lunes, 16 de abril de 2018

Normas (y IV)

Las últimas cuestiones que quiero mencionar en relación a las normas son la cantidad y la complejidad de las mismas. No es infrecuente oír que hay demasiada regulación que no sirve para nada, o que las leyes son demasiado complejas. Por ejemplo:

As laws accrete over time, a legal system becomes a kluge—it gets the job done, but it is far from elegant.
In fact, the tax code is so complex that the law has recognized this fact. The number of pages of instructions for the 1040 tax form has exploded, from two in 1940 to more than 200 in 2013. If you make an error in your taxes in good faith simply because the rules and provisions are so complicated, the Supreme Court has ruled that you cannot be convicted for willful failure to file tax returns. Essentially, it is more efficient for the law to make these klugey patches on the overcomplicated tax code than to overhaul it entirely from scratch to make it more user-friendly.
Or consider the overall growth in regulations enacted by various departments and agencies of the government, such as the Environmental Protection Agency. For example, if you look only at the number of pages in the Code of Federal Regulations—the collection of rules from these many agencies—this number has gone from fewer than 25,000 to more than 165,000 in the past fifty years.
Foto de Nicola Baron
¿Por qué no empezar de cero y simplificar los códigos más complejos? Una de las razones que aduce Arbesman (autor de la cita anterior) son las limitaciones de tiempo y de dinero, esto es, no sale rentable. A menudo es más eficiente ir haciendo modificaciones sobre lo que se tiene en pos de un resultado aceptable, por más que no sea perfecto ni elegante. El sistema operativo con el que escribo esto, por ejemplo, tiene partes que fueron escritas en los años setenta y que ya no son realmente necesarias.

Otra razón, continúa Arbesman, es que es peligroso empezar de cero pues existe el riesgo de que nos equivoquemos allí donde otros se equivocaron antes, cuyos parches forman parte de ese monstruo complejo que tratamos de simplificar. A veces la complejidad es irreducible, como bien saben los programadores que codifican los husos horarios.

Hablemos ahora de la otra queja, aquella que sostiene que las reglas no sirven para nada porque siempre habrá quien se salga con la suya, personas que violan «the spirit of the law» adhiriéndose a «the letter of the law». La Fórmula 1 es, otra vez, un ejemplo perfecto. Adrian Newey, el célebre especialista en aerodinámica que trabaja para Red Bull, cuenta en sus memorias cómo su trabajo consiste en encontrar lagunas en el reglamento para poder diseñar un coche con más carga aerodinámica que sus rivales. Verbigracia:

As ever, I took a careful look at these new regulations, hoping to spot a loophole, and found one. The new rules called for a minimum height to the chassis beside the head to support these new side headrests, but they did not explicitly say that the 75mm-thick headrests had to be that height, only that they had to have a minimum area. So I measured Damon’s shoulder height and then, while maintaining the area, lowered them until they just cleared the top of his shoulders.
True, it wasn’t what the regulation intended, but aerodynamically it was a lot cleaner because the chassis only needed to be a thin blade to satisfy the rules. Our rivals did not spot the loophole and got very upset at the first race in Melbourne, but rules are rules and there is no clause about intent of the regulation. Because the chassis is such a long-lead-time component to manufacture, there was no way our rivals could copy it within the season, so we had a sealed-in advantage for 1996. It was widely copied in 1997.
La idea de que no se debe regular porque no se puede controlar un comportamiento, considerar todos los casos límites o anticipar las interpretaciones que violarán el espíritu de las normas se me antoja un tanto endeble. Una cerradura normal y una alarma no impedirán a un caco motivado y habilidoso robar en una casa, pero sí alejarán a aquellos que no hacen del robo su forma de vida pero que se sentirían tentados de dar un paseo por el salón ajeno si no hubiera cerradura. De la misma forma, si la recompensa lo vale, dados el suficiente tiempo y dinero siempre habrá quien encuentre la forma de darle la vuelta a la ley, mas eso no quiere decir que regular sea inútil. A veces se trata, simplemente, de elevar el coste de hacer aquello que la ley pretende impedir para que cada vez haya menos individuos que puedan permitírselo.

El tema de la eficacia de las normas entronca con el pasaje que abría esta serie de artículos, aquella escena en la que el capitán Alatriste dejaba en ascuas a los mercenarios sobre cómo sería el reparto del botín. Puede parecer injusto porque el capitán quizá cambie las reglas a su antojo para salir más beneficiado que el resto pero, por otra parte, su jugada evita que los espadachines a sueldo se maten entre sí. Como hemos dicho, una vez establecidas las reglas alguien encontrará resquicios de los que se valerá para sacar provecho, lo cual podría darle una ventaja inicial que mantener indefinidamente si las normas no cambian. La incertidumbre y el cambio son herramientas con las que se puede luchar contra quienes explotan un sistema de reglas.

Leyes, reglamentos deportivos, códigos de conducta... una y otra vez nos comportamos como si fuera posible dictar un decálogo sin ambages que regulara el comportamiento humano para la satisfacción de todos. Pero nunca ocurre así. Por doquier acaban surgiendo procederes inesperados y consecuencias que algunos consideran indeseables, que no gustan, con los que no se puede vivir. Así que pasamos a discutir qué va primero, si los principios o los fines, lo que es o lo que debería ser, nuestras prioridades o las de los otros. E intentamos arreglarlo, ponernos de acuerdo, haciendo cambios y añadiendo excepciones, tratando de limitar la ambigüedad de las palabras o confiando la última palabra al arbitrio o buen juicio de alguien. Inevitablemente surgen las contradicciones y las normas se complican. Quienes salen perjudicados hablan de injusticia mientras que aquellos que salen beneficiados proclaman que las reglas son las reglas y que hay que cumplirlas, que no hay ninguna cláusula acerca de la intención de las mismas, que lo único que vale es lo que hay escrito.

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