lunes, 20 de julio de 2015

Completamente seguro

De la mano de Ed Russo y Paul Schoemaker esta semana les traigo un pequeño juego en forma de test. Para cada una de las siguientes diez preguntas respondan con un rango tal que estén seguros al noventa por ciento de incluir la respuesta correcta. Por ejemplo, si la pregunta es «¿cuántos huesos hay en el cuerpo humano?» podrían decir algo como «entre treinta y trescientos». La clave aquí es que solo hay que estar seguro al noventa por ciento, no al cien por cien, pues en este último caso uno siempre puede plantear rangos ridículamente amplios que contienen la respuesta correcta con seguridad (por ejemplo, entre cero y quince mill billones de huesos). Por tanto, el objetivo es acertar nueve de las diez cuestiones. Huelga decir que no vale buscar en Google ni consultar a nadie. Tampoco vale decir «no tengo ni idea». Para cada pregunta seguro que tienen alguna pista de por dónde pueden ir los tiros. Por ejemplo, si les interrogan sobre cuántos años tenía Mozart cuando murió es evidente que no tiene mucho sentido decir «cuatrocientos años».

¿Preparados? Aquí van las preguntas:
  1. ¿Cuánto pesa un Airbus A340-600 vacío? Entre ___ y ___ kilos.
  2. ¿En qué año ganó John Steinbeck el Premio Nobel de Literatura? Entre ___ y ___.
  3. ¿Cuál es la distancia de la Tierra a la Luna? Entre ___ y ___ kilómetros.
  4. ¿Cuál es la distancia de Madrid a Baghdad? Entre ___ y ___ kilómetros.
  5. ¿En qué año terminó de construirse el Coliseo Romano? Entre ___ y ___.
  6. ¿Cuál es la altura de la presa de Asuán? Entre ___ y ___ metros.
  7. ¿En qué año completó Magallanes la primera vuelta al mundo en barco? Entre ___ y ___.
  8. ¿En qué año nació Gandhi? Entre ___ y ___.
  9. ¿Cuál es la superficie del mar Mediterráneo? Entre ___ y ___ kilómetros cuadrados.
  10. ¿Cuál es el periodo de gestación de una ballena azul? Entre ___ y ___ días.

¿Lo tienen? Encontrarán las respuestas al final del artículo*. ¿Qué tal les ha ido? Recuerden que el objetivo era acertar nueve. Si han acertado las diez, entonces es que están muy faltos de confianza. En cualquier caso, Ed Russo y Paul Schoemaker pusieron a prueba a más de dos mil personas y encontraron que la mayoría erraba entre cuatro y siete preguntas. Menos de un uno por ciento de los encuestados dieron rangos que incluyeran la respuesta correcta nueve o diez veces. Es decir, el noventa y nueve por ciento de los sujetos de estudio mostraron una confianza excesiva.


A continuación les plantearé un dilema descrito por el periodista David Freedman. Imaginen que llevan meses con dolor de espalda y consultan a dos médicos. El primero les dice que ha visto muchos casos como el suyo y que es difícil saber exactamente cuál es el problema, que diferentes tratamientos funcionan en grados distintos, que es difícil saber qué funcionara en su caso concreto y que la mayoría de las veces ningún remedio es completamente efectivo. Les sugiere un tratamiento A, el cual tiende a funcionar algo mejor en pacientes como usted, y le cita para el mes siguiente para comprobar si ha funcionado o probar otra cosa. El segundo doctor, por otra parte, les dice que ha visto muchos casos como el suyo y que sabe exactamente cuál es el problema. Les asegura que la mayoría de pacientes responde muy bien al tratamiento B y que seguramente ustedes también. Les cita directamente para empezar el tratamiento y les garantiza que con ello el problema estará solucionado. ¿Con qué doctor se quedarían?

La mayoría, explica Freedman, elige el segundo doctor, incluso aunque se les diga que el primer médico tiene mejores credenciales:

When I ask people this question, almost all of them say they’d go with the second doctor. At which point I ask them another question: if you were told one of these doctors had recently been named Wisest Orthopedist of the Year by the state orthopedic society while the other was known to his colleagues behind his back as Bozo the Orthopedist, which would you guess is which? Almost everyone guesses without hesitation that the second doctor is the one who gets no respect. But why would we prefer the advice of someone whose wisdom we’re so quick to question? Apparently we like the second doctor’s advice so much that we’re willing to take a chance on it, in spite of whatever qualms we might have about its reliability.
La clave aquí es la confianza: tendemos a fiarnos más de aquellos que se muestran confiados, pues los consideramos más cualificados. Por desgracia, como ya se habrán dado cuenta en esta vida a menudo los menos competentes son los que más confiados se muestran en sus habilidades (es lo que se conoce como efecto Dunning-Kruger). El resultado es una ilusión de confianza que nos perjudica a diario de dos maneras:

[La ilusión de confianza] nos hace sobrestimar nuestras propias cualidades, en especial en relación con otras personas. En segundo lugar, [...] nos hace interpretar la seguridad –o la falta de ella– que otras personas manifiestan como una señal válida de sus propias habilidades, de su nivel de conocimiento y de la precisión de sus recuerdos. Esto no sería un problema si la confianza, en efecto, tuviese una relación estrecha con estas cosas, pero la realidad es que la seguridad y la capacidad pueden divergir tanto que basarse en la primera se convierte en una trampa mental gigantesca, con consecuencias potencialmente desastrosas.
Una muestra de dichas consecuencias desastrosas podría ser lo siguiente:

Un estudio sobre pacientes que murieron en la UCI comparó resultados de autopsias con diagnósticos que los médicos habían hecho cuando los pacientes aún vivían. También los médicos acusaban un exceso de confianza. El resultado fue que «lo médicos que creían estar “completamente seguros” de su diagnóstico ante mortem estaban equivocados en el 40 por ciento de los casos».
La relación entre confianza y capacidades o conocimiento no sigue una dinámica lineal. Como explican Chabris y Simons, cuando aprendemos una actividad nueva nuestra confianza es mayor de lo que debería para nuestro nivel. A medida que vamos mejorando la confianza también aumenta pero a menor velocidad, hasta alcanzar un punto en el que los niveles de confianza son los adecuados a nuestra habilidad (ese momento en el que nos damos cuenta de lo poco que sabemos en realidad). Sin embargo, si seguimos avanzando en nuestro conocimiento y nos convertimos en superespecialistas acabamos sabiendo cada vez más sobre cada menos, momento en el cual nuestra confianza se dispara y el exceso de conocimiento se vuelve en nuestra contra. Philip Tetlock llama a este último fenómeno la hipótesis del aire caliente:

The hot air hypothesis asserts that experts are more susceptible to [...] overconfidence than dilettantes because experts “know too much”: they have so much case-specific knowledge at their fingertips, and are so skilled at marshalling that knowledge to construct compelling cause-effect scenarios, that they talk themselves into assigning extreme probabilities that stray further from the objective base-rate probabilities. As expertise rises, we should therefore expect confidence in forecasts to rise faster, far faster, than forecast accuracy.
Se da, por tanto, una curiosa paradoja. Cuando hay mucho en juego exigimos determinación, pues creemos que la confianza guarda una relación directa con el conocimiento. Por ello, pedimos a los expertos seguridad en sus consejos y, como consecuencia, la demanda de expertos seguros de sí mismos crece, mientras que aquellos que muestran dudas o tienen en cuenta los matices son descartados. Los medios de comunicación, los consejos de dirección, los comités de expertos... se llenan de personas completamente seguras de sí mismas pregonando sus infalibles recetas. Sin embargo, como hemos visto aquellos que más seguridad muestran son los que peor asesoramiento pueden ofrecernos. Creen saber mucho más de lo que en realidad saben, y están excesivamente seguros de que saben tanto como creen. El resultado es que nos vemos bombardeados por recomendaciones deficientes que recibimos –eso sí– de buena gana.

Recientemente, el diario británico The Guardian publicó un perfil sobre Daniel Kahneman. En la entrevista el célebre psicólogo decía que, si tuviera una varita mágica, eliminaría del mundo el exceso de confianza. Como él mismo asegura en su libro, la incertidumbre sobre el conocimiento propio es uno de los pilares de la racionalidad (la certeza es cosa de necios), si bien no es algo que las personas o las organizaciones valoren. Pero, por otro lado, también tiene razón Nassim Taleb cuando observa que el exceso de confianza tiene una vertiente positiva, como cuando lleva a los emprendedores a llevar a cabo sus aventuras ciegos a las escasas probabilidades de éxito. En las pocas ocasiones en que tienen éxito la sociedad en su conjunto se beneficia del exceso de confianza.

Quizá sea una buena regla heurística seguir el consejo de alguien solo si, en caso de estar equivocado, se hunde él con el barco. Mi experiencia me dice que cuando alguien se juega el pellejo con lo que propone su seguridad disminuye notablemente.



* Las respuestas correctas son: (1) 218.000 kilos; (2) 1962; (3) 384.400 kilómetros; (4) 4308 kilómetros; (5) a.d. 80; (6) 114 metros; (7) 1522; (8) 1869; (9) 2.510.000 kilómetros cuadrados; (10) 335 días.

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