un líder religioso, y planifican un evento (por ejemplo, un banquete) con el objetivo de resaltar el servicio tan distinguido que el hotel ha estado prestando a la comunidad. La celebración tiene lugar, se hacen fotos y el evento es reportado en prensa y televisión.

Imagen de Omar Chatriwala
¿Les resulta familiar esta treta? El ejemplo del hotel es obra de Edward L. Bernays, quien lo propuso en su libro Crystallizing Public Opinion. Dicha obra se publicó en 1923, lo que significa que llevamos alrededor de cien años soportando el paripé de quienes buscan ser mencionados por algún medio de comunicación. Aquí, la palabra paripé no está elegida al azar. Su definición («fingimiento, simulación o acto hipócrita») pone de manifiesto la característica saliente de este tipo de actos: provocar en el público una idea o impresión engañosa con medias verdades.

Como dice Daniel Boorstin al hablar del ejemplo de Bernays, no se trata de un engaño completo. Por un lado, si el hotel no tuviera ya algo de prestigio no podría haber formado un comité tan ilustre. Por otra parte, si los servicios a la comunidad que prestaban eran tan importantes no habría sido necesaria la contratación de una empresa de relaciones públicas. Una vez la celebración ha tenido lugar, esta se convierte en la prueba de que el hotel es una institución distinguida. En una especie de profecía autocumplida, el evento da al hotel el prestigio que está fingiendo.

Boorstin continúa diciendo que el valor del evento depende de que este se exhiba en radios, revistas, periódicos y television, ya que dichas apariciones son las que hacen llegar la idea que quiere transmitir el hotel a los clientes potenciales. Así, la estrategia de relaciones públicas consiste en crear noticias de la nada. A este tipo de novedades sintéticas diseñadas para atraer a los medios de comunicación Boorstin los llamó seudoeventos:

A pseudo-event, then, is a happening that possesses the following characteristics:

(1) It is not spontaneous, but comes about because someone has planned, planted, or incited it. Typically, it is not a train wreck or an earthquake, but an interview.

(2) It is planted primarily (not always exclusively) for the immediate purpose of being reported or reproduced. Therefore, its occurrence is arranged for the convenience of the reporting or reproducing media. Its success is measured by how widely it is reported. Time relations in it are commonly fictitious or factitious; the announcement is given out in advance “for future release” and written as if the event had occurred in the past. The question, “Is it real?” is less important than, “Is it newsworthy?”

(3) Its relation to the underlying reality of the situation is ambiguous. Its interest arises largely from this very ambiguity. Concerning a pseudo-event the question, “What does it mean?” has a new dimension. While the news interest in a train wreck is in what happened and in the real consequences, the interest in an interview is always, in a sense, in whether it really happened and in what might have been the motives. Did the statement really mean what it said? Without some of this ambiguity a pseudo-event cannot be very interesting.

(4) Usually it is intended to be a self-fulfilling prophecy. The hotel’s thirtieth-anniversary celebration, by saying that the hotel is a distinguished institution, actually makes it one.
En el principio del periodismo estadounidense, asegura el autor norteamericano, las noticias eran «actos de Dios»: terremotos, accidentes de tren y otras desgracias por el estilo. A partir de la segunda mitad del siglo pasado, sin embargo, la mayor parte de lo que llamamos noticias pasaron a ser seudoeventos. No hay suficientes catástrofes en el mundo para rellenar tres informativos diarios, siete periódicos cada semana y veinticuatro horas de publicaciones en internet, así que los editores siempre están necesitados de hechos que convertir en noticia, lo cual es aprovechado por despachos de prensa y quienes trabajan de relaciones públicas para colar sus paripés. Mítines políticos, notas de prensa, entregas de premios, lanzamiento de productos, estrenos de películas, aniversarios, inauguraciones... hoy día todo aquel que quiere manipular la opinión pública se dedica a fabricar seudoeventos, desde los políticos a los empresarios, pasando por los artistas y los famosos.

La llegada de la world wide web ha empeorado la situación. La necesidad de producir un flujo constante de noticias para rellenar blogs y diarios digitales lleva a sus editores a usar los seudoeventos cada vez más a menudo y de formas más ingeniosas y agresivas. Verbigracia: concursos, encuestas, patrocinios, falsas filtraciones, seudoexclusivas, vídeos e imágenes virales y (si hay motivaciones políticas o ideológicas) fake news. La presión por ser los primeros en publicar para atraer tráfico les lleva a su vez a saltarse cualquier norma del buen periodismo en lo atinente a la confirmación independiente y la comprobación de hechos. Ryan Holiday lo explica así:

Blogs need things to cover. The Times has to fill a newspaper only once per day. A cable news channel has to fill twenty-four hours of programming 365 days a year. But blogs have to fill an infinite amount of space. The site that covers the most stuff wins.
[...] The constraints of blogging create artificial content, which is made real and impacts the outcome of real world events.
The economics of the Internet created a twisted set of incentives that make traffic more important—and more profitable—than the truth. With the mass media—and today, mass culture—relying on the web for the next big thing, it is a set of incentives with massive implications.
Blogs need traffic, being first drives traffic, and so entire stories are created out of whole cloth to make that happen. This is just one facet of the economics of blogging, but it’s a critical one. When we understand the logic that drives these business choices, those choices become predictable. And what is predictable can be anticipated, redirected, accelerated, or controlled—however you or I choose.
Holiday trabajó como director de marketing . Según cuenta, su trabajo consistía principalmente en crear historias para luego hacerlas llegar a blogs, de ahí a los periódicos y, finalmente, a los noticieros de todo el país. Para ello escribía notas de prensa, le pedía a algún amigo que publicara algo en su blog, «filtraba» documentos internos cuidadosamente construidos, producía vídeos virales, o creaba una polémica de la nada, como aquella vez que hizo pintadas en los carteles de la película de un amigo suyo y mandó las fotos de su vandalismo a un blog haciéndose pasar por un ciudadano que odiaba el trabajo del director en cuestión. Sabedor de las necesidades de los editores digitales y conocedor del público que los lee, este hombre sabía qué clase de contenido debía crear y cómo tenía que darlo a conocer para que llegara de su despacho hasta el público con forma de noticia. Sus recomendaciones finales sobre cómo leer un blog expone las verdades que hay tras las expresiones enlatadas usadas por dichos medios:

When you see a blog begin with “according to a tipster …” know that the tipster was someone like me tricking the blogger into writing what I wanted.

[...] When you see “leaked” or “official documents” know that the leak really meant someone just e-mailed a blogger, and that the documents are almost certainly not official and are usually fake or fabricated for the purpose of making desired information public.

[...] 
When you see “Sources tell us …” know that these sources are not vetted, they are rarely corroborated, and they are desperate for attention.

When you see a story tagged with “EXCLUSIVE” know that it means the blog and the source worked out an arrangement that included favorable coverage. Know that in many cases the source gave this exclusive to multiple sites at the same time or that the site is just taking ownership of a story they stole from a lesser-known site.

When you see “said in a press release” know that it probably wasn’t even actually a release the company paid to officially put out over the wire. They just spammed a bunch of blogs and journalists via e-mail.
De acuerdo con este arrepentido publicista, la subsistencia de los blogs con ánimo de lucro y de los diarios que no tienen versión en papel depende de los seudoeventos. Como están diseñados para que aparezcan en la prensa, estos paripés artificiosos se diseñan y ejecutan de manera que sean fáciles de reportar. Dada la competencia, las fechas límite apremiantes y las reducciones de personal, dichos acontecimientos ya empaquetados y listos para copiar y pegar son exactamente lo que los blogueros necesitan para salir adelante.

Continuará.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Pues qué bien (y II)

En mi profesión se dice que las alertas deben ser lo que los ingleses llaman actionables, esto es, han de contener la información suficiente para que el operador que las recibe pueda tomar las medidas necesarias para remediar el fallo. De lo contrario, las alarmas sobrecargan al personal que las atiende con trabajo inútil, incertidumbre o falsos positivos.

Foto de Jon S.
Pensemos por un momento en el cuadro de mandos de un coche con motor de combustión, el cual contiene un conjunto de luces o testigos que avisan al conductor cuando hay un problema, desde el desgaste de los frenos a la temperatura del motor, pasando por la desactivación del freno de mano, puertas mal cerradas, etcétera. La mayoría de ellas son buenas alertas, en tanto en cuanto dejan claro al conductor cuál es el problema y qué hay que hacer para solucionarlo. Otras, por el contrario, no lo son tanto, como ese símbolo del motor que indica simplemente que algo no anda bien y que hay que llevar el coche al taller, sin dar pistas sobre la gravedad o urgencia del asunto.

Como digo, los alertas del cuadro de mandos de un coche son útiles y relevantes para la conducción. Los diseñadores saben que la capacidad de procesamiento de información del conductor es limitada y que han de limitarse a lo importante para evitar distracciones y accidentes. Sin embargo, en nuestra vida diaria ocurre lo contrario: estamos inundados de rebatos que son irrelevantes para nuestra existencia cotidiana. Me refiero a eso que conocemos como «las noticias».

Neil Postman observó que vivimos en una aldea global en la que recibimos información de todos los lugares del mundo pero que dicha información poco o nada tiene que ver con quien la recibe. La mayor parte de las noticias que nos llegan lo hacen ayunas del contexto social o intelectual en el que se produjeron y pierden su sentido allí donde se reciben, fenómeno mucho más evidente si echamos un vistazo a la sección internacional. Así, puede que nos enteremos de que la policía estadounidense ha tiroteado a otro hombre afroamericano desarmado, mas ese problema seguramente nada que tenga que ver con la sociedad en la que vive el lector de la noticia (sea porque la población en su país es homogénea o sea porque la policía no se lía a tiros a las primeras de cambio). Por tanto, conocemos un hecho y de nuevo la reacción más común será musitar: «pues qué bien».

Según Postman, nos hallamos en medio de un océano de información inútil, ya que disponemos de muchos reportajes, avisos y testimonios... y nada que hacer con todos esos datos. Como expresa el autor norteamericano maravillosamente:

Since we live today in just such a neighborhood (now sometimes called a “global village”), you may get a sense of what is meant by context-free information by asking yourself the following question: How often does it occur that information provided you on morning radio or television, or in the morning newspaper, causes you to alter your plans for the day, or to take some action you would not otherwise have taken, or provides insight into some problem you are required to solve? For most of us, news of the weather will sometimes have such consequences ; for investors, news of the stock market; perhaps an occasional story about a crime will do it, if by chance the crime occurred near where you live or involved someone you know. But most of our daily news is inert, consisting of information that gives us something to talk about but cannot lead to any meaningful action. This fact is the principal legacy of the telegraph: By generating an abundance of irrelevant information, it dramatically altered what may be called the “information-action ratio”.
Él sostuvo que el telégrafo y las tecnologías que lo siguieron rompieron la relación entre información y acción, introduciendo en nuestras sociedades la irrelevancia, la impotencia y la incoherencia a gran escala. La información sin contexto no nos ayuda a tomar decisiones sociales y políticas y no llama a la acción (entendiendo esta como algo realmente útil y significativo que puede producir un cambio en el mundo, no escribir un tuit con un hashtag determinado). Eso significa que la ciudadanía está empachada de información al mismo tiempo que su poder político y social ha disminuido (íbidem Postman):

You may get a sense of what this means by asking yourself another series of questions: What steps do you plan to take to reduce the conflict in the Middle East? Or the rates of inflation, crime and unemployment? What are your plans for preserving the environment or reducing the risk of nuclear war? What do you plan to do about NATO, OPEC, the CIA, affirmative action, and the monstrous treatment of the Baha’is in Iran? I shall take the liberty of answering for you: You plan to do nothing about them. You may, of course, cast a ballot for someone who claims to have some plans, as well as the power to act. But this you can do only once every two or four years by giving one hour of your time, hardly a satisfying means of expressing the broad range of opinions you hold. Voting, we might even say, is the next to last refuge of the politically impotent. The last refuge is, of course, giving your opinion to a pollster, who will get a version of it through a desiccated question, and then will submerge it in a Niagara of similar opinions, and convert them into—what else?—another piece of news. Thus, we have here a great loop of impotence: The news elicits from you a variety of opinions about which you can do nothing except to offer them as more news, about which you can do nothing.
De acuerdo con el crítico estadounidense, hubo una época (allá por el siglo XIX) en la que la información de las noticias ayudaba a las personas a conducirse en la vida, pues era lo que el público demandaba. Actualmente sucede lo contrario: nos vemos en la necesidad de inventar usos para toda la información inane de la que disponemos. Y ocurre que los mejores usos que hemos encontrado para ello han sido dos. El primero, señalado por Postman, el entretenimiento: crucigramas, concursos de radio y de televisión, el Trivial Pursuit, y otros juegos y pruebas destinados a medir nuestro acervo de hechos y datos. El segundo, añado yo, satisfacer nuestra curiosidad superficial acerca del mundo y hacernos creer que somos cultos.

Imaginen que su coche mostrara en el cuadro de mandos toda la información (velocidad, temperatura,  emisora de radio, alarmas) de todos los coches de la carretera. Sería absurdo pero probablemente sea seguro decir que esa es la situación que vivimos actualmente respecto a las noticias. Diariamente llega a nuestras cabezas (a través de la prensa, la televisión e internet) un fárrago de conflictos, declaraciones, cadáveres, anécdotas y otros hechos brutos, inconexos e irrelevantes, que mezclan lo trivial con lo importante en secuencias sin transición, lo cual no puede sino acentuar la desorganizada imagen que nos hacemos del mundo, máxime cuando ni siquiera podemos detenernos a reflexionar, ya que el flujo no cesa. Y total, para que no podamos hacer nada salvo, a lo sumo, discutir en el café o en las redes sociales.

Pues qué bien.