- Sé mediocre. Puedes ganar mucho dinero ofreciendo servicios basura. La calidad está sobrevalorada y no es sinónimo de éxito; lo más importante es que lo que vendes sea barato. ¿Dónde come más gente, en El Bulli o en McDonald's? Cuando la gente necesita un repuesto electrónico ¿va a la tienda oficial del fabricante o se pasa por DealExtreme? No te preocupes por la competencia, ellos ofrecen la misma mierda. Quizá haya algún alma descarriada que haya leído Rework y se preocupe por la calidad. No importa. Al hacerlo bien están cavando su propia tumba, ya que esa política limita la cantidad de clientes que pueden asimilar. El Bulli nunca podría haber tenido tantas sucursales como McDonald's. Prepárate para hacerte con sus consumidores cuando esos idiotas bienintencionados cierren.
- Oriéntate de espaldas al cliente. Los libros de gestión empresarial americanos insisten en cuidar al cliente. No seas bobo, eso no es necesario aquí. Trátalos como lo que son: dispensadores de dinero. ¿Acaso tú le preguntas al cajero qué tal está? ¿Te interesas por sus problemas? La satisfacción del cliente está sobrevalorada. El que no llora no mama: esa debe ser la regla que rija tu gestión de clientes. Solo hay que trabajar para el que más y más alto se queje. Haz lo justo para que deje de gimotear y pasa a lo siguiente. Un cliente que no berrea se debe tomar como un cliente satisfecho. No pasa nada porque alguno de ellos se harte y se vaya. Aún habrá muchos usuarios potenciales que no hayan oído hablar de ti, y muchos nuevos vendrán con el tiempo. La gente sobrevalora el poder del boca a boca. Esos estúpidos creen que pueden hundir una empresa con sus opiniones, pero nadie importante oirá sus quejas. La realidad es que no van a cambiar nada.
- Tus empleados son una infección. Quienes trabajan para ti solo te quieren por tu dinero. Trátales como lo que son: unas malditas putas interesadas. Parásitos. Debes reducir su número al mínimo imprescinbile para sacar algo de trabajo adelante. Cuando hayas llegado a ese número, redúcelo a la mitad o más. Todos trabajan menos de lo que son capaces en realidad. Busca hombres con cargas (hipotecas, hijos, etc) para poder exprimirlos al máximo, y huye de las mujeres cercanas a la treintena que aún no hayan sido madres, pues se aprovecharán de ti para que les financies su maternidad (las muy aprovechadas se tirarán meses cobrando sin trabajar). Solo contratan las empresas que se están hundiendo; es lo que se llama huir hacia delante.
- Vende. Tu equipo no es como un ajedrez, donde hay varios tipos de piezas con distintas virtudes. Una empresa española es más bien como un tablero de damas. Solo necesitas un tipo de ficha: el comercial. Hazte con tantos como puedas teniendo en cuenta el punto anterior. Lo importante es encasquetarle tu servicio a alguien, sin importar cuánto haya que mentir. Para cuando se hayan dado cuenta del engaño ya habrás cobrado. De hecho, quizá nunca se den cuenta. Cuanto más grande sea tu cliente, más distancia habrá entre quien toma la decisión de compra y quien realmente usa tu servicio. Las quejas de los trabajadores de a pie serán convenientemente ignoradas.
- Juega al golf. España es tierra de amiguetes, bares y prostíbulos. Aquí los clientes se ganan a base de copazos, y los grandes contratos se firman en campos de golf. En este país, un empresario que piense que puede ganarse el mercado a base de hacerlo bien es como un perro con sombrero. Es una imagen muy tierna, pero es una tontería.
- Aplica el españolismo. Aprende de la historia. El fordismo fracasó porque durante una crisis las empresas se comen con patatas sus excedentes. Para evitar ese problema se pasó al toyotismo, al justo-a-tiempo. A Toyota no le va mal, pero a ti te puede ir mejor si aprendes la lección subyacente: cuanto más tarde mejor. Vender pronto, entregar muy tarde. No empieces a dar servicio hasta que el cliente te lo haya reclamado varias veces. Hay quien no se preocupa de lo que ha comprado. ¿Por qué te vas a preocupar tú? Lo importante es cobrar.
- A la saca. Si montas una empresa es para ganar dinero. Vende a un precio desorbitado y paga lo mínimo posible a tus esclavos. Recuerda que tú te quedas con la diferencia. Aprovéchate de cualquier trampa financiera (legal o no) de la que puedas rascar algo de pasta.
- Insiste. Quizá no tengas éxito a la primera con esta receta. Al fin y al cabo, se puede fallar hasta un penalti. No pasa nada: echa a todo el mundo, cierra y vuelve a intentarlo. Si lo has hecho bien incluso la bancarrota te saldrá rentable. Pero antes de echar el cierre intenta venderle tu empresa a algún inocente. Un tonto puede encontrar a otro más tonto que le compre.
domingo, 13 de noviembre de 2011
Manual del empresario español
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