jueves, 7 de octubre de 2010

A primera vista

Esta mañana me he quedado embelesado mirando a una chica en el tren. Era joven e iba bien vestida (camisa negra, falda y manoletinas), maquillada visible pero discretamente, con muchos detalles que me han llamado la atención (un llavero lleno de juguetes, una cinta en la muñeca con un candado, un colgante plateado con forma de bola). A pesar de ser las siete de la mañana no tenía cara de haber madrugado. No paraba de moverse, y mientras leía el periódico su cara resplandecía con muecas pizpiretas. Tenía un rostro peculiar, con unas facciones que se me antojaban divinas. Ha sido un viaje delicioso hasta su bajada en la estación de Nuevos Ministerios.

Si fuera un romántico diría que ha sido amor a primera vista. Los hombres somos muy visuales; la atracción nos llega primera y principalmente por los ojos. En este aspecto somos especialmente sensibles al efecto halo: vemos una chica bonita y la idealizamos instantáneamente, tras lo cual nuestra visión se transforma en visión de túnel con un único objetivo: tener sexo con ella.

Al parecer somos así por razones evolutivas (siempre hay una explicación evolutiva plausible para un comportamiento). Dado que el objetivo del macho es inseminar a tantas hembras como pueda, ha de sentirse atraído por ellas rápidamente. Sin embargo, el compromiso no dura; hay que pasar enseguida a la siguiente. Un hombre trabajará principalmente por establecer una relación (mientras que la mujer lo hará por mantenerla). Siendo soez, la cosa es que después de rellenarla cual caña de crema con la caña de crema de uno, ya no hace falta quedarse para nada más. Por eso no nos importa (tanto) que sean listas, divertidas o románticas. Solo queremos buenos genes para combinar con los nuestros, y la calidad de los genes es algo que salta a la vista.

El lector pensará que hay excepciones, o que él mismo no es así. Bueno, cierto es que la apariencia no cuenta lo mismo a la hora de buscar pareja para una noche que para compartir una hipoteca. Un hombre con el cerebro no masculinizado totalmente buscará una mujer con buena conversación. También hay presión social: eres un superficial si sales con ella solo por lo atractiva que es. Pero lo cierto es que, cuanta más testosterona, más buscamos hermosos rostros, pechos generosos y anchas caderas. Eso de que los hombres pensamos con la entrepierna es bastante cierto. La testosterona es una hormona muy poderosa, capaz de anular el juicio racional. Yo, por ejemplo, estoy tentado de cambiar mi rutina habitual para coger el mismo tren que ella, y poder disfrutar de nuevo con la visión de esa empírea beldad.

Pero no, no es amor a primera vista. Solo es un calentón.