sábado, 23 de octubre de 2010

¿Que gane el mejor?

stoy leyendo un fascinante libro sobre el máximo rendimiento humano en distintos deportes. El capítulo sobre el uso de esteroides me ha hecho preguntarme quién queremos que gane en una competición deportiva.

La primero que me viene a la cabeza es que queremos que gane el mejor, pero ¿quién es el mejor? ¿El que mejor técnica tiene (el que juega mejor)? ¿El que más se esfuerza? ¿El que mejor resultado obtiene? Diría que la mayor parte de los deportes se atiene a esta última definición, es decir, se basan en el resultado. El mejor esprinter es aquel que recorre los 100 metros en menos tiempo. Punto. Da igual que solo tenga que entrenar una semana al año o que corra como un pato. Mientras llegue el primero, es el mejor.

Pero ahí hay algo que me chirría. Como decía el señor Burns:
"Why should the race always be to the swift or the jumble to the quick-witted? Should they be allowed to win merely because of the gifts God gave them?"


Ponemos la línea de meta en el mismo lugar para todos, pero en realidad no todos parten de la misma línea de salida. Siguiendo con el ejemplo de los 100 metros lisos, alguien bajito y gordo arranca, en la práctica, desde mucho más atrás que alguien alto, delgado y con largas piernas. Ambos deben recorrer la misma distancia, pero no empiezan en las mismas condiciones. Condiciones, además, sobre las que no tienen control alguno: la altura no puede modificarse, como tampoco la longitud relativa de los miembros. Lo justo sería que todos compitieran en las mismas condiciones, pero en la práctica nunca es así.
Si no partimos en las mismas condiciones ¿cómo decidimos quién es el mejor? Un ejemplo típico: la hormiga contra el elefante. El elefante puede levantar más peso absoluto, pero la hormiga puede levantar más peso relativo (hasta diez veces su propio peso, según se dice). ¿Quién es mejor de los dos? Elegir uno u otro sería, como me hizo notar uno de mis amigos, como decir que el azul es mejor que el rojo.

¿Qué hacemos entonces? Mi impresión es que, actualmente, se opta de forma inconsistente por homogeneizar las condiciones de partida. En las
pruebas de 200 y 400 metros, por ejemplo, se aplica el decalaje. En los deportes de lucha y levantamiento
de peso, los participantes se emparejan según su peso. Dividimos las pruebas en categorías masculina y femenina, y organizamos juegos paralímpicos para los discapacitados.

Esto nos lleva a otro problema. ¿Hasta dónde dividimos a los atletas por categorías? Hay una prueba de 100 metros masculina y otra femenina. ¿Debería haber también pruebas según el peso, de modo que alguien bajito como yo pueda aspirar a una medalla? ¿Deberíamos dividir también por altura? ¿Y por raza? ¿Y por la dieta? (para un vegetariano es más difícil alcanzar el mismo desarrollo muscular que alguien que come carne) ¿Y por recursos? (los atletas de países pobres no disponen de modernas instalaciones de entrenamiento como las de los países desarrollados) ¿Y por forma de ser? (la gente deprimida no puede entrenar tanto los demás)

Dado que todos somos distintos, quizá deberíamos hacer una categoría para cada persona en el planeta. Así todos tendríamos una medalla de oro, ¡y en cada disciplina! Aunque eso no cubre el caso de los deportes de equipo...