Los últimos cien años han sido, entre otras cosas, el siglo de la globalización financiera. Hemos presenciado cómo se expandía el libre comercio y cómo iban desapareciendo los controles al flujo internacional del capital. A consecuencia de ello, la importancia de los mercados internacionales ha ido creciendo. Eso tiene múltiples ventajas pero también genera tensiones, pues no existe un único conjunto de reglas al que atenerse o una autoridad final a la que recurrir en caso de disputa. Como explica Dani Rodrik:
Although economic globalization has enabled unprecedented levels of prosperity in advanced countries and has been a boon to hundreds of millions of poor workers in China and elsewhere in Asia, it rests on shaky pillars. Unlike national markets, which tend to be supported by domestic regulatory and political institutions, global markets are only “weakly embedded.” There is no global antitrust authority, no global lender of last resort, no global regulator, no global safety net, and, of course, no global democracy. In other words, global markets suffer from weak governance, and are therefore prone to instability, inefficiency, and weak popular legitimacy.
Foto de Derek Bruff |
El TTIP busca reanudar las importaciones en ambos sentidos (Estados Unidos bloqueó la importación de carne de vacuno europea tras los brotes de encefalopatía espongiforme bovina). Si esto ocurre tendremos un nuevo caso en el que las reglas de un país o conjunto de ellos, redactadas por los representantes de los ciudadanos, son cambiadas por un mercado internacional cuyos actores principales (los miembros de la Organización Internacional de Comercio) son elegidos a dedo y no deben rendir cuentas ante los habitantes de los países que siguen sus reglas.
Así pues, tenemos un puzzle de tres piezas: estado-nación, sistema de gobierno y globalización económica. Según Dani Rodrik, de esos tres objetivos solo podemos alcanzar simultáneamente un máximo de dos (ibídem Rodrik):
In particular, you begin to understand what I will call the fundamental political trilemma of the world economy: we cannot simultaneously pursue democracy, national determination, and economic globalization. If we want to push globalization further, we have to give up either the nation state or democratic politics. If we want to maintain and deepen democracy, we have to choose between the nation state and international economic integration. And if we want to keep the nation state and self-determination, we have to choose between deepening democracy and deepening globalization. Our troubles have their roots in our reluctance to face up to these ineluctable choices.De acuerdo con este autor, la política nacional choca con los mercados internacionales, ante lo cual hay tres soluciones posibles. Primero, podemos restringir nuestro sistema político (por ejemplo, nuestra democracia) para minimizar los costes de transacción internacionales. Segundo, podemos limitar la globalización económica para tener un mejor gobierno doméstico. Finalmente, podemos tratar de extender la democracia al mundo entero, creando un único gobierno global (al estilo, verbigracia, de la Unión Europea), sacrificando así parte de la soberanía nacional. Como dicen los anglosajones: «pick your poison».
Even though it is possible to advance both democracy and globalization, the trilemma suggests this requires the creation of a global political community that is vastly more ambitious than anything we have seen to date or are likely to experience soon. It would call for global rulemaking by democracy, supported by accountability mechanisms that go far beyond what we have at present. Democratic global governance of this sort is a chimera. There are too many differences among nation states, I shall argue, for their needs and preferences to be accommodated within common rules and institutions. Whatever global governance we can muster will support only a limited version of economic globalization. The great diversity that marks our current world renders hyperglobalization incompatible with democracy.
So we have to make some choices.
Desacoplar Estado, sociedad y mercado como proponen algunos es lo que da origen al trilema de la globalización: es como una partida multitudinaria de Monopoly en la cual cada participante juega según las reglas que utilizan en su casa (porque, como todos sabemos, los juegos de mesa tienen reglas distintas en cada hogar). A mi juicio, las élites perseguirán un mercado global y un gobierno mundial mientras que las poblaciones lucharán por su poder político y la soberanía nacional. Mientras tanto, los desequilibrios continuarán amontonándose y las tensiones seguirán ahí, con unos pensando que el vecino les lastra, los otros creyendo que es mejor andar unidos y los de más allá salmodiando que la mejor solución es «cada cual para sí».
Silvio, esto es oro.
ResponderEliminarGracias.
Jajajajaja gracias a ti por tu elogio, tan inmerecido :D
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