miércoles, 26 de octubre de 2011

En el fondo del pozo nos encontraremos (II)

Lea la introducción de esta serie de artículos.

Creo que la mejor descripción de lo que se siente al estar deprimido la leí en un libro sobre el Tarot Rider-Waite en la página correspondiente al tres de espadas:
«La escena del arcano habla por sí misma. Un corazón bajo un cielo plomizo y lluvioso se encuentra traspasado por tres agudas espadas. Es el dolor en sus fases de sufrimiento físico, psíquico y moral, donde la persona se encuentra sola padeciendo sus males, con el corazón roto por la angustia y sin percibir ninguna luz, ninguna esperanza, ningún alivio entre problemas y hechos concretos que en verdad justifican su dolor.»

Las siguientes palabras están sacadas del diario de una persona deprimida:
«Siento que me voy al hoyo. Han vuelto la aflicción, el run-rún de fondo, el cansancio, la soledad... y se ha ido la fuerza para luchar contra todo eso. He pasado prácticamente todo el día con ganas de llorar. Me gustaría aguantarme sin más pero me duele.  [...] En el día a día, me decepciono continuamente. De forma global, está claro que hasta ahora he desperdiciado la vida.
[...] Cuando intentas superar un límite una y otra vez, y chocas con el muro una y otra vez, no se trata de una limitación autoimpuesta; se trata de la realidad. Hay veces que realmente no se puede. [...] Siento que no puedo cambiar, que es inútil intentarlo, que da igual cuánto trabaje, que nada da resultado. [...] Me siento mal por sentirme mal, por no poder controlarlo, por no poder dejar de llorar cuando hay tanta gente con problemas de verdad, por ser incapaz de hacer lo que se supone que tengo que hacer, por estar atrapado en mis pensamientos circulares..»
Y sigue así la cosa. Como dice el psiquiatra Enrique Rojas:
«La verdadera depresión es un estado de hundimiento terrible que cualitativa y cuantitativamente es mucho mayor que cualquier decaimiento producido por los avatares de la vida. El sufrimiento de la depresión puede llegar a ser tan profundo que solo se vea como salida de ese túnel el suicidio.»*
No hablamos, por tanto, del sentimiento de tristeza normal consecuencia de algo negativo que ha sucedido, ni tampoco del causado por drogas u otras sustancias. Se trata de una tristeza anómala, una congoja incapacitante, monopolizadora, mezclada con desesperación y envuelta en desánimo; una especie de tumor del ánimo que engulle a la persona. Es como vivir en un pozo profundo y estrecho, frío, húmedo, oscuro. El sufrimiento dura semanas, meses o incluso años, sin apenas periodos de alivio.

Uno puede deprimirse por buenas razones. Por ejemplo, porque sí. Las depresiones endógenas son las debidas a factores bioquímicos, y pueden ser causadas por sustancias, cambios físicos en el cerebro (trauma, cirugía) o herencia. A veces, las personas con este tipo de depresión no encuentran una justificación para su malestar, y acaban atribuyéndolo a causas a su entender razonables, pero que pueden ser auténticas bobadas para cualquier otro (de un grano de arena hacen una montaña desde la que se tiran al vaso de agua donde se ahogan).

También podemos deprimirnos por factores externos. En ocasiones una persona reacciona anormalmente a una vivencia (por ejemplo, un divorcio o la pérdida de un empleo) o procesa de forma anómala su día a día (ve solo lo malo, lo magnifica y queda atrapado en su propio cuento de terror). El enfermo deja entonces de poder ejercer su rol normal al producirse deterioro social, laboral o familiar.

Son síntomas de depresión el insomnio, la irritabilidad, el cansancio, la falta de energía y la fatiga, el aumento o pérdida de peso, la dificultad para concentrarse, los pensamientos recurrentes de suicidio, la incapacidad para disfrutar de nada, la pérdida de interés en actividades que antes eran placenteras... la lista es bastante larga. De todos ellos, los que más me llaman la atención personalmente son los cognitivos. Aaron Beck describió la tríada cognitiva de la depresión: visión negativa del yo, del entorno y del futuro. En otras palabras: yo soy malo, el mundo es malo, no hay esperanza. O, si se prefiere en inglés, «hopelessness, helplessness, and worthlessness».

Continuará


* Los sujetos con trastorno depresivo mayor que mueren por suicidio llegan al 15% (Pichot, Aliño & Miyar, 1995).

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