Cuando era niño tenía que quedarme a comer en el colegio. Terminada la comida, los frailes nos soltaban en el patio hasta las clases de la tarde. Llenábamos ese tiempo con diversos juegos: fútbol, pressing catch, 1X2, la bolsa (la de plástico, no la de valores), etc. Uno de esos juegos, todo un clásico, era el "tulipán" (conocido en otras partes como "stop").
El tulipán es una especie de pilla-pilla en el que el perseguido tiene la opción, si se ve muy apurado, de detenerse de un salto con las piernas abiertas y los brazos en cruz, a la vez que grita "¡tulipán!", lo que le salva de ligarla en caso de que lo cojan. Una vez convertido en tulipán, el jugador no puede moverse hasta que otro compañero de los que huye le toque (le "salve").
Las personas mayores también jugamos al tulipán, pero a una versión más sofisticada, más disimulada. En mi trabajo, por ejemplo, se ve cada día. Por ejemplo, una oferta comercial se encuentra con un problema nunca antes resuelto. Entonces alguien busca un poco en Google y da con un texto donde "alguien" dice que haciendo "algo" se puede solucionar. Es en ese momento cuando el comercial dice ¡tulipán! y presenta la oferta. No importa que nadie haya probado la solución, que no se sepa si es siquiera viable, o que ni siquiera sea aplicable. Todo eso da igual, el comercial ha encontrado un resquicio al que agarrarse, algo que él cree que es suficiente para descargar su responsabilidad.
Quizá el ejemplo más clásico de tulipán adulto en el mundo laboral se resumen en la frase "te envié un correo". Qué más da si la persona está siempre reunida sin acceso al correo, o si tiene tantos que no puede mirarlos todos. Da lo mismo, te mandé un correo. ¡Tulipán! No puedes echarme la culpa de que no te hayas enterado, o de lo que haya pasado.
Pero hay una diferencia fundamental entre el juego de los niños y el de los adultos (aparte de las consecuencias). En la versión infantil, este pasatiempo es un sistema autorregulado: los jugadores pueden castigar a los indeseables dejándolos en estado "tulipán" indefinidamente. Sin embargo, en el mundo de "los mayores", no es necesario que un compañero te toque para volver a correr. Al poder convertirse en tulipán y revertir ese estado a voluntad, los jugadores son como célculas sin apoptosis. Y al igual que éstas, acaban convirtiéndose en un cáncer.