Foto de Thomas Atilla Lewis |
«Everyone takes everything personally on Twitter. Twitter is like standing at a notice board in the town center and someone comes and puts up a sign ‘Guitar Lessons,’ and they go ‘I don’t want guitar lessons.’ You know, it wasn't to you.»Es por ello que, de cuando en cuando, entre sus comentarios sobre la religión, fotos en la bañera y juegos que le gusta hacer publica tuits como «You're so vain. You probably think this tweet is about you», parafraseando el título de la canción de Carly Simons.
Cualquiera que tenga un blog personal o acumule cierto número de seguidores o amigos en la red social de turno se habrá encontrado probablemente con alguien que cree que cierta publicación se refiere a él, en especial cuando el texto es ambiguo. Por desgracia, siendo como somos las personas (lo malo siempre impacta más que lo bueno), normalmente ese texto suele ser negativo de algún modo, alguien se lo toma muy a pecho y, por arte de magia, se instaura una ofensa salida de la nada que puede llegar a culminar en feas acusaciones o incluso insultos, tal como atestiguan tantas y tantas discusiones en foros y secciones de comentarios. ¿Es una cuestión de mera vanidad, como señala Gervais? ¿O hay algo más?
En situaciones así siempre me viene a la mente el efecto Forer, llamado así por el psicólogo Bertram R. Forer. En 1948 este norteamericano realizó un experimento con sus alumnos cuyo resultado vino a mostrarnos que, cuando las afirmaciones son vagas, tendemos a pensar que se refieren a nosotros:
«He gave his students a personality test and told them each one had been personally assessed, but then gave everyone the same analysis.Pueden hacer la prueba y leer el texto escrito por Forer aquí para después evaluar en una escala de 0 (muy pobre) a 5 (excelente) cuánto se ajusta a ustedes (la puntuación media que dieron los estudiantes en aquel entonces fue 4,2). El experimento ha sido replicado y el resultado parece ser universal, es decir, no sujeto a variaciones culturales. Más que vanidad yo creo que trata de una cuestión ego, entendiendo como tal no un exceso de autoestima sino nuestro «yo», la experimentación del mundo en primera persona (ibídem):
He asked his students to look over the statements and rate them for accuracy. On average, they rated the bogus analysis as 85 percent correct—as if it had been personally prepared to describe each one of them. The block of text above was actually a mishmash of lines from horoscopes collected by Forer for the experiment.
The tendency to believe vague statements designed to appeal to just about anyone is called the Forer effect, and psychologists point to this phenomenon to explain why people fall for pseudoscience like biorhythms, iridology, and phrenology, or mysticism like astrology, numerology, and tarot cards. The Forer effect is part of a larger phenomenon psychologists refer to as subjective validation, which is a fancy way of saying you are far more vulnerable to suggestion when the subject of the conversation is you.»
«Since you are always in your own head, thoughts about what it means to be you take up a lot of mental space. With some cultural variations, most people are keen on being individuals, unique and special persons whose hopes and dreams and fears and doubts are all their own. If you have the means, you personalize everything: your license plate, your ring tone, your computer’s desktop wallpaper, your bedroom’s walls.»Es entendible que veamos el mundo y construyamos nuestra narrativa en torno a nosotros mismos, pero también hemos de saber que nuestro cerebro, al que tan bien se le da detectar patrones, es propenso a ver tigres donde solo hay rayas.
Cada vez que alguien se da por aludido sin venir al caso me acuerdo de un capítulo de la serie Dame un respiro (Just shoot me!) en el que la protagonista, Maya, empieza a salir con un chico llamado Steven que tiene un programa de títeres en televisión protagonizado por un perro llamado Señor Alcalde. El día siguiente a su primera cita, a la que Maya llega tarde, Steven saca un nuevo muñeco llamado Miss Panda que llega tarde a su cita con el Señor Alcalde. Después de que Maya se coma el último trozo de pizza en una cena con Steven, Miss Panda se abalanza sobre la pizza del Señor Alcalde sin dejarle nada. Tras haberle presentado Maya a su amiga Nina, Steven crea un nuevo personaje llamado Gina Jirafa a la que el Señor Alcalde le propone «dormir juntos con Miss Panda». En la escena final del episodio Maya acude al estudio en el que trabaja Steven para intentar aclarar si este está tratando de mandarle un mensaje con sus marionetas:
Maya: Steven, tenemos que hablar. No sé a qué juegas conmigo.
Steven: Espera ¿de qué estás hablando?
Maya: Gina Jirafa... ¿Nina? Si te gusta Nina dilo y ya está.
Steven: ¿Nina?
Maya: Venga, Steven, ¿ir a dormir con Gina Jirafa? Está claro lo que dice el texto subyacente.
Steven: ¿Subyacente? Maya, solo son títeres. A lo mejor ha habido alguna desafortunada coincidencia pero solo son títeres.
Maya: Pero ¿Gina Jirafa? ¿Gina? ¿Nina?
Steven: Escucha, Maya, no sé de dónde te has sacado todo eso ¿vale? Pero tú eres la única con quien me apetece estar, no quiero a nadie más que a ti. ¿De acuerdo? Solo te quiero a ti.
El programa se reanuda tras la publicidad y aparecen en escena el Señor Alcalde y Miss Panda:
Señor Alcalde: ¡Hola! Perdonad el retraso, chicos, pero es que Miss Panda estaba quejándose otra vez.
Miss Panda: ¡No me estaba quejando! Es solo que no me parece bien que invites a Gina Jirafa a dormir con nosotros. ¡Soy Miss Panda! Y uso palabras como «texto subyacente» para que todos vean que fui a un colegio de pago. ¡Y nunca jamás pago la cuenta!
Afortunadamente en el mundo real la gente no suele comportarse como Steven (aunque alguno hay, desde luego). El hecho es que, por increíble que pueda parecernos, el resto del mundo no piensa en nosotros tan a menudo como creemos, y no tiene sentido tomarse de manera personal algo dirigido a un público amplio que puede aplicarse a decenas de personas.
Dicho lo cual you're so vain, you probably think this post is about you.
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