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En 1976, el filósofo norteamericano David Lewis publicó un artículo titulado The paradoxes of time travel en el que analizaba la posibilidad lógica de los viajes en el tiempo. Dicho artículo es un tanto abstruso pero, afortunadamente, el profesor de la universidad de Edimburgo Alasdair Richmond ofrece un accesible resumen del mismo en el curso Introduction to Philosophy disponible en Coursera. Lo que sigue en adelante es básicamente un resumen de la explicación de Richmond.
Antes de empezar a hablar del trabajo de Lewis es importante recalcar que él no trataba de dilucidar la posibilidad física de tales viajes, o si había viajeros del tiempo entre nosotros. Este autor simplemente trataba de esclarecer si es posible viajar en el tiempo sin incurrir en contradicciones lógicas.
Otra observación a tener en cuenta es que este filósofo consideró el tiempo como algo lineal, es decir, unidimensional. Si se considerara el tiempo como algo bidimensional (como un plano), un viajero del tiempo podría viajar hacia atrás en la historia y cambiar el futuro, creando universos paralelos o nuevas líneas temporales como ocurre en la película. En su artículo, Lewis analiza únicamente los viajes en el tiempo donde hay una sola línea temporal y, por tanto, no es posible crear futuros alternativos.
Lewis distingue dos tipos de tiempo. Uno es el tiempo externo, marcado por la rotación terrestre, o por el movimiento de la Tierra alrededor del Sol y en la galaxia. Otro es el tiempo personal, aquel que viene marcado por nuestros procesos internos: la velocidad a la que digerimos los alimentos, los latidos del corazón, el ritmo al que aprendemos o almacenamos recuerdos, etcétera. En un viaje al futuro tanto el tiempo externo como el personal tienen la misma dirección, si bien la duración es distinta (por ejemplo, en el caso que nos ocupa Marty avanza treinta años de tiempo externo en un instante de tiempo personal). En cuanto a los viajes al pasado, los tiempos personal y externo difieren tanto en duración como en dirección.
La paradoja más conocida sobre los viajes hacia atrás en el tiempo es, sin duda, la paradoja del abuelo, aquella en la que una persona viaja atrás en el tiempo y mata a su abuelo. Eso implica que su padre no puede nacer y, por tanto, él tampoco. En consecuencia, él no puede existir. He ahí la contradicción. Una versión de dicha paradoja es el argumento principal de la película de 1985: Marty viaja al pasado y lo cambia de manera que sus padres no se enamoran, lo que significa que él no nacerá en el futuro y, por consiguiente, su existencia desaparecerá. La trama de la película se centra en deshacer el entuerto y volver a su época.
Lewis desmonta la paradoja del abuelo argumentando que el hecho de que pudiéramos viajar hacia atrás en el tiempo no implica necesariamente que pudiéramos hacer cualquier cosa en él. Tengamos que en cuenta que algo puede ser posible referente a un conjunto de hechos, pero puede ser imposible respecto a otro conjunto de hechos diferente o más amplio. Por ejemplo, para un mono no es posible hablar alemán, afrikaans y chino, pues no tiene los órganos necesarios para ellos. Sin embargo, para mí sí es posible, pues tengo dichos órganos y puedo hablar. Sin embargo, no tengo el entrenamiento ni la motivación ni el tiempo necesarios para aprender esos tres idiomas, por lo que –según este conjunto de hechos más amplio– no es posible para mí hablarlos. Así, Marty McFly no podría matar a su padre en 1955 por mucho que lo intentara porque este seguía vivo en 1985. En cada intento algo se lo impediría o fracasaría de alguna manera.
¿Significa eso que si, lográramos viajar al pasado, estaríamos obligados a ser una especie de testigo fantasma que no puede interactuar con el mundo? Según Lewis, no. Él distingue dos maneras en las que se puede cambiar el pasado: cambios que suponen un reemplazo frente a cambios que suponen un contrafactual. Romper un vaso es un ejemplo de cambio con reemplazo: el vaso intacto es reemplazado por un montón de trozos de cristal. Lewis sostiene que este tipo de cambios pueden sucederle a objetos, pero no al tiempo.
Para explicar lo que es un cambio contrafactual, piensen en cómo se conocen originariamente los padres de Marty. El padre de Lorraine atropella a George cuando este cae del árbol, lo mete en casa para curar sus heridas y Lorraine siente tanta lástima de él que lo invita al baile, donde finalmente se enamoran. Si George no se hubiera caído del árbol no habría habido atropello, Lorraine no habría invitado a George al baile y no se habrían enamorado. Ese es el contrafactual. Nótese que esto no es un reemplazo: no existía una historia en la que George no cayera y sufriese el atropello que fuera reemplazada por otra versión en la que sí se cae. El incidente del atropello tiene lugar una sola vez. Es una diferencia sutil pero importante.
Lewis sostenía que los viajeros en el tiempo pueden ejercer su impacto en la historia en lo que a contrafactuales se refiere, pero no pueden hacer cambios que supongan un reemplazo. Es perfectamente posible desde el punto de vista lógico que la historia refleje de forma consistente el impacto de estos viajeros temporales. De hecho, esto es casi lo que ocurre en la película, pues Marty McFly es el causante de que George caiga del árbol, si bien en este caso al final atropellan a Marty y no a George. Pero de haber ocurrido todo igual, esto es, de haber sido atropellado George, Marty habría tenido un impacto contrafactual en la historia (es el causante de la caída de George desde lo alto del árbol) sin haberla cambiado.
Hay más paradojas relacionadas con el viaje en el tiempo aparte de la paradoja del abuelo. Una de ellas son los bucles de causalidad. Digamos que nos montamos en el DeLorean, viajamos a la España de Cervantes y le damos al celebérrimo autor una copia de sus propios trabajos antes de que él haya escrito nada. Él los copia, los publica y se convierte en el autor inmortal que conocemos. En ese caso ¿quién ha escrito El Quijote? El autor no puede ser el propio Cervantes, porque lo único que ha hecho ha sido copiar unos textos que le hemos llevado desde 2015. Por otro lado, lo que le hemos dado son las obras completas de Cervantes. De nuevo tenemos una paradoja. ¿De dónde viene la información contenida en El Quijote? ¿Cuándo se generó? ¿Cuándo entra en la Historia?
Lewis diría que nadie escribió El Quijote, que dicho libro simplemente existe. Esta afirmación parece ir en contra del sentido común. ¿Acaso el libro surge de la nada? Lewis observa que, en realidad, nunca sabemos de dónde viene la información. Para entender por qué, hay que fijarse en el hecho de que, si bien es fácil saber la causa de un evento concreto (a George le atropellan porque cae del árbol), es imposible averiguar el origen de una cadena de eventos.
Las cadena de eventos puede ser de tres clases: cadenas lineales infinitas, cadenas lineales finitas y los bucles causales de los que hemos hablado. Las cadenas lineales infinitas son explicaciones que se extienden hacia atrás indefinidamente en el tiempo. Un evento tiene una causa que a su vez tiene otra causa que tiene otra causa... y así ad infinitum. En este caso, para cada evento hay una causa anterior y, por tanto, no hay una respuesta a la pregunta «¿de dónde viene esta cadena de eventos?». La cadena de eventos en sí misma no tiene ningún origen.
Las cadenas lineales finitas implican que la información surge de la nada. Esto, que parece ridículo, es algo que los físicos se toman muy en serio, pues parece que las leyes del Universo permiten que ocurran cosas sin causa previa. Por ejemplo, según la cosmología del Big Bang, la gran expansión inicial es el primer evento y supone el nacimiento del tiempo. Por tanto, no tiene sentido preguntarse que había antes del Big Bang, pues el tiempo empieza a existir con el Big Bang. Pero el Big Bang en sí mismo no tiene causa anterior. La cadena causal es finita pero su comienzo parece surgir de la nada.
Los tres tipos de cadenas de eventos plantean la misma pregunta: ¿de dónde viene la información? Sí, los bucles causales son extraños y contraintuitivos, pero no menos problemáticos que los otros dos tipos de cadenas causales. En los tres casos la información parece venir de la nada. Así, desde el punto de vista lógico, estos bucles no son un impedimento para hacer viajes hacia atrás en el tiempo.
Existe toda una rama de la metafísica especializada en cuestiones relacionadas con el tiempo y, en particular, aquellas que tienen que ver con viajes en el tiempo de las que el análisis de Lewis es solo un punto de partida. Hay muchas otros interrogantes interesantes que pueden analizarse. Por ejemplo, ¿puede un viajero del tiempo encontrarse consigo mismo de joven? Eso significaría estar simultáneamente en dos sitios a la vez. ¿Las leyes físicas permiten tal cosa? Otra cuestión tiene que ver con el multiverso. Según los filósofos David Deutsch y Michael Lockwood, quien viaja en el tiempo debería poder ser autónomo a nivel local y, por tanto, ser capaz de obrar cambios de todo tipo. En este caso, se producirían desdoblamientos en la historia, tal como ocurre en la segunda parte de Regreso al futuro. Obsérvese, no obstante, que si cambiamos el pasado entramos en una nueva línea temporal. Es decir, en realidad no hemos viajado al pasado de la línea temporal de la que partimos, sino a una nueva. Técnicamente, eso no constituye realmente un viaje al pasado, pues no es nuestro pasado.
Stephen Hawking se preguntaba: si el viaje en el tiempo es posible ¿dónde están esos viajeros temporales? Filósofos como John Earman han argumentado que quizá sea imposible para un viajero en el tiempo interactuar con la gente del pasado, pero tal vez haya otra razón. Cuando los físicos hablan de viajes en el tiempo mencionan una posibilidad llamada closed time-like curves (CTCs). Las CTCs son caminos en el espacio-tiempo que llevan al punto de partida. Esto permite viajar hacia atrás en el tiempo pero solo hasta el punto en que la curva fue creada. De manera que si creáramos una máquina del tiempo en 2016 a partir de entonces podríamos viajar hacia atrás en el tiempo, con la limitación de que solo podríamos remontarnos hasta 2016, momento en que se originó la CTC. En conclusión, quizá no vemos a ningún viajero del tiempo porque dichos viajes no son posibles todavía.
En cualquier caso, está por ver si las leyes de la física nos permiten construir máquinas del tiempo. John Earman sostiene que su construcción podría ser posible pero que tal vez tengan el inconveniente asociado de que no podamos controlarlas. Podría darse el caso de que fuéramos capaces de crear un mecanismo para hacer diverger el tiempo externo del personal, así como alumbrar una región del universo en la que los viajes en el tiempo sean posibles, pero que no supiéramos las consecuencias que ello tendría.
Si todo esto les ha interesado, la enciclopedia filosófica en línea de la universidad de Stanford tiene un extenso artículo sobre viajes y máquinas del tiempo. En cuanto a las leyes físicas pertinentes, el escritor y divulgador científico Brian Clegg es el autor de How to Build a Time Machine: The Real Science of Time Travel. No lo he leído, pero los libros de Clegg son accesibles para cualquier lego en la materia. Y, como siempre, si ustedes conocen alguna referencia interesante pueden dejarnos un comentario.
Saludos desde el pasado.